“Y habrá grandes terremotos y, en varios lugares, hambres y pestilencias; y habrá cosas terribles y grandes señales del cielo” (Lucas 21:11). “Mientras él estaba sentado en el monte de los Olivos, a los discípulos se le acercaron en privado y le preguntaron: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?” (Mateo 24:3).

Es un hecho, la tendencia de los brotes epidémicos de los últimos años en nuestro planeta crece exponencialmente. Su correlación con el cambio climático y degradación ambiental es señalada por múltiples expertos, quienes en muchos casos culpan inexorablemente a la raza humana como variable causal principal de esta debacle que experimentamos en la actualidad. Y como para darle un toquecito adicional, según algunos biólogos, como Henry Gee, afirman que podríamos enfrentar un colapso hacia el 2100 debido a factores como la baja fertilidad y la perdida de variabilidad genética. Pareciese que las nuevas bíblicas se aproximan rápidamente y que deberíamos dejar descansar el celular por unos momentos para reflexionar sobre lo que está pasando a nuestro derredor, y como contribuimos con nuestro comportamiento a la ocurrencia de estos eventos. Si el futuro es incierto, nuestro presente no lo es.

¿Estamos presenciando los inicios de la extinción de la especie humana?
La muerte es parte de la vida. Todo tiene un comienzo y un final. Por ello, y como seguidor de la corriente filosófica del naturalismo que soy, no me sorprende en lo más mínimo, que nos propongamos esta pregunta: ¿Cuánto tiempo me queda? ¿cuánto tiempo nos queda como especie? Es seguro, de acuerdo con la ciencia, que nuestro planeta y sus residentes eventualmente desaparecerá, lo que no sabemos es cuando. Así también es seguro, que eventualmente yo moriré. No sé cuándo, pero de seguro pronto. Pero, así como tenemos la certeza de muerte y extinción, así también como especie y como individuos, deseamos prolongar este paraíso hasta donde se pueda. Y es así, como colectivo nos interesa conocer que acciones individuales y colectivas debemos integrar a nuestro diario vivir para efectivamente desacelerar este proceso de extinción como fenómeno natural. Los expertos en este campo agrupan las causas potenciales de la extinción humana en tres categorías: factores naturales y cósmicos (eventos catastróficos naturales como impactos de asteroides o cambios drásticos en el clima global); Cambio climático y degradación ambiental; y los riesgos existenciales (guerra nuclear, pandemias, y el desarrollo descontrolado de la inteligencia artificial). Es obvio que dentro la primera categoría no hay mucho que hacer como individuos o colectivo, pero para las siguiente dos categorías también es obvio que si tenemos mucho que aportar. Uno de los temas que me inspira fascinación es el tema de las pandemias.

¿Cuál será el patógeno que producirá la próxima pandemia?
La próxima pandemia podría ser causada por varios patógenos prioritarios que están siendo vigilados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En un informe reciente, se identificaron 33 patógenos con potencial de causar brotes significativos, un aumento respecto a los 10 de 2018. Entre los más destacados se encuentran: Virus de la gripe A (este grupo incluye cepas como H1N1 y H5 que han demostrado ser altamente transmisibles y peligrosas); Sarbecovirus (este término se refiere a los coronavirus relacionados con el SARS, incluyendo el virus causante de la pandemia del COVID-19); Virus de la viruela del Mono (mpox); enfermedad X (este término se utiliza para referirse a un patógeno desconocido que podría surgir y causar una pandemia). Igualmente, interesante me pareció el hecho de que dentro de los 33 patógenos prioritarios a nivel mundial, ocho de ellos circulan actualmente en El Salvador: el virus del COVID-19, el virus del dengue, el virus del Zika, virus de la influenza, virus de la viruela del mono, y el virus de la Chikunguña. Dentro de esta categoría, existen dos acciones muy concretas y pertinentes: fortalecimiento de sistemas de vigilancia, e inversión en salud pública.

¿Que estará haciendo el MINSAL al respecto? Es muy probable que ni usted, apreciado lector, ni yo, tengamos conocimiento sobre lo que hace o no hace el MINSAL. La impertinencia y arrogancia que dicha institución exhibe ante la población salvadoreña es colosal e irresponsable. Irresponsable porque nos pone en peligro a todos.