Su hoja de vida es impecable, su currículum profesional y político es digno de admiración que señala una personalidad persistente, ordenada en objetivos a realizar. Además tiene un complemento adicional en este mundo misógino, es mujer.



No debería a esta altura de la evolución, colocar el género como una cualidad especial del ser humano, que la tiene, al ser la expresión de sobrevivencia y continuidad de la civilización a través de la maternidad; donde se genera la vida, el alimento del embrión y en la posterior la lactancia. ¿Cuál otra circunstancia puede igualar o superar esta realidad existencial? .

Nos referimos a esa milenaria actitud misógina, muy propia del Mediterráneo y sus alrededores, que se extendió al resto del mundo y se acrecentó en el medievo hasta nuestros días. Por fortuna, está desapareciendo, aunque no con la celeridad deseada. El movimiento Me too, de alguna manera ha contribuido a evidenciar este fenómeno machista que se expresa, las más de las veces, en el maltrato físico, el acoso sexual, el ejercicio de funciones religiosas o laicas y en la discriminación salarial.



Pero regresemos a su hoja de vida profesional y política, graduada en Física, con post grado en Ingeniería Energética, miembro de la Academia de Ciencias, profesora universitaria, conferencista y co galardonada con el Premio Nobel de la Paz por sus aportes en el Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático (2007).

En lo político, fue Secretaria del Medio Ambiente de la ciudad de México, Jefa de Gobierno de Ciudad de México y activista del movimiento político Morena, fundado por el ex presidente Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto nos referimos a Claudia Sheinbaum Pardo, elegida Presidenta de los Estados Unidos Mexicanos y juramentada como tal el pasado primero de octubre, con el adjetivo calificativo de ser la primera mujer en ejercer tan alta investidura, en la muy machista república mexicana.

Es mexicana de primera generación, nació en ciudad de México en 1962 y es hija de dos europeos inmigrantes, su padre Carlos Sheinbaum originario de Lituania, judío askenazi llegó a México en 1920, y su madre Annie Pardo de origen búlgaro, judía sefardita, en 1942. Ambos miembros del Partido Comunista y activistas políticos que se involucraron pronto en los movimientos de protestas de los 60; su padre ha de haber presenciado el asesinato de León Trotski en 1942, por parte de un agente español del fatídico Joseph Stalin.

De modo que con esa formación y antecedentes académicos, políticos y familiares, no comprendo, a menos que sea una estrategia a largo plazo, esa radical, ausencia de veracidad científica e inoportuna posición de ofender a España, achacándole un crimen histórico que no cometió.

Por lo que decidió no invitar nada menos y nada más que al Jefe de Estado español, el rey Felipe VI, a menos que pidiera excusas públicas por hechos acaecidos hace ya más de 500 años, cuando México no era México, ni los mexicas eran civilizados en términos de aquel entonces, entre otras razones, porque eran esclavistas de otras culturas aborígenes, sacrificaban anualmente a más de 20.000 de ellos en sus ritos místicos y bebían su sangre.

Era poderoso Moctezuma, se calcula que con más de cien mil guerreros, y el conquistador Hernán Cortez, Jefe de 500 soldados, 67 caballos y, eso sí, el apoyo total de las tribus que los mexicas tenían sometidas; entre ellos a la muy nombrada Malinche o Doña Marina, de origen Náhuatl, intérprete y pareja de Hernán Cortez, con quien procreó a Martín, uno de los tantos mestizos que finalmente conformaron lo que hoy se conoce como mexicanos.

Por ello, ese arrebato nacionalista a lo “mero, mero”, de la muy ilustre y admirada presidenta, lo observo como fuera de lugar. No es mestiza, ni azteca, nahua, mexica o cualesquiera de las innumerables etnias o culturas asentadas en lo que hoy es el territorio mexicano.

Su reacción se nos asemeja más a una estrategia muy bien estudiada (dada su formación científica y disciplina partidista) para compactar o identificarse con esa nueva izquierda muy a la de Podemos de España, hoy en vías de desaparición, pero muy bien posesionada en Irene Montero, Ana Diaz, la Calau, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, todos ellos con amplio prontuario en Venezuela y en España.

Yo no solo la felicito sino que me congratulo con ella, y le deseo que logre lo que nadie ha logrado en México desde su independencia de España, su imperio y sus numerosas revoluciones: una verdadera integración nacional en lo cultural, étnico y económico, sin distinción de razas o condición social.

En Venezuela no puede inspirarse, porque ese régimen no tiene ideología, principios ni cultura, son socios mayoritarios de todo el narcotráfico del continente, lavado de dinero, tráfico de personas y, de toda subversión extra regional contraria a todos los valores que le he oído afirmar a la presidenta: honestidad, identificación de la mujer, eficacia, oportunidad, libertad y ley igual para todos.