El salvadoreño nunca se rinde, siempre busca la solución a un problema. El salvadoreño siempre busca amigos para poder salir adelante. Siempre anda con pocas monedas en su bolsillo, pero eso no le hace infeliz. El salvadoreño siempre logra cumplir el objetivo.
El salvadoreño se reconoce en todo el mundo, es metido, intrépido, mentiroso, sabelotodo, y quiere siempre ganar, aunque sabe que, en ocasiones, no lo logrará. El salvadoreño se “encachimba” rápido, pero luego, está contento.
El salvadoreño puro se reconoce diciendo malas palabras: "qué pasó maje", "que cabrón está el calor". En sí, el salvadoreño es mal hablado por naturaleza, lo aprendió en su casa (con sus padres y abuelos), con los vecinos, en los medios de comunicación, en la escuela y hasta en la iglesia.
El salvadoreño es “rebúsquero”, está en asiento VIP en un concierto, aunque se haya quedado sin nada en sus bolsas o haya topado la tarjeta de crédito. O si no, se lo ganó en redes sociales en alguna promoción.
El salvadoreño no se detiene ante nada, aunque haya trabazones, manifestaciones, toques de queda, guerras y hasta terremotos; siempre sale adelante. El salvadoreño es mujeriego y se jacta de contar cuántas ha tenido en su vida.
El salvadoreño puro ayuda a los que siempre le piden ayuda; si no lo tiene, hace el intento y hasta lo imposible para quedar bien. El salvadoreño, el que es feo, siempre luce en el centro comercial o en la playa a la mejor cipota. Simplemente, tiene “labia”.
El salvadoreño, el que es bonito, no le sale nada por ser arrogante. Se queda con las ganas de tener la suerte y las pajas del feo. Compra el libro por plante, pero no lo termina de leer. Mejor revisa las redes sociales.
Se sube a los buses a pedir, no le da pena; dice: prefiero pedir que ir a robar. Si se queda sin trabajo pone un negocito. El salvadoreño es “gastón”, siempre está en algún “food court” o en esos lugares en donde venden comida chatarra.
El salvadoreño se cree gringo, el que trabaja en el “call center”, siempre está en un restaurante de comida rápida hablando en inglés, ¡se la pica! El salvadoreño le miente a medio mundo, pero al final resuelve los problemas. Le dice al cobrador “la siguiente semana”; le dice a la mamá “volveré luego y llega a las tres de la madrugada”.
El salvadoreño le gusta siempre tener el mejor celular, aunque no tenga saldo y se quede sin el sueldo completo. El salvadoreño es “survivor”, puede pasar días sin comer. No se muere, siempre sale de su casa a ver qué encuentra. Le alcanza hasta para hacer cola para las donas.
El salvadoreño, para conquistar a la bicha de pisto, le dice al amigo que le preste la hacienda; así podrá conquistar a la bicha. El salvadoreño no es puro, está mezclado; hay cheles, morenos, chinos, trompudos, altos, bajos. Que alguien se deje de paja que tiene sangre azul o “pedegrí”. No hay negritos por culpa de Maximiliano Hernández Martínez.
El salvadoreño tiene todo gratis: todos los cables de televisión, wifi, internet, etcétera. El salvadoreño puede vivir pobre y es feliz, siempre se las rebuscará o venderá algo para comprar las tortillas.
El salvadoreño es mentiroso por naturaleza, le dice al familiar que está en el extranjero que está enfermo para que le mande billetes. Es capaz de incapacitarse para ir a ver a la Selecta.
El salvadoreño es feliz con el presidente que tiene. Cuando está de malas pulgas, mancha paredes, protesta, escribe insultos y groserías en las redes sociales, pero no cambia a su presidente. Es reconocido por trabajador en el extranjero.
Si hay paro de buses, toma sus tenis y ¡a caminar se ha dicho! No importa esté cayendo un gran aguaje. La escuela o el trabajo le esperan, nada lo detiene. Si es necesario irá colgado como mono en los picaps o en los buses. A veces hasta personas “trajeadas” van colgadas; la cosa es no “ahuevarse”.
El salvadoreño nacido en otro país, tiene en su sangre todo lo anterior, sí se la pica, pues, que se cambie el color de piel. ¡A no ser, que se haya cruzado con un ario!… pero siempre, por los poros, se le saldrá lo salvadoreño, ¡de eso no hay duda! El salvadoreño, aunque esté lejos, siempre ama a su patria.
* Fidel López Eguizábal es docente e investigador Universidad Nueva San Salvador
fidel.flopez@mail.unssa.edu.sv