El evangelio según Mateo 16:13-17, dice así: Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Al principio los discípulos del Señor Jesucristo no tenían clara su naturaleza divina, por ello eligieron a la suerte, pensar que podría ser otra versión de Juan el Bautista, y ciertamente la comparación, era genuina puesta que se trataba de un gran siervo de Dios, otros dijeron que era Elías, acá la comparación iba mejorando puestos que este gran profeta en una ocasión resucito al hijo de la viuda de sarepta. Luego trajo fuego del cielo y mato a los profetas de Baal (450), en una ocasión oro para que no cayera lluvia por tres años, es decir que este profeta Dios lo doto de poder y autoridad.

Luego compararon a Jesús con el profeta Jeremías, quien se caracterizó por soportar con una inquebrantable entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de ciertos reyes de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o arrojado a las mazmorras. Es decir que el profeta Jeremías, acepto con humildad su posición de servidor, fue obediencia a Dios y tuvo una fe firme. Aunque estas comparaciones que hicieron los discípulos de Jesús no eran despreciables desde el punto de vista humano. No reflejaban la naturaleza divina ni la deidad de nuestro glorioso Señor Jesucristo, la cual había sida revelada por Isaías 9:6 que Dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.



Sin embargo la generación actual (no todos), al igual que los discípulos de Jesús, tienen una concepción de quien es Jesús, para ellos. Por ejemplo, según una investigación de Barna, más de la mitad de los estadounidenses (52 por ciento) están de acuerdo en que Jesús " cometió pecados como los demás". Y no solo eso, sino que, en una encuesta del año 2022, el 53 por ciento dijo que Jesús “no era Dios”.

No hay duda que las personas están contaminadas con el relativismo y el postmodernismo, que piensan que no hay una vida después de la muerte, por esa razón eliminan de su pensamiento la necesidad de un salvador. Ahora bien, Jesús, es el Hijo de Dios, que se despojó de los privilegios de ser Dios que había disfrutado por la eternidad, se humilló para experimentar la vida como la vivimos nosotros (Filipenses 2:5-8). Él soportó el peso de las tentaciones, ¡pero nunca pecó!

Aun así, nuestro glorioso Señor Jesucristo entiende por lo que estamos pasando. Y nos amó tanto que estuvo dispuesto a morir para pagar un castigo que no merecía. ¡Murió para pagar por mis pecados y los tuyos! Y pensar en Jesús como pecador es una creencia herética y diabólica. Si no creemos que Él no tenía pecado, como dice la Biblia, cómo podemos creer que Él perdonará nuestros pecados, como dice Hechos 2:38 “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”

Ahora bien, los musulmanes ven a Jesús como un profeta amado, un maestro, un líder espiritual pero no lo aceptan como Dios. Los ateos piensan que Jesús fue un buen hombre y sabio, aceptando sus enseñanzas morales, pero rechazando la idea de que sea divino. Muy a pesar de ello Juan 11:25-26 Dice así: Le dijo Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” Por lo tanto el Señor Jesucristo, nos redimió de la maldición del pecado, nos compró del mercado de esclavos, nos justificó y nos salvo de la condenación eterna.