Es comprensible que un gobierno otorgante de cooperación internacional recién llegado revise lo que le dejó el anterior y más si es de signo contrario, en cuando a la línea seguida y proyectos específicos derivados de aquella, así como su correcto diseño e implementación. Ergo, no ha de extrañar que el señor Rubio quiera examinar lo que se encontró, a fin de vincularlo a los objetivos políticos de la nueva administración.



Sin embargo, el Gobierno de los EEUU (GOBEU) cometería un grave error si elimina una herramienta importante parte de la política exterior de un país de la envergadura de los EEUU, como es la cooperación internacional oficial.

En el caso de la se canaliza por vía del AID, que bien he conocido a lo largo de mi vida pública, demonizarla como si fuera un botín gestionado por una banda de forajidos, como se ha planteado, no es de recibo. Puede que haya proyectos mal gestionados o algunos proyectos mal planificados y por ende mal implementados; puede ser que se dé algo de algún tipo de irregularidad subsanable. Pero de allí a demonizarla como desastre, hay un gran trecho. Para ilustrar la posición que estoy esbozando, apunto lo siguiente:



• La cooperación internacional bilateral, o sea, la otorgada por un país a otro, es, en buena lid una manifestación por parte del país otorgante, de su buena voluntad hacia países de un nivel de desarrollo inferior o muy inferior, un reconocimiento del papel que juega en el mundo y de su sentido de responsabilidad como país desarrollado, de compartir lo que puede ofrecer, sean recursos de inversión o la muy valiosa cooperación de formación científica o transferencia técnica que, podría ser también un mecanismo para dominar a un país que tiene implicaciones de seguridad o refleja algún interés económico. Esto es algo a examinar por el país recipiente de la cooperación para negociarla correctamente, lo que no siempre se da pues a menudo se aplica el “el que paga la orquesta manda el baile” y las necesidades del país receptor son tan grandes que se acepta lo que se ofrece sin ton ni son.

• La cooperación puede ser para el desarrollo, cuando hay transferencia de conocimiento o recursos para mejorar las condiciones de vida y las perspectivas de progreso o puede ser asistencial, cuando se trata de colaborar con un país “x” ante un desastre natural o inclusive, la atención de necesidades fundamentales en casos de pobreza y desorganización extrema, como el caso de Haití, por ejemplo. En ambos casos, la cooperación desarrollista o asistencial juega un papel vital en la mejoría de la condición humana. El que un país desarrollado no la otorgue, puede ser considerado como un signo de desentendimiento de aquellos países o partes de mundo, no igualmente exitosos o cuyas condiciones estructurales lo impiden.

• Puede ser reembolsable, cuando se trate de préstamos, generalmente en condiciones más favorables que las del mercado; no reembolsable, cuando se trate de donaciones o una combinación de ambas. Es común, por ejemplo, que proyectos reembolsables incluyan un componente de cooperación no reembolsable para facilitar el correcto desembolso de los recursos financieros disponibles.

• La cooperación internacional bilateral le da vida y complementa el componente propiamente diplomático de la política exterior; para bien o para mal así es. Si es para bien y respetuosa, con mentalidad desarrollista y no promotora del vasallaje, como la canadiense, por ejemplo, genera progreso si es bien implementado lo que correctamente se diseñó y buena voluntad en el país recipiente y otros que desde afuera observan. No debe confundirse esta afirmación con situaciones en que la cooperación internacional por mal diseñada o con fines maléficos, beneficia a un grupo minoritaria fortaleciendo su capacidad para hacer desmanes y se convierte en un elemento de opresión e involución desarrollista. El caso de Siria, por ejemplo, es patético en ese sentido.

• Una nación poderosa, que ha sido capaz de crear una economía fuerte, con recursos disponibles para el desarrollo de otros, que aspira a convertirse en una gran nación, debe entender que no es posible ese logro, si a su alrededor predomina la pobreza, la opresión y la desesperanza. De allí que la muy legítima aspiración del MAGA, debe incluir la correcta noción de que un MAGA duradero es insostenible si la poderosa nación aspirante, solo ve “para adentro” y actúa brusca y cruelmente hacia afuera, coadyuvando a que países que bien podrían si se les ayuda, no salgan de su círculo vicioso.

• Hoy en día son muchos los países, algunos de ingreso medio como Costa Rica, que al menos han intentado brindar cooperación al exterior, dentro de la noción también de que dicha cooperación además de las transferencias ya apuntadas, crea beneficios para las partes involucradas al favorecer los intercambios humanos y culturales, así como los comerciales, la producción, la inversión y los negocios en general. La tónica prevaleciente desde hace años es la de favorecer la creación de agencias especializadas, adheridas al ministerio de relaciones exteriores o su equivalente, para que sigan los lineamientos de política exterior nacionales, pero con la debida independencia que facilite la excelencia técnica tendiente a que la cooperación sea lo más eficiente y eficaz posible, en el marco de las mejores prácticas internacionales y el cumplimiento de los legítimos objetivos nacionales.

Ojalá que, en todos los casos de países otorgantes de buena voluntad, las autoridades tengan la capacidad y la independencia de criterios simplistas y atávicos, para entender las bondades de un programa de cooperación serio y robusto, tanto para la ayuda humanitaria de emergencia, como para la transformadora, así como para apuntalar su política exterior en lo legítimo. La historia nos enseña que cuando los países se aíslan y pierden puntos de contacto con otros, es cuando la guerra se presenta.