Desde que Robert Baden Powell fundó la Asociación Scout, millones de niños aprendieron a remar su propia canoa. Lo cual significa entregar a un ciudadano integral. Ser scout es una gran aventura, el que ha vivido el escultismo jamás olvidará tantas experiencias y enseñanzas.

No quiero comparar un niño o un joven que nunca fue scout con uno que remó su propia canoa, lo que puedo decir es que un scout aprende muchas cosas de la vida, de la naturaleza y de Dios.

Cuando los padres de familia llevan a sus hijos a las reuniones, depositan la confianza en los dirigentes. Los niños aprenden a saludar, a ser educados, a trabajar en equipo. Aprenden a armar una tienda de campaña, a cocinar, a ser independientes; en resumen, aprenden liderazgo.

Los lobatos escuchan historias de los scouts, las noches en los campamentos se hacen cortas; ya que, esos momentos son inolvidables. Escalar una montaña con el espíritu del escultismo es más fácil para los miembros scouts.

Cada miembro es como una piedra sin pulir, poco a poco va aprendiendo esa filosofía que es única a nivel mundial. Claro, se le pone a prueba, las primeras semanas es para adaptarse, es para que aprendan a tomar los remos y luego los retos.

Un niño explorador aprende a amar la naturaleza, cada dirigente lo lleva a campamentos en donde lo deja que experimente con la flora y fauna. En cada campamento que asiste aprende muchas cosas; sin embargo, lo más importante es que hace amistades. Los niños van aprendiendo de personajes míticos como: Aquela, Kaa, Baloo, etc.

Cada insignia representa que superó un obstáculo, cada “Siempre listo” representa orden, disciplina, respeto y lealtad. El que aprendió escultismo lleva marcado en su mente y corazón, no solo una huella, sino una bastedad de experiencias con aprendizaje no formal. En esos años de aprendizaje se ha logrado aprender en las diferentes ramas: Lobatos, Scouts, Caminantes y Roberts.

Lo mejor que le puede pasar a un scout es acampar en las montañas, en una playa, acostarse en la grama o en la arena y ver las estrellas. Todos entregan un pedazo de corazón cuando prestan servicio a la comunidad. Las tertulias interminables con sus compañeros los llevará hasta su último aliento. ¡Vamos!, remen su propia canoa y dejen un mundo mejor.

Cada scout debe de invitar a otros niños y jóvenes para que pertenezcan a una de las mejores asociaciones, sin duda alguna. Si abre su mente y corazón podrá desarrollar muchos y diferentes valores como: empatía, buena convivencia, urbanidad, civismo, amor a Dios, a la naturaleza y a la familia.

Esta carta se la dedico a mi hija Alejandra Valeria López Villatoro quien el 5 de octubre tuvo la despedida como Scout del grupo 7 Ricaldone; ya que, culminó su etapa de escultismo a sus 22 años. Como padres nos sentimos satisfechos de haberla llevado desde sus 5 años al grupo. Ahora sabemos que fue la mejor decisión. Mis tres hijas llevan el sello del escultismo y exhorto a los padres de familia que inscriban a sus hijos en la sede más cercana. Y, nunca nos olvidemos de la canción de la despedida en donde se forma un círculo y todos se toman de las manos entrelazadas: “No es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós, muy pronto junto al fuego nos reunirá el Señor”. Esa tarde lluviosa reunidos en la sede de la Asociación Scout, las lágrimas le resbalaron en el rostro de Valeria.

Agradezco a Amilcar, Wendy, Jaime, Yesenia y Edu por haber recibido a mis hijas en la manada Olimpo; a Emma por su paso a caminantes y a Evelyn, Omar por su cariño y su carisma demostrado. Gracias Walter por el apoyo. A la consejera de Clan Abigail. Que el dogma y espíritu scout prevalezca para siempre. “Traten de dejar este mundo en mejores condiciones de cómo lo encontraron”. Baden Powell.

* Fidel López Eguizábal es docente e investigador Universidad Nueva San Salvador

fidel.lopez@mail.unssa.edu.sv