El totalitarismo castrista esta inmerso en un proceso de auto demolición con independencia de los actos en contra de sus opositores. La crisis social que enfrenta es muy profunda, consecuente, con el océano de mentiras y mitos sobre los que construyo su abusiva ficción.



El conocimiento de la realidad por parte de la población fragiliza el control social e incrementa la falta de confianza de la población en las autoridades. Las personas se están percatando que han vivido engañadas, manipuladas, realidad que no satisface a nadie.

Durante décadas la inmensa mayoría de los cubanos sufrieron en alguna medida la represión política, más de medio millón de ciudadanos han transitado por las prisiones entre un día y 30 años. Miles de familias tienen un fusilado en su seno.



La miseria solo ha guardado distancia de las elites. La pobreza está en todas partes, con el agregado de un fanático sectarismo, del que no se escapaban las preferencias sexuales. No obstante, el régimen, por medio de la vigilancia y represión, oculto todo lo que pudiera dañar la imagen de paz y sosiego que buscaba presentarle tanto a cubanos como extranjeros, incluido los problemas sociales.

Lo hicieron tan bien, que una popular canción en la que asesinaban a “Lola” a las tres de la tarde, un atroz feminicidio diría hoy, desapareció de las ondas radiales, al igual que las crónicas rojas de los medios de prensa.

Fue impactante, los medios dejaron de informar sobre bodas, bautizos y fiestas, además de asesinatos y peleas callejeras, como si la clase social en extinción fuera la responsable de esos desaguisados. Todavía más, los rumores, las “bolas”, como decíamos, se extinguieron porque era desinformación y con esa acusación terminabas preso.

Desgraciadamente no faltaron sujetos que se creyeron el cuento, ya que colaboraron en la gestación y desarrollo de un silencio cómplice que ocultaba los abusos políticos y las injusticias sociales.

Los Castro por decreto hicieron creer a tirios y troyanos que en su paraíso no existía la violencia doméstica, robos y menos asesinatos, salvo, los que los propios gobernantes cometían al ejecutar a miles de sus ciudadanos por conspirar en su contra.

Cierto que la violencia en cualesquiera de sus expresiones esta presente en toda sociedad, sin embargo, en Cuba, como parte de la gran farsa que ha sido la dictadura totalitaria, solo conocían de una tragedia, los vecinos más inmediatos del lugar de los hechos.

Empero, el exagerado control que el sistema totalitario impuso en todo lo referente a la información durante estos últimos 65 años, se está quebrando en el plano político y social, un resultado que sin duda alguna afectara negativamente su sobrevivencia.

La consigna castrista de Patria o Muerte, como apunta el escritor Jose Antonio Albertini, fue útil para la narrativa de patria amenazada, pero los partidarios del totalitarismo aprecian que ya no tienen Patria y solo le restan los muertos y los presos.

El quiebre del silencio no es voluntad de los autócratas sino gracias a una nueva generación de periodistas, que contrario a muchos de sus pares de los tiempos iniciales del totalitarismo callaron por miedo, o simplemente creyeron en las propuestas del falso redentor.

Es importante y justo reconocer los riesgos que corren los que se esfuerzan por informar desde detrás de las murallas del castrismo. Ellos, han escogido un camino difícil, lleno de peligros, en el que la única compensación segura, es la cárcel, y la satisfacción del deber cumplido.

Si la censura política fue efectiva, más todavía lo ha sido la social. Recuerdo que la prensa, alguna que otra vez, reseñaba un fusilamiento o la captura de un grupo contrario a la dictadura, nunca, se informó de un asesinato.

Es una verdad indiscutible que la crispación social en todo el país va en aumento. Los desacuerdos entre vecinos, en ocasiones, terminan en asesinatos, y como si no fuera suficiente la inseguridad social y la falta de protección policial ha incentivado los robos con homicidios, como ocurrió recientemente en el poblado de Ceballos, Ciego de Ávila.

La desintegración social en Cuba llega a todas las instancias y es de exclusiva responsabilidad de las autoridades presentes y pasadas. La Isla, es un volcán en erupción, ojalá, el estallido sea político y no social.