Una noche recibí una llamada de David quien me contó que iba a comenzar a dar clases en una universidad privada, por lo que deseaba reunirse conmigo para que le diera algunos consejos sobre pedagogía superior. Nos reunimos un fin de semana y durante una mañana entera platicamos sobre diversos temas, pero especialmente sobre las clases universitarias. David Helman Cruz Guevara, ya era el jefe de comunicaciones del Gabinete de Seguridad Pública y al final le auguré que sería un buen catedrático porque a leguas se le notaba que lo suyo era compartir sus conocimientos y que tenía el talante de un buen profesor universtario.



A David, de 28 años de edad, oriundo de Tecapán (Usulután) lo conocí a sus 19 o 20 años cuando comenzó a trabajar como reportero de un canal televisivo de alcance nacional. Él había trabajado en un canal local de Santiago de María y gracias a que demostró mucha capacidad pronto emigró al canal 21 y comenzó a estudiar comunicaciones graduándose de licenciado.

Le asignaron la fuente judicial y comenzó a llegar a mi oficina para enterarse de los casos mediáticos a los cuales les daba cobertura, casi siempre era el primer periodista en llegar y buscaba hablar conmigo para que le ampliara sobre el tema e ir “bien informado” a las audiencias y luego obtener las versiones de fiscales, defensores y demás partes involucradas. Al terminar las audiencias y su trabajo reporteril me volvía a buscar para que le aclarara alguna terminología jurídica para no equivocarse en sus despachos noticioso.



A su corta edad mostraba mucho celo profesional y responsabilidad. Odiaba equivocarse por eso optaba por quedarse en las audiencias cuando había acceso autorizado sin importarles si terminaban muy noche. Él, como mucho otros periodistas, solían comer cualquier suerte de cena en los pasillos del centro judicial y a veces salir hasta la medianoche.

Le gustaba platicar conmigo y a mi con él. Me hablaba de sus padres, de sus abuelos, de sus amigos pueblerinos y de su querido Tecapán donde era amigo de todos. Recordaba su infancia en los alrededores del mercado de su pueblo y a sus compañeros de escuela y bachillerato y hasta me llegó a decir que su sueño era graduarse de la universidad, formar una familia, consolidarse como profesional y al final, ya jubilado, regresar a Tecapán a vivir su retiro. Era apenas un veinteañero y ya tenía el esquema de su vida.

David era muy querido y respetado por el gremio periodístico. Me gustaba verlo haciendo los enlaces en vivo porque eran muy precisos. Tenía una buena dicción, una retentiva de genio y una narrativa muy eficiente y elocuente. Parecía que estaba leyendo, cuando en realidad estaba recreando con un alto nivel de exactitud. En la oficina de comunicaciones teníamos la certeza que los despachos de David eran objetivos sin nada que reprochar.

Un día me llamó para disculparse porque en la edición vespertina había dicho equivocado el nombre del tribunal, pero logró corregirlo y en la edición nocturna el error fue subsanado. La cobertura judicial es muy compleja y requiere mucho esmero, por eso son muy comunes los yerros de los reporteros que confunden términos o datos, empero era la primera vez que un reportero llamaba para reconocer su equivocación. Siempre hay que llamarlos para tratar de corregir las imprecisiones.

A David le gustaba ser bromista. Muchos colegas le decíamos Heman, su segundo nombre el cual no le gustaba y culpaba a su padre por haberlo inscrito así por la caricatura “He-Man y los amos del universo”. También le decíamos “Jorge el curioso” porque siempre andaba preguntando y curioseando sobre el acontecer. Nunca lo vi enojado y nunca me faltó el respeto, siempre andaba sonriendo y dispuesto para entablar buenas pláticas. A mi oficina llegaba, me pedía un café y de vez en cuando el préstamo de algún libro ya sea de leyes o de comunicaciones.

Un día me contó que ya no iba a trabajar en el canal y meses después me llamó para hablarme de su nuevo empleo en el Gabinete de Seguridad y ponerse a las órdenes. Me alegré por él y le aconseje que asumiera con mucha responsabilidad y esmero porque estaba logrando el anhelo de cientos de comunicadores. Conociendo a David siempre supe que iba a realizar un excelente papel en su nuevo cargo, pues pese a su juventud desbordaba capacidad y deseos de crecer profesionalmente.

Casado y con un hijo de tres años, al cual adoraba con todas las fuerzas de su ser, David denotó siempre mucha responsabilidad, por eso el domingo pasado estuvo presto para ir a la frontera El Amatillo, donde el Estado hondureño entregó un profugo salvadoreño capturado en se país. Viajaba en el helicóptero junto a militares y las máximas autoridades de la Policía Nacional Civil (PNC). La noche fue fatídica.

Cerca de la medianoche, un amigo en común me llamó para darme la trágica noticia de la muerte de David. Pensé que estaba soñando, pero luego al verificar en las redes sentí la angustia de perder a un amigo y no pude evitar las lágrimas. David tenía edad para ser mi hijo, por eso me sentía orgulloso de él, por su nivel de profesionalismo y su logros personales.

De las nueve personas que murieron la noche del domingo pasado, conocí también al director general de la PNC, comisionado general Mauricio Arriaza Chicas y al subdirector general, comisionado Douglas Omar García Funes. Ambos mayores en edad que yo fueron mis alumnos en una universidad privada cuando cursaban las asignaturas generales de la licenciatura en Ciencias Jurídicas. Por los dos tuve mucho aprecio y ellos en más de alguna ocasión me recordaron que fui su catedrático a quien no le importaba que ambos fueran militares, porque igual les exigía académicamente. Mauricio y Douglas, descansen en paz. Vayan mis condolencias para todos los dolientes de todas las víctimas del accidente.

El tiempo y las investigaciones dirán las causas del siniestro, las cuales debe conocerse para evitar cualquier especulación. Por ahora sabemos que ocho de las víctimas murieron como héroes nacionales en el cumplimiento del deber. Cuando el hijo de David pregunte por su padre se sentirá henchido de orgullo y amor cuando le digan que fue un héroe, un destacado periodista que amó su profesión y que adoraba a su familia. Un amigo noble, sincero y excelente ser humano.

David, seguramente han abierto una nueva cadena televisiva en el cielo y tú serás el reportero estelar que hará los enlaces en vivo. Hasta pronto amigo. Descansa en paz porque tu vida valió la pena y dejó una huella incapaz de borrarse.