El Parque Cuscatlán, en el corazón de San Salvador, es un símbolo de resiliencia y transformación. Este espacio público, que alguna vez reflejó abandono y deterioro, hoy es un lugar vibrante donde convergen naturaleza, dinamismo y comunidad. Este resurgimiento ha sido posible gracias a un esfuerzo conjunto entre ciudadanos, organizaciones como Glasswing International, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), The Howard G. Buffett Foundation, la Fundación Parque Cuscatlán (FUNDAPARC) y la Alcaldía de San Salvador Centro. Sin embargo, el camino recorrido ha dejado lecciones claras: aunque la colaboración funciona, necesita fortalecerse para alcanzar el verdadero potencial del parque como motor de cambio social y convertirse en un modelo replicable.



La alianza con la alcaldía ha sido un pilar de esta transformación que ha enfrentado desafíos y limitaciones, como sucede en cualquier colaboración interinstitucional. Si bien se han alcanzado logros significativos, como la seguridad y la limpieza, que permite a las familias, mujeres y niños recuperar su derecho al espacio público, esta alianza necesita fortalecerse y desarrollarse alrededor de una comunicación efectiva y visión coherente y unificada. Tener un parque exitoso requiere de recursos financieros, de una planificación estratégica, una visión y una sostenida voluntad política para priorizar como un bien público esencial.

El Parque Cuscatlán es un espacio de sanación y encuentro. Actividades como yoga, talleres de autocuidado y programas educativos han permitido que miles de personas encuentren un refugio emocional y mental en el parque. En una sociedad donde hablar de salud mental aún es difícil y donde los espacios de atención a salud mental individual o colectiva son limitados, contar con estas iniciativas es un salvavidas. Sin embargo, estas acciones necesitan respaldo continuo para expandir su alcance y sostenibilidad. Aquí es donde la unión de esfuerzos debe garantizar el buen estado de la infraestructura y promover el desarrollo humano integral en el parque.



Asimismo, proyectos como los jardines polinizadores y las actividades de educación ambiental han posicionado al Parque Cuscatlán como un referente en conservación y aprendizaje. Estas iniciativas son posibles gracias a colaboraciones con el sector privado, público, la academia, la cooperación internacional y la sociedad civil. Es necesario entender que un parque no es solo un espacio bonito para mostrar. Desde una visión más amplia e integradora, es una inversión estratégica para la calidad de vida de los ciudadanos y la sostenibilidad de la ciudad.

El Parque Cuscatlán ha demostrado que la colaboración puede dar frutos. Su éxito, con más de 800,000 visitantes anuales, es un testimonio del impacto que un espacio público bien gestionado puede tener. Sin embargo, no podemos bajar la guardia. La seguridad y el mantenimiento son cruciales, pero también lo es garantizar que la comunidad sienta que este espacio les pertenece. El compromiso ciudadano es fundamental.

La sostenibilidad de un espacio público no solo se mide en metros de césped cortado o lámparas reparadas. Se mide en la calidad de vida que ofrece, en la capacidad de inspirar a su comunidad y en el nivel de compromiso que genera tanto en los ciudadanos como en sus líderes. Todos tenemos una responsabilidad ineludible de garantizar que el parque no sólo funcione, sino que florezca.

El Parque Cuscatlán es un recordatorio de lo que podemos lograr juntos, pero también de lo que queda por hacer. Es un espacio que refleja tanto nuestras fortalezas como nuestras oportunidades de mejora. A medida que seguimos construyendo sobre este éxito, debemos aspirar a obtener mayores logros en otros espacios del país.

El desafío no es pequeño, pero el potencial es enorme. Un parque como el Cuscatlán no es solo un lugar, es una declaración de quiénes somos y de lo que queremos ser como sociedad. Su sostenibilidad depende del compromiso que la ciudadanía y los sectores público y privado estén listos a asumir. Solo así lograremos que los espacios públicos, en general, se vuelvan instrumentales para el bienestar de la población.