La cuica es un instrumento musical de fricción, conocida como el alma de la samba y a la cual también podemos reconocer en la música tradicional brasileña. Siendo en sus orígenes un pequeño tambor membranófono, que fue traído a Brasil por esclavos provenientes de África; se dice que en aquel indómito continente, era utilizado un artefacto similar a este instrumento para las faenas de  cacería. Como una técnica que se ejecuta para la consecución de dicha actividad y en conocimiento de la naturaleza, descubrieron que al  frotar un palillo en la altura de las membranas de piel estiradas en la circunferencia, este emitía un rugido muy parecido al de leonas en celo, lo cual atraía a los machos, logrando así el cometido.

Pero el sonido también es comparable al chillido de un mono que pareciera estar oculto en los árboles, que saltando entre las espesas ramas observa y aunque no se deja ver, nos dice que anda por allí; quizás por eso allá por los años treinta lo distinguieron en las escuelas de samba como el “sonido diferente”. Presente la constante de aquello que no podemos ver pero sabemos que existe, para el caso, a nivel sensorial.

Probablemente, en esos estadios tempraneros de la historia, no había mayor conciencia sobre lo que trascendería tiempo después sobre el comercio forzado y ventajoso de personas. Visto por unos como propiedad y fuerza de trabajo garantizado para el incremento patrimonial, pero para los autores de estas vejaciones, significaría el abandono de una tierra, de su tierra, que en su entorno habían formado vínculos de comunidad. Pero las costumbres, tradiciones, la manera como celebraban o agradecían, eso intangible, viaja siempre muy adentro, tanto que nadie lo podía desarraigar. Y que ahora, solamente por medio de una mirada compasiva y de aceptación  a estos acontecimientos, podemos agradecer la fusión de cultura y enriquecimiento posterior de la misma.

Y es que cuando nos dedicamos a escuchar, independiente del género musical, podemos ir distinguiendo los diferentes instrumentos con sus sonidos, la apreciación de los mismos, encontrando la belleza de una cultura que en su momento creo, interpretó y diseminó a través de una actividad musical, que como muchas otras primitivamente, resulto de la interacción grupal  a una  finalidad comunitaria.

Georg Simmel, sociólogo alemán, dijo que todos somos fragmentos no solo del hombre en general, sino de nosotros mismos. En este sentido, somos un mosaico de piezas que se integran algunas veces, compartiendo la misma experiencia humana al trascender, al ir dejando estelas en nuestro paso. Al imaginar la cantidad de experiencias comunes que a través de la historia hemos y seguimos compartiendo, se vuelve asombroso contemplar el impacto que se produce en generaciones.

La belleza y el horror en su constante vital, completando nuestros días. Que aunque no lo veamos hay un sentido de ser en todo, como la cuica solo la escuchamos al estar atentos a los acordes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

29/Agosto/2025