Dice el Proverbios 18:24: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano”. No dudo que hay aun personas nobles en el mundo, que se siguen mostrando como amigos genuinos. Es evidente que en la trayectoria de la vida de todo ser humano, se experimentaran traiciones, apuñalamientos por la espalda, hipocresía, amigos de doble filo, amistades fingidas, y no faltará aquel que dice ser amigo, pero solo busca a los demás para ver que beneficio obtiene en base a esa amistad, sin embargo, no tiene empatía, carece de reciprocidad, no corresponde con integridad a la amistad, y en cualquier momento está listo para traicionar al amigo.



Esto me recuerda la historia de aquel insurrecto que había sido condenado a morir en la horca. El hombre, cuya madre vivía en una lejana localidad, pidió al rey permiso para ir a verla. El monarca aceptó con una condición: que un rehén ocupase su lugar mientras permanecía ausente y que, en el supuesto de que no regresase, fuera ejecutado en su lugar. El insurrecto recurrió a su mejor amigo y le pidió que ocupase su puesto. El rey dio un plazo de siete días para que el rehén fuera ejecutado si en ese tiempo no regresaba el condenado, es decir que solo quedaba esperar que el hombre cumpliera su palabra.

Al pasar el tiempo, el hombre condenado no aparecía, es así que, al llegar al sexto día, fue en ese momento que se anunció la ejecución del prisionero para la mañana siguiente. El rey preguntó por su estado de ánimo a los carceleros y estos respondieron: ¡Oh, majestad! Está muy tranquilo. Ni por un momento ha dudado de que su amigo volverá. ¡Pobre infeliz! exclamó el monarca. Llegó la hora de la ejecución y el rehén estaba relajado y sonriente, incluso cuando el verdugo le colocó la cuerda en el cuello. Justo cuando el rey iba a dar la orden de ejecución apareció el insurrecto a lomos de su caballo.



El rey, emocionado y en recompensa del cumplimiento de aquella promesa, concedió la libertad a los dos hombres. Y es que, cuando hay confianza y lealtad, uno no tiene nada que temer. Las promesas les pueden gustar a los amigos, pero no cumplirlas los vuelve en enemigos. Por eso, no prometas lo que no puedes cumplir, recuerda que la amistad es uno de los regalos más preciosos que podemos recibir y ofrecer en nuestra vida. La Biblia nos ofrece una profunda perspectiva sobre la amistad. Proverbios 17:17 dice: "En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia".

Uno de los ejemplos más notables de amistad en las Escrituras es la relación entre David y Jonatán. A pesar de las dificultades que enfrentaron —incluyendo la hostilidad del rey Saúl—, su amistad se mantuvo firme. En 1 Samuel 18:1, se menciona que "el alma de Jonatán estaba unida al alma de David", lo que ilustra cómo una verdadera amistad va más allá de la mera cercanía; es un vínculo indisoluble. El Señor Jesucristo nos enseña sobre la amistad. En Juan 15:13-15, dice: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando".

El Señor Jesucristo explica que la amistad es un acto de servicio y amor sacrificial, resaltando que la verdadera amistad también implica compromiso y responsabilidad hacia el otro. La Biblia también nos advierte sobre los peligros de las malas amistades. En Proverbios 13:20 se nos enseña que "el que anda con sabios, sabio será; más el que se junta con necios será quebrantado". En conclusión, la amistad, es un vínculo sagrado que debe ser cultivado con amor, lealtad y sabiduría. Al seguir los principios bíblicos sobre la amistad, podemos construir relaciones duraderas y significativas en nuestras vidas. Recuerda que el Señor Jesucristo es por excelencia un amigo y el salvador de tu vida.