La historia de El Salvador demuestra que los militares han desempeñado un papel importante más allá de las armas. En distintas épocas, su participación ha incidido en la vida social y cultural del país, particularmente en el ámbito educativo. Lejos de una visión reducida, los hechos muestran que presidentes y ministros con formación castrense han contribuido al fortalecimiento de la educación, generando instituciones y obras que aún hoy sostienen el desarrollo nacional. Desde las reformas impulsadas por Gerardo Barrios en el siglo XIX, pasando por el ambicioso plan de construcción de 5,000 escuelas bajo el gobierno del coronel Arturo Armando Molina (1972-1977).

El presidente Gerardo Barrios, en el período 1859-1863, fue un militar liberal de pensamiento reformista. Durante su gobierno se consolidó la Universidad de El Salvador, fundada en 1841, pero revitalizada bajo su gestión con un carácter verdaderamente nacional. Barrios comprendió que el progreso dependía de formar profesionales en derecho, medicina, ingeniería y magisterio, capaces de conducir al país hacia la modernidad. Promovió becas al extranjero, introdujo textos modernos y fomentó una enseñanza crítica.

Las crónicas cuentan que en más de una ocasión visitó personalmente los colegios para animar a los jóvenes a estudiar, convencido de que la educación era la más alta expresión de patriotismo. Un siglo después, el coronel Arturo Armando Molina, presidente entre 1972 y 1977, emprendió uno de los programas de infraestructura educativa más significativos en América Central: la construcción de 5,000 escuelas. El proyecto buscó ampliar la cobertura en todos los departamentos, llevando la escuela a comunidades que antes carecían incluso de un aula formal.

Las escuelas no solo significaron edificios, sino espacios de esperanza. La población celebraba su inauguración con entusiasmo, porque representaban la posibilidad de romper con generaciones de analfabetismo. Hoy, muchas de esas escuelas siguen funcionando y constituyen un testimonio palpable de una política de Estado que priorizó la educación como motor de transformación social. La visión militar ha concebido históricamente la educación como un proceso de disciplina, orden y servicio a la patria. Lejos de concebirse como autoritarismo, esa disciplina aplicada correctamente ha significado organización institucional, responsabilidad en el cumplimiento de metas y resultados concretos.

De esta manera, la contribución militar a la educación en El Salvador no debe evaluarse únicamente desde la política, sino desde sus resultados en la formación de ciudadanos, la creación de infraestructura y el fortalecimiento de valores cívicos. En la actualidad, la Doctora Karla Trigueros, como nueva Ministra de Educación y oficial militar, creo que retomara esa tradición de servicio, adaptándola a las necesidades del siglo XXI. Su gestión impregna una visión clara de modernización de centros educativos, con mejoras en infraestructura y programas académicos, pero también por un énfasis en la disciplina escolar.

Ahora bien, las comunidades educativas han recibido estas medidas con una visión positiva, pues contribuyen a restaurar la imagen de la escuela como espacio de respeto y dignidad donde la rebeldía no tendrá lugar. Desde un punto de vista académico, se observa que la disciplina se enmarca en la tradición militar de organización y orden, pero con un enfoque pedagógico que fortalece la autoestima y la identidad de los estudiantes. Estudios internacionales demuestran que la disciplina escolar, entendida como orden y constancia, está directamente relacionada con la mejora del rendimiento académico y la disminución de la deserción.

Al igual que Gerardo Barrios en el siglo XIX apostó por la universidad como símbolo del progreso, y Arturo Armando Molina en los años setenta llevó la educación primaria a todos los rincones. Ahora debemos ver hacia el futuro con el fundamento en una cultura educativa integral y de valores, donde la disciplina es tan importante como la infraestructura y el currículo. La historia de El Salvador no puede narrarse sin reconocer el aporte de los militares en el desarrollo educativo. El Capitan General Gerardo Barrios impulsó la universidad nacional como motor de modernización.

Arturo Armando Molina construyó 5,000 escuelas que aún siguen en pie como testimonio de un sueño cumplido; por lo tanto, no le tengamos temor a la educación con disciplina y al orden y excelencia académica. El legado de todos ellos coincide en una convicción: educar es también una forma de defender la patria.

Como lo enseña la Palabra de Dios: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Este principio sigue siendo vigente, y se refleja en cada aula que abre sus puertas, en cada niño que se forma con disciplina, y en cada generación que encuentra en la educación la herencia más noble del Estado salvadoreño.