Alguna vez, de pasadas, leí una crónica sobre una cantante de origen catalán que cantaba flamenco; acompañaba la nota una fotografía en blanco y negro de una joven bien plantada, con cierto aire pop, en estudiada pose de promoción.

Así que, como el flamenco, el cante jondo y en general todo lo relacionado con Al-Andalus, el Sefarad, Maimonides, el cantejondo, las bulerías, Manitas de Plata, Gipsy Kings, García Lorca, Manolete, Gitanillo de Triana, Lola Flores me son tan íntimo, me dio curiosidad por oírla cantar, ya que la presentaban como la expresión contemporánea del flamenco.

Y vaya que es expresión contemporánea del flamenco, según los tradicionalistas, que manifestaron su molestia. Cómo si el flamenco tuviese carta de inamovilidad, porque de ser así, pues no habría bulería; además, a partir de cual momento se hizo inamovible, porque el flamenco es una evolución arrastrada con los gitanos y su errante dolor.

No obstante mi curiosidad, por azar oí unas estrofas de Rosalía que tuve que poner toda mi atención porque no la entendía, me pareció rap, ese estilo urbano desgarbado, sin musicalización surgido en las grades urbes americanas, y luego en algunas ciudades hispanoamericanas siguiendo el compás. El rap, el reguetón lo identifico como una expresión humana básica comercializada y musicalizada, de mal gusto y totalmente vulgar.

Además, absolutamente irrespetuoso con la mujer, inaceptable; aunque muchos defensores de los derechos humanos lo dejaron pasar, por aquello de la inclusión, el igualitarismo y el wokismo que excluye la dignidad de lo femenino. De modo que cambié la emisora con cierta decepción.

Más estaba equivocado en mi prejuicio inicial. Rosalía es fenómeno musical, rompe paradigmas, reta lo convencional sin el recurso facilista de lo comercial o chabacano. Experimenta en los diferentes géneros, cuando canta flamenco lo hace con las tonadillas y golpeteo de las manos original, introduciendo sonoridades musicales del momento que le toca vivir, el pop y la llamada música urbana (ritmo latinoamericano surgido en Nueva York) con esa voz de soprano que posee bien cultivada y controlada, a tono con el rasgueo de las cuerdas de la guitarra que le acompaña.

Y sí, cursó ocho años, desde su trece,  en la Escuela Superior de Música de Cataluña, vocalización, escritura, guitarra, piano, posturas y flamenco. ¿Y por qué el flamenco en la Coruña? Pues por la cantidad de emigrados de Andalucía y su entorno, de los cuales todos sus amigos de infancia y juventud procedían de la tierra del flamenco, y algo se le pego, por fortuna para ella, y sus seguidores.

El hecho es que para atrapar mi atención y echar por tierra todos mis prejuicios iniciales, leo unas declaraciones del Cardenal José Tolentino de Mendoza de la Iglesia católica de Portugal, donde afirma  “Rosalía revela la sed espiritual del arte contemporáneo. Su obra, capta la necesidad que existe en la sociedad de "fomentar una vida interior y de valorar la experiencia religiosa”.  Y agregó, “Cuando una creadora como Rosalía habla de la espiritualidad quiere decir que ella capta una necesidad profunda de la cultura contemporánea de acercarse más a las razones espirituales, de fomentar una vida interior, de valorar la experiencia religiosa como una experiencia fundamental, un ingrediente fundamental en la construcción de lo humano”.

Declaración que hizo al referirse a la presentación que hizo la artista a su ultimo disco que tituló LUX, entre el cual destaca Berghain, cantada en cuatro idiomas,  acompañada por la Orquesta y Coro de la Sinfónica de Londres.

Fue allí donde nació mi verdadera curiosidad sobre la joven artista, no solo de la voz, sino en la creatividad en la escena y la letra de sus canciones compuestas en cortante juego de palabras que narran episodios, sentimientos, bajezas y grandezas de lo humano. Poesía, poesía de nuevo cuño, diría. Juego de palabras acusatorias, redimidas, espirituales, ansiedades, dudas, lo humano y lo divino, lo blanco y lo negro, el bien y el mal. La necesidad de lo espiritual ante el vacío existencial.

Las trascendencia divina que es la perfección, ante la realidad de su creación que es imperfecta, débil, transgresora, sometida a tentaciones, negaciones e incomprensiones, pero humana. La religión no como regla de conducta rígida, inapelable y de obediencia, sino interpretada o asumida como relación de lo humano con lo divino, lo espiritual con lo carnal, sin exclusión. Todo ese conjunto que ha conmovido los cimientos de la propia fe, la existencia de lo divino, donde aparece un Sigmund Freud al lado de San Francisco para intentar explicar la naturaleza el hombre.

A esta joven catalana de temple andaluz hay que escucharla detenidamente, gozar su ritmo y disfrutar del espectáculo con el que se rodea en cada uno de sus conciertos, casi con vida propia,  seguirle la pista; porque además, no ha dejado de ser la joven sencilla que fue en su infancia que ahora a sus 33 años y juventud, revoluciona  el concepto mismo de la interpretación, es   igualmente una empresaria estupenda que sabe lo que es y representa. Vale la pena no solo oírla y observar musicalizar su poesía a ritmo de pop o de flamenco contemporáneo, sino aceptar el reto de reflexionar sobre lo divino frente a lo humano, que ha sido una constante en el hombre desde su creación.

*Juan José Monsant Aristimuño, diplomático venezolano, fue embajador en El Salvador