Las microempresas en los países en desarrollo desempeñan un papel fundamental en la economía. No solo ofrecen bienes y servicios en el mercado, sino que también constituyen importantes fuentes de empleo familiar y oportunidades de autoempleo. Además, representan alternativas viables para trabajadores desempleados, fomentan el empoderamiento económico de las mujeres y actúan como mecanismos de protección ante la violencia de género y factores que impulsan la migración. Sin embargo, la relevancia de cada una de estas dimensiones varía según el nivel de desarrollo y la realidad socioeconómica de cada país.

Según estimaciones del Observatorio MYPE de FUSAI, en El Salvador existen aproximadamente un millón de microempresas, incluyendo a los trabajadores por cuenta propia y a los productores agropecuarios. Esta cifra representa el 94% del total de las unidades económicas en el país. De estas, aproximadamente el 60% están dirigidas por mujeres, mientras que el 40% restante está a cargo de hombres.

De acuerdo con las estimaciones de FUSAI, aunque las microempresas están repartidas por todo el territorio nacional, su concentración es mayor en las zonas urbanas. El millón de microempresas existentes, además de emplear a sus propietarios, generan otro millón de empleos, aportando en conjunto más del 70% del empleo total en el país. De estos empleos, el 46% están ocupados por hombres y el 54% por mujeres.

Adicionalmente, es relevante destacar que fundar una microempresa reduce en un 40% la intención de emigrar entre los emprendedores que antes de poner su negocio estaban considerando esa posibilidad.

El informe sobre El Estado de la MYPE en El Salvador, publicado por FLACSO y FUSAI el pasado 29 de agosto, revela que entre 2017 y 2023, las microempresas aportaron en promedio el 42.9% del PIB, consolidándose como el principal motor económico del país. Este aporte tiene un impacto directo en el bienestar general de la población: cuando las microempresas prosperan, la mayoría de las familias también prospera; cuando enfrentan dificultades, el efecto se siente a nivel nacional.

Una observación del desempeño de las microempresas en los últimos siete años respalda esta afirmación. Entre 2016 y 2019, su contribución al PIB creció ligeramente, lo que ayudó a reducir la pobreza y la desigualdad. En 2020, si bien la pandemia de COVID-19 provocó una caída del PIB en un 7.9%, la contribución de las microempresas al PIB aumentó. Esto resultó en un incremento de la pobreza de solamente 3.4 puntos porcentuales (del 22.8% del total de hogares en 2019 al 26.2% en 2020), mitigado en parte por subsidios y programas sociales del gobierno.

En 2021, la recuperación económica parecía prometedora para las microempresas, con un crecimiento del del PIB de 10.3%. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del año, la inflación, especialmente en alimentos, comenzó a descapitalizar a las microempresas y afectó el poder adquisitivo de los hogares más pobres, que son sus principales clientes. Como resultado, la contribución de las microempresas al PIB disminuyó, y el porcentaje de hogares pobres solo se redujo del 26.2% en 2020 al 24.6% en 2021.

Durante 2022 y 2023, la persistente inflación, que actúa como un impuesto regresivo sobre los hogares de menores ingresos, continuó reduciendo la contribución de las microempresas al PIB, alcanzando un 36.3% en 2023. Debido a ello, a pesar del crecimiento económico relativamente alto registrado en esos años (2.6% en 2022 y 2.7% en 2023), la pobreza y la desigualdad continuaron aumentando. Esto indica que el bajo desempeño de las microempresas tiene un impacto negativo en la mayoría de los hogares salvadoreños.

La importancia de las microempresas en la economía nacional se comprende aún mejor al estimar su contribución al ingreso nacional bruto disponible (INBD) y compararlo con otras variables macroeconómicas. Esto, debido a que el INBD es un indicador más fidedigno que el PIB para medir el ingreso agregado en economías como la salvadoreña, ya que incluye las remesas.

Los cálculos realizados indican que entre 2019 y 2023 las microempresas aportaron, en promedio, el 34.9% del ingreso nacional bruto disponible (INBD), superando a la contribución hecha por las medianas y grandes empresas (27.3%), las remesas (20.4%) y los gastos de consumo e inversión del gobierno (17.4%).

En conclusión, las microempresas son un pilar esencial para la economía de El Salvador. Su desempeño influye profundamente en el bienestar de la población y en la estabilidad económica del país. Por lo tanto, fortalecer y apoyar a estas económicas es indispensable para promover un crecimiento robusto, equitativo y sostenible. Al invertir en las microempresas, no solo estimulamos su desarrollo, sino que también avanzamos significativamente en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

William Pleites es director de FLACSO-El Salvador