Desde esta tribuna, donde la criminología se mezcla con la cruda realidad de nuestras calles, es innegable que el primer año del segundo mandato del Presidente Nayib Bukele ha consolidado a El Salvador como un paradigma en materia de seguridad pública, no solo en la región, sino a nivel continental. Si bien los análisis criminológicos suelen ser cautelosos y complejos, los datos duros y la transformación palpable en la vida cotidiana de los salvadoreños demandan una mirada objetiva a los logros sin precedentes.
El hito más resonante, sin duda, es la consolidación de la tasa de homicidios más baja de todo el continente americano. Hace apenas unos años, antes de la llegada al ejecutivo del presidente Nayib Bukele El Salvador era sinónimo de violencia extrema, con índices de homicidios y feminicidios que aterraban al mundo. Hoy, la reducción es drástica y sostenida, transformando la percepción de inseguridad en una sensación de tranquilidad que nuestros ciudadanos no experimentaban en décadas. Esto no es solo una estadística; es la posibilidad de que miles de familias respiren sin miedo, que los niños jueguen en las calles, que los negocios abran sin temor a la extorsión, y que las familias disfruten la noche y los espacios públicos.
Pero la seguridad no se mide solo en la reducción de homicidios. Los logros se extienden a otros frentes cruciales:
• Erradicación de las Pandillas como poder territorial: Las estructuras de pandillas, que durante años aterrorizaron barrios, comunidades, cantones, caseríosenteros y controlaban vastas zonas del país a través de la extorsión y la violencia, han sido desmanteladas. La captura masiva de sus miembros, la intervención en sus redes de financiamiento y la anulación de su capacidad de operar con impunidad han liberado comunidades enteras del yugo de la violencia. Esto representa un cambio estructural en el control social informal que, por décadas, estuvo en manos de estos grupos criminales.
• Reducción significativa de la extorsión: Este delito, que fungía como un impuesto ilegal para la mayoría de los salvadoreños, especialmente comerciantes y transportistas, ha experimentado una caída drástica. La eliminación de este flagelo no solo mejora la seguridad ciudadana, sino que también impulsa la economía local al liberar recursos que antes terminaban en manos de los criminales. Las reducciones oscilan entre 95 y 100% de acuerdo con el sector de la economía y zonas geográficas.
• Recuperación del territorio y el espacio público: Calles, parques, mercados, casas comunales, viviendas, y colonias que antes eran zonas rojas o de control pandilleril han sido recuperados por el Estado y la ciudadanía. Esta revitalización del espacio público permite el florecimiento de la vida comunitaria, el comercio y la libre circulación, elementos vitales para el desarrollo social y económico.
• Fortalecimiento Institucional: La implementación de un régimen de excepción ha permitido a las fuerzas de seguridad operar con mayor contundencia y efectividad. Paralelamente, se ha visto una inversión en equipamiento y capacidad operativa de la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada, lo que se traduce en una mayor capacidad de respuesta del Estado. La Fiscalía Generalde la República también asume el liderazgo en las investigaciones especializadas y en el trabajo en equipo. Armonía y cooperación entre los titulraes y las instituciones
Desde la perspectiva criminológica, estos logros son resultado de una estrategia de control social formal audaz y de alta intensidad, que priorizó la disrupción de las redes criminales y la recuperación del monopolio estatal de la fuerza. Es innegable e irrefutable que se ha logrado un cambio radical en la percepción y la realidad de la seguridad en El Salvador.
El modelo salvadoreño, sin duda, ha generado fascinación y debate en América Latina, una región azotada por la violencia. Los logros en materia de seguridad del primer año del segundo mandato del presidente Nayib Bukele no son solo un alivio para El Salvador; son un caso de estudio sin precedentes que desafía las convenciones y ofrece una nueva perspectiva sobre la complejidad de la lucha contra el crimen en el continente y del sistema de justicia de nuestras naciones.
*Por Ricardo Sosa , Doctor y máster en Criminología. Docente educación superior certificado