Trump ha iniciado su nueva administración como lo anunció: lanzando andanadas en cualquier dirección. En ese esquema sus enemigos reales y potenciales son muchos. Esa línea de acción política confrontativa asegura una permanente tensión en la vida pública de Estados Unidos y, por la dimensión imperial de este país, también en el resto del mundo.



Sin embargo, hay que apreciar las cosas más allá de la epidermis. Es innegable que el poder de Estados Unidos es impresionante, sobre todo en el ámbito militar, aunque no puede pensarse que en lo económico es una locomotora imparable. Y es ahí donde cojea, y mucho, y donde quiere resolver las cosas de mala manera.

Trump en realidad no es Trump, es decir ese empresario inmobiliario que participó en shows televisivos por años. Trump es un personaje político que representa a una amalgama de intereses corporativos y que concentra en su conducta, en su verbo y en sus proyectos lo peor de la sociedad norteamericana.



Pero eso es lo que votaron los norteamericanos. Y es cierto. No obstante que sea el más votado y hasta aclamado por las mismas víctimas de sus decisiones gubernamentales, no quita que se trate de la esencia de lo más deleznable de esa sociedad que para muchos millones de personas en el mundo es el modelo de vida a seguir.

Cuando Trump habla de ‘hacer grande de nuevo a América’ en realidad está tratando, como experto mercachifle que es, de vender humo. Ninguna de las medidas con las que ha amenazado (y ya está ejecutando) podrán llevar a Estados Unidos a una era de prosperidad y de bienestar generalizado.

Estados Unidos como potencia militar es intimidante. Pero en lo económico ya no lo es. El desafío chino constituye, sin duda, su gran némesis.

También en otras dimensiones la sociedad norteamericana se encuentra muy quebrantada. Tres ejemplos ilustran la cuestión: los tiroteos masivos en escuelas, el consumo de drogas y la difusión de plataformas virtuales de explícito contenido sexual.

Uno de los últimos libros que publicó Paul Auster (‘Un país bañado en sangre’) es una exploración acerca de la temática de los tiroteos masivos en distintos lugares de Estados Unidos. El tema es importante, pero desde las esferas de poder no parece haber una respuesta clara para enfrentar esto. El asunto de la venta casi indiscriminada de armas es quizás la clave para comenzar a desmadejar esta cuestión que año con año acumula cadáveres y zozobra a la ciudadanía.

Si se pondera el lenguaje agresivo y procaz de Trump es claro que un tema como el de los tiroteos masivos no está en su agenda.

Sobre el consumo de drogas en los diferentes tramos de la sociedad norteamericana se ha escrito bastante, pero aquello sigue incontenible. Las historias en las que jóvenes y adultos viven enganchados en las drogas son muchísimas. El mercado de consumo de drogas en Estados Unidos es inmenso. Eso quiere decir que se trata de un boyante negocio en el que participan actores diversos y donde hay intereses económicos que trabajan 24 horas los 7 días de la semana alimentando el consumo de drogas. ¿Cuántos millones de norteamericanos son adictos? Nadie lo dice en voz alta, pero hay informes que hablan de que en Estados Unidos cerca de 50 millones de personas muestran al menos un trastorno por consumo de drogas. Si la población norteamericana ronda los 250 millones con personas mayores de 18 años (330 millones es el total poblacional), ya puede evaluarse la grave situación en la que se encuentra Estados Unidos.

¿Y para Trump y sus aliados es este un problema grave? Por supuesto que no. Por eso las bravuconadas de Trump son ruidosas y esperpénticas, ya que rehúyen enfrentarse a las cuestiones que tienen quebrantada a esta sociedad.

El tercer ejemplo que ilustra el estado del ‘alma norteamericana’ casi nunca es abordado como un tema de construcción social. Así, la difusión de plataformas como Second Life (esa comunidad virtual creada en 2003 por la empresa estadounidense Linden Lab), que tiene áreas explícitas de contenido sexual, deja al descubierto el tipo de mecanismos de control que atenazan a los norteamericanos (y a los de otros países que se enganchan a eso). Poco se sabe de las historias sexuales que pululan por Second Life, pero las hay y muchas y denotan con crudeza diversas modalidades de manipulación descarada. Second Life es el escenario perfecto para que tengan lugar procesos y dinámicas amparados bajo la carpa del sexo sin bridas.

Y aquí las mujeres (jóvenes y maduras) son las más perjudicadas, aunque parezca que entran a Second Life por su propia cuenta ─y tal vez sea así─. Lo que sucede es que los sátrapas o cazadores sexuales que deambulan por el mundo virtual tienen en Second Life un medio ideal para sus prácticas depredadoras que el oxímoron ‘abuso consentido’ describe muy bien.

Trump no habla de esto, porque, no tiene solvencia de nada, si él mismo fue encontrado responsable del delito de abuso sexual contra la columnista E. Jean Carroll, según el veredicto de un jurado emitido en 2023 en Nueva York en el marco de un juicio civil.

Trump va por el mundo garrote en mano, pero no le será fácil dominar a todos.