Al día siguiente no murió nadie. Se equivoca, amigo lector; la frase anterior no tiene nada que ver con la narrativa del gobierno actual. Así comienza José Saramago su obra "Las intermitencias de la muerte", una novela que nos invita a reflexionar sobre los efectos sociales, económicos, psicológicos y políticos que surgirían si la muerte dejara de existir y el ser humano pudiera abrazar la eternidad. ¿Quién no desearía ser eterno entre nosotros?



Según diversos expertos, la ciencia está avanzando hacia la posibilidad de extender la esperanza de vida hasta los 150 años. Desde tiempos antiguos, el ser humano ha anhelado la eternidad, como lo evidencian las investigaciones de los alquimistas medievales, los estudios de los cosmistas rusos en el siglo XX y los esfuerzos actuales en laboratorios de todo el mundo. La inmortalidad parece más cercana que nunca según algunos interesados; como señala el director del Instituto de Investigación sobre el Envejecimiento de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York, “estamos justo en el momento de pasar de las promesas a conseguirlo”. Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y experto en transhumanismo, también coincide en que se han abierto nuevas vías para el estudio científico del envejecimiento. Es probable que se desarrolle un medicamento que permita rejuvenecer en pocos años.

Durante la mayor parte de la historia humana, la expectativa de vida de las personas se situaba alrededor de los 30 años. Los avances médicos del siglo XX y XXI ya han logrado aumentar la expectativa de vida en promedio mundial de 72 a 74 años gracias a acciones de salud pública y medicina. Aunque el enfoque inicial fue en la población de menores de 5 años con intervenciones enfocadas a prevenir y curar enfermedades infecciosas y la malnutrición, especialmente en países pobres.En las últimas décadas del siglo pasado, la adición en años de longevidad se centró en adultos y adultos mayores, en lo que se ha denominado “tiempo fabricado”, es decir, tiempo de supervivencia gracias a intervenciones médicas y de salud pública.



Los enfoques actuales para alcanzar la inmortalidad son mucho más sofisticados, inaccesibles para las mayorías, e incluyen: manipulación genética, Clonación, y la Criogenia y Microbiotica. Estos avances plantean desafíos éticos y sociales significativos. ¿Qué implicaría vivir para siempre? ¿Cómo afectaría a nuestras relaciones personales y a la estructura social? La posibilidad de que solo los más ricos puedan acceder a estos avances podría aumentar aún más la desigualdad.
¿Realmente queremos como humanidad lograr la eternidad? ¿O vivir hasta los 150 años?

Somos humanos, parte del reino animal, con un ciclo definido de nacer, vivir y morir. Sin embargo, alcanzar la inmortalidad podría eliminar la necesidad de la resurrección y de la religión, y tal vez la reproducción sería vista de manera negativa. Pero sin niños ni jóvenes, ¿quién sostendrá la economía de los ancianos?

Un estudio reciente publicado en la revista Nature, liderado por Jay Olshansky de la Universidad de Chicago, parece desafiar estos sueños de inmortalidad al centrarse en la pregunta: ¿cuánto tiempo más puede vivir el ser humano? Utilizando métricas demográficas de supervivencia de ocho países con las poblaciones más longevas (Australia, Francia, Italia, Japón, Corea del Sur, España, Suecia y Suiza) y en Hong Kong y Estados Unidos desde 1990 hasta 2019, el estudio exploró las tendencias recientes en las tasas de mortalidad y esperanza de vida. Según este análisis multinacional, desde 1990 las mejoras en la expectativa de vida se han desacelerado. La mortalidad en la vejez no ha disminuido a un ritmo que se acerque a lo necesario para lograr una prolongación radical de la vida en este siglo. Además, los resultados sugieren que es improbable que la supervivencia hasta los 100 años supere el 15% para las mujeres y el 5% para los hombres. Esto indica que, a menos que los procesos de envejecimiento biológico puedan ralentizarse notablemente, una prolongación radical de la vida humana es inverosímil en este siglo.

Al día siguiente no murió nadie, pero tampoco nació nadie; todos comenzamos a envejecer... eternamente.