La pregunta interna siempre es una de las mejores que podemos hacernos; porque es auténtica ante lo que queremos saber y si aún nos es posible, comprender. Así, en esos arremolinados pensamientos que no se desligan de la realidad que nos abrasa y frente a lo obtuso que puede llegar a plagar a la misma mente humana, surge la pregunta de dónde nace la necesidad de idolatrar, solo apareció o estaba por allí, en aquellos vacíos que se lían con el silencio de la inconformidad y la incesante búsqueda de identificación con algo.

Si buscamos en que momento de la historia aparecieron los ídolos, encontraremos que dicho constructo social ha estado implícito en el pensamiento colectivo desde siempre.

Dicha concepción es sustentada en lo imaginario y producto del pensamiento humano que, por naturaleza, va como el agua que se desborda pero que se contiene y toma su forma según encuentra límites al paso. Estas líneas divisorias que se colocan frente a la razón, fueron edificadas generaciones atrás; como una necesidad humana de pertenencia y de redefinición, así mismo aquel sentido errante que desde los anales del tiempo ha anidado en el hombre, ante el Universo que es mucho más grande de lo que el pensamiento puede abarcar.

Emulando a Francis Bacon, filósofo inglés, nos explica la estructura de pensamiento que puede dar pie a la formación de los ídolos o como estos llegan a convertirse en narrativas personales, inspirando e impactando vidas de manera profunda. La llamó la teoría de los cuatro ídolos. Empezando con los  de la tribu; acá están todas aquellas primeras impresiones y conclusiones que el hombre logra formular de lo que tiene frente a si, casi como un pensamiento salvaje. Luego, los ídolos de la Caverna, en este nivel de conciencia, encontramos un razonamiento bastante individual, algo que define en gran manera su forma de ser ante lo que debe razonar.

Continuando con los ídolos del Foro, acá ya está el de intercambio de ideas con las demás personas. En este momento es crucial que estas ideas, sean bien entendidas o mejor aún, correctamente expresadas, sino la persona que utiliza su razonamiento como recipiente y no como una llave, constantemente tendrá conceptos erróneos que harán su comprensión equivocada frente a la realidad.

En una homologación con nuestro tiempo, en este grupo vendrían siendo la comunicación mediática, la variedad de influencers y demás personas que pueden contribuir en la formación de pensamiento e ideas en adeptos a redes sociales; interpretando dichos contenidos como realidad irrefutable, que la mayoría de veces no concuerda con la circunstancia individual. Y el cuarto grupo es el  de los ídolos del Teatro. Este último de los cuatro grupos que distorsionan el razonamiento, es uno de los más tramposos y a la vez cómodos para las personas de poca o nada reflexión.

En este grupo yacen todas las formas de pensar impuestas por tradición, los variopintos axiomas que se convirtieron en fabulas y otras enseñanzas que se generalizaron  y se volvieron irrefutables. Craso error para las nuevas generaciones no cuestionarlas o al menos extraer solamente la buena intención con que fueron dichas. Ya que no existen máximas que podamos aplicar a todo.

Ante estas redes e “ídolos” que moldean el pensamiento con su contenido, es nuestro deber reconocer y cuestionar, no simplemente seguir en repeticiones, sino evolucionar perspectivas. Porque es en el razonamiento libre que notamos la fragilidad de la vida, su finitud y la banalidad  que existe ante la fascinación y exaltación que produce un ídolo de cualquier naturaleza.

Si hay un ritual a practicar debería  ser es el de apreciar y agradecer en conexión directa a lo divino, cada latido de nuestros corazones en este plano existencial

*Ivette María Fuentes Cortéz es Lic. en Ciencias Jurídicas