Un “hombre normal”, un “abuelo cariñoso”, un “padre querido”: así describen conocidos y familiares a Dominique Pelicot, un electricista jubilado de 71 años que invitaba a desconocidos por internet para que, durante la noche, violaran a su esposa mientras ella estaba inconsciente. Entre 2011 y 2020, se registraron 92 violaciones cometidas por 72 hombres, incluyendo funcionarios públicos, trabajadores de ambulancias, soldados, guardias de prisión, periodistas y concejales municipales. Según sus conocidos, eran “hombres normales” y “buenos tipos”.



No todos los hombres, pero muchos hombres; aunque algunas feministas sostienen que “todos los hombres son violadores en potencia”. Este evento, cobarde y brutal, cometido por “hombres normales”, nos invita a reflexionar sobre este juicio. Recuerdo haber escuchado esta frase de una feminista española hace algún tiempo. Por supuesto, me sentí ofendido y consideré que era una injusticia que esa mujer nos llamara violadores a todos los hombres. Nunca podría considerarme un violador, nunca. Pero, ¿y si tal vez hay algo de cierto en ello?

Al leer sobre este caso en particular, surgen serias dudas al respecto y me lleva a reconsiderar mis críticas hacia esa afirmación que realicé hace algunos días en un artículo de opinión publicado en este medio. ¿Y si, dadas las circunstancias y la situación, estuviera dispuesto a participar en un acto de esta naturaleza? Cuanto más leo sobre el caso, más dudas me embargan.



En nuestro país, el Ministerio Público reveló que del 1 de junio de 2023 al 31 de mayo de 2024 ocurrieron 3,018 casos de violaciones, lo que representa más de 8 violaciones sexuales por día. Sin embargo, esto contrasta con la afirmación de que vivimos en el país más seguro del continente. Cuando un país fundamenta su seguridad pública en la ausencia o disminución de homicidios, trivializa otros tipos de violencia, como la violencia contra la mujer.

Es evidente que la violencia sexual no recibe la importancia que merece en nuestro país, lo cual se refleja en las críticas hacia la fiscalía por el escaso acompañamiento que reciben las víctimas. Los procesos son largos y muchas veces revictimizantes, y se estima que un 25% de todas las acusaciones no se demuestran. Esto subraya la necesidad urgente de que el personal de la fiscalía se especialice y cuente con más recursos para manejar adecuadamente este tipo de violencia.

A lo largo de la historia, la violación ha sido justificada en diversas culturas mediante una combinación de normas sociales, creencias patriarcales y estructuras legales que han minimizado el impacto del delito y han deshumanizado a las víctimas. Una mujer con casi 50 años de matrimonio y tres hijos, que confiaba ciegamente en su marido. Gisele Pelicot, califico el proceso judicial como el juicio de la cobardía. Según ella, en Francia se sigue trivializando la violación, en una sociedad machista y patriarcal. Pareciese que aun en nuestros tiempos seguimos viviendo bajo el código de Hammurabi, el código legal babilónico, que consideraba la violación como un delito contra la propiedad del esposo. La violación vista como un derecho masculino, de los romanos. La noción de que el matrimonio confería derechos absolutos sobre el cuerpo de la esposa y que llevo a muchas sociedades a considerar la violación conyugal como un concepto inexistente o irrelevante.

La cultura de la violación, concepto que surge en el siglo XX y que describe como actitudes sociales normalizan y trivializan la violación sexual. Así, según los entendidos ha venido evolucionando a lo largo de la historia el concepto de violación. Para Gisele, en su país Francia persiste la cosificación de la mujer, ella es un ejemplo viviente de ello. Para su exmarido y 72 hombres más, ella era un cuerpo inerte, una cosa, tirado sobre una cama, listo para ser utilizado sexualmente por todos esos hombres “normales” y “buenos”. El drama y sufrimiento, no solo para ella, sino su familia entera, sus hijos, sus nietos, es abrumador. Su familia esta totalmente destruida y nunca volverá a ser igual. La sombra del violador esposo, padre y abuelo siempre estará sobre ellos.

La discusión sobre si todos los hombres son violadores en potencia plantea cuestiones profundas sobre la masculinidad, el patriarcado y las dinámicas de poder en nuestra sociedad. Es fundamental reflexionar sobre estas afirmaciones y considerar cómo se relacionan con nuestras propias experiencias y percepciones.