En la estación de Belorússkaya, que se inauguró en 1952, en la parte central del vestíbulo fueron pintados doce paneles de mosaico alegóricos a la historia de Bielorrusia. Y en uno de ellos, el llamado ‘Bordadoras’, se encuentran unas jovencitas tejiendo una alfombra con el retrato de ‘Koba’. Sin embargo, a mediados de la década de 1960, todo eso se recompuso: en lugar de Stalin se vio la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, con su correspondientes hoz y martillo cruzados.
Todas esas ‘reescrituras históricas’ fueron órdenes emanadas, como les gusta decir a los que trafican con la política, ‘desde arriba’, esto es, desde el núcleo de poder.
La estación de Novoslobódskaya, que fue inaugurada en 1952, el decorado llevaba las palabras ‘Paz mundial’ y, de nuevo, le tocó a Pável Korin, representar (sobre una madre y un hijo) un medallón con el retrato de Stalin. En los años que rigió Jrushchov hubo que quitar la referencia a Stalin.
La estación Báumanskaya fue inaugurada en 1944, y en 1945 se instaló en la pared un mosaico con los perfiles de Stalin y de Lenin. Sin embargo, en 1963 Stalin dijo chao de ese sitio y quedó solo Lenin, pero viendo para otro lado.
Muy próximos a las escaleras mecánicas de la estación Dobríninskaya se encuentran tres paneles de mosaico inmensos. Cerca del panel central, donde está representado Lenin, había una estatua de regulares dimensiones de Stalin, pero a mediados de la década de 1960 llegaron a desmontarla y se la llevaron. Esta estación fue inaugurada en 1950. Y en el panel de la derecha estaba el retrato de Stalin. Pero como el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin, en su cápsula Vostok 1, completó una órbita de la Tierra, pues resultó fácil quitar a Stalin y poner a Gagarin. También en el interior de la estación Dobríninskaya había un retrato de Stalin que también fue sacado de allí y lo sustituyó un mosaico bajo el lema de ‘La mañana de la era espacial’.
Aquí solo se está dando cuenta de algunas de las imágenes o representaciones de Stalin que de seguro hubo muchas (¿o hay?), y a saber cuántas fueron removidas. Y qué no decir de los materiales escritos donde el señor aparecía como el Gran Timonel de la Nave Imbatible. Debe haber sido una tarea infame que requirió un contingente importante de afectos diligentes dedicados a ‘resituar’ protagonismos y a ‘inventar’ otras situaciones.
Que Stalin vuelva a estar de moda en Rusia no es una sorpresa, dado que esto de quitar y volver a poner, habilitar y rehabilitar, pareciera una manía rusa que es la de nunca acabar. Ahora rige Putin, pero mañana, no. Y entonces lo sacarán del Panteón de los Ilustres, y años después lo regresarán. Y así irán.
Rusia es un ámbito territorial complejo y su entorno lleva siglos haciéndose y rehaciéndose. La guerra contra Ucrania que hoy discurre forma parte de este permanente reajuste geoestratégico.
El juego con las figuras, los nombres y los símbolos del pasado ruso también debería servir para comprender lo que ahora es y hace Rusia. Aunque sigue siendo una de las grandes potencias (junto a China, a Estados Unidos, a Francia, a Reino Unido...), ya no constituye un contrapoder (frente a Estados Unidos) ni nada de eso.
La guerra contra Ucrania ha puesto al desnudo a Rusia: en su capacidad militar, en sus pretensiones geopolíticas, en sus fundamentos de convivencia mundial, en sus espejismos de poder...
Si Stalin vuelve al proscenio eso quiere decir que los sectores dirigentes rusos no han entendido nada de nada Están poniendo en circulación a un personaje que en su encarnación histórica hizo un daño bárbaro a la sociedad del país euroasiático y sus amplios territorios aledaños. Son cerca de treinta años de feroz dominio político, y esto significó la eliminación física (asesinato), el destierro (interno y externo), la persecución, la marginación y la anulación de miles y miles de personas que quedaron ahí silenciadas e invisibles.
Por eso es tan importante que se haya divulgado todo este tiempo a autores como Mijaíl Bulgákov (‘Corazón de perro’), Andréi Platónov (‘Dzhan’), Isaak Bábel (‘Caballería roja’), Marina Tsvietáieva (‘Un espíritu prisionero’), Varlam Shalámov (‘Relatos de Kolimá’) ..., porque esos autores y sus libros dan cuenta acerca de aquel lapso dramático que se ha querido ocultar y que ahora al ‘plantar’ a Stalin (el verdugo de todos ellos), se pretende hacer ‘tabula rasa’ de la historia rusa contemporánea.