La Dirección de Obras Municipales (DOM) es una organización gubernamental descentralizada que tiene como objetivo cumplir con la Ley de Urbanismo y Construcción así como con el Plan Regulador Comunal y de las ordenanzas y disposiciones legales y reglamentarias que regulen las construcciones y las obras de urbanización que se ejecutan el territorio nacional.



Cuando se creó la DOM siempre se dijo que era con la finalidad de acabar con el abandono en que se encontraban los entonces 262 municipios y el mal uso que hacían muchas administraciones edilicias del dinero que se les asignaba a través del ya desaparecido Fondo para El desarrollo Económico y Social de El Salvador (FODES).

Y es que muchos alcaldes y concejales de todos los colores partidarios fueron procesados judicialmente por enriquecimiento ilícito, malversación de fondos, incumplimiento de deberes, administración fraudulenta, desviación de fondos y otros delitos, por seguir esquemas corruptos y hacer mal uso del dinero que el Estado les daba a las comunas en calidad de Fodes.



A partir del manejo corrupto del dinero que jefes edilicios y regidores hacían del dinero que los salvadoreños les dábamos, muy pocos vieron con mal ojo la creación de la DOM, aunque surgió la duda razonable de llegar a pensar que dicha institución iba a desarrollar obras con mayor énfasis en los municipios gobernados localmente por el partido en el gobierno central. Creería que no ha sido así pues la DOM está trabajando en los 44 municipios de El Salvador.

En los 262 distritos la DOM ha realizado distintas obras, pero en los distritos del interior del país es conocida principalmente por reparar o reconstruir calles y caminos vecinales, lo que ha una vez finalizado los proyectos ha generado mejores condiciones de movilización.

Sin embargo, quiero señalar algunas deficiencias de la DOM que ha llevado al descontento de muchos. Aunque son muchos casos, quiero centrarme en uno que conozco muy bien y me refiero a la reparación del sistema de calles, avenidas y pasajes de Olocuilta, lugar que suelo visitar a menudo porque es mi ciudad natal.

Resulta que hace varios meses la DOM comenzó a intervenir las calles, levantando el cemento y el asfalto en algunos tramos, siendo en apariencia innecesarios en algunos sectores, cerrando el paso vehicular. Tras varios meses y cuando aún no han terminado rompen otras calles, luego las cuadrillas de trabajadores y la maquinaria se va a romper otro tramo y cierran otro paso, teniendo a buena parte de la ciudad bloqueada. En síntesis, no terminan una vía cuando ya rompen otras.

Repentinamente abren una vía y sin ninguna justificación aparente dos o tres días después la vuelven a cerrar sin hacer ninguna obra más. En este momento la calle El Naranjo, reabierta hace más de un mes, permanece nuevamente cerrada sin que al parecer sea necesario ese cierre. Al preguntarle a los trabajadores ellos responden que los encargados ordenan cerrar y ellos solo cumplen. A veces cuadrillas de más de hasta 20 trabajadores son enviados a reparar un deterioro, donde solo son necesarios a lo sumo dos obreros.

Lo mismo que sucedes en la calle El Naranjo has pasado en todas las que ha intervenido la DOM en Olocuilta, un municipio que literalmente se encuentra ausente de alcalde y que desde la administración edilicia pasada no había sido objeto de proyectos de desarrollo local. Al contrario, en la administración edilicia anterior no hubo proyectos y en la actual tampoco, salvo las obras que realiza el gobierno central a través de la DOM.

El problema, entonces, no son las obras viales que realiza la DOM, sino el desorden que generan porque los concejos no intervienen y porque la participación edilicia es la de un simple espectador incapaz de pedir explicaciones. En estas obras la participación edilicia es nula. Aparentemente tampoco hay controles efectivos dentro de la DOM que supervise el cumplimiento ordenado de los proyectos. Los mismos trabajadores reconocen que en ocasiones se la pasan sin hacer nada o que en pequeños tramos en reparación se asigna a cuatro o más empleados para queden vía al mismo tiempo.

Situaciones similares han vivido otros distritos como Cuyultitán, donde las calles han permanecido cerradas por meses. El cierre, a veces innecesario, ha afectado no solo a los conductores y peatones, sino también a los comerciantes y a los mismos vecinos que no pueden acceder a sus cocheras ni a dejar estacionados sus vehículos frente a sus casas.

En Olocuilta, en invierno pasado la DOM intervino y abandonó la calle El Chilamate, dejando un lodazal que hacía imposible el paso en vehículo y a pie. Los vecinos se exponían a sufrir percances pues para ir a estudiar, trabajar o salir de su comunidad tenían que hacerlo a través de bordos y haciendo uso de lazos. En casos de emergencia vehicular tenían que ir dar la vuelta casi 40 kilómetros para llegar al centro de la ciudad. Hasta hace poco la calle fue habilitada por completo. En el tiempo que estuvo los vecinos nunca fueron visitados por el alcalde o su representante a efecto de encontrar una solución.

La población está contenta con la remodelación vial del distrito de Olocuilta, pero sí inconforme con la irresponsabilidad de los encargados de las obras que en apariencia no son supervisados por nadie y que hacen su antojo. Supervisores de la DOM deben procurar que durante la ejecución de las obras viales se reduzcan los desórdenes y que las obras sean puntuales. Se trata de trabajar a favor de la gente.

* Jaime Ulises Marinero es periodista