El sábado pasado éramos un mar de gratos recuerdos reunidos por segunda vez desde 1981, cuando sin sospechar nuestros destinos nos vimos por última vez como estudiantes de noveno grado en la entonces Escuela Urbana Mixta Unificada Alberto Masferrer de Olocuilta. Estuvimos 29 adultos que disfrutamos como adolescentes.



En nuestro último día de clases, allá por noviembre de 1981 hubo abrazos, besos, juramentos, deseos sinceros, peticiones de disculpas, promesas y lágrimas que se confundían entre la felicidad y la tristeza. Hubo amores platónicos que quedaron escondidos como bellas anécdotas que como semillas cultivadas se impregnaron en nuestros corazones para décadas después sumarse a las añoranzas.

Ese último día de clases hubo blusas y camisas blancas de uniformes cundidas de mensajes honestos de despedidas, la mayoría con sendas faltas de ortografía. Eso si, 43 años después ninguno conserva esa prenda que en un instante de nuestras vidas llegó a ser nuestro preciado tesoro.



La despedida de hace 43 años fue una excursión al turicentro Ichanmichen, en Zacatecoluca, donde hubo espacio para todo. Hubo juramentos de amores eternos y de amistades infinitas y besos a hurtadillas, hubo quienes a escondidas de los maestros probaron sus primeros cigarrillos y cervezas, hubo quienes en silencio abrazaron la tristeza y lloraron por el fin de una linda etapa de nuestras vidas... el tiempo como estudiantes de la Masferrer se nos acababa y entonces solo Dios sabía nuestro porvenir. Algunos emigraron del país, otros se quedaron a estudiar en el instituto de la ciudad, algunos seguimos nuestros estudios en diferentes institutos o colegios capitalinos y hubo quienes se vieron obligados a cerrar su ciclo de estudiantes.

El porvenir nos llevó por senderos diferentes: Algunos profesionales y otros comerciantes o empleados, pero todos albergando el grato sentimiento de ser “masferrianos” y sintiéndonos orgullosos por las amistades cultivadas. Todos tenemos nuestra propia familia y todos somos parte de la familia ampliada que la providencia nos concede. Contemporáneos todos, crecimos escuchando la misma música, los mismos juegos, las mismas costumbres y tradiciones y con anhelos y metas similares. Nuestras travesuras se parecen y hasta las compartimos porque fuimos cómplices necesarios. Ni el profesor más estricto era capaz de sacarnos una confesión si esta traía consigo un castigo.

El sábado en nuestro segundo reencuentro revivimos muchas cosas lindas que vivimos en aquellas bulliciosas y calurosas aulas. Aquel noveno grado estuvo conformado por 60 estudiantes que apiñados en el aula más grande fuimos capaces de fundir el televisor de las teleclases, romper el material de laboratorio de ciencias, fugarnos de clases, aprovechar los recovecos para vivir nuestra naciente malicia entre compañeros y compañeras, pincharle las cuatro llantas al pick up de un maestro, darnos copia sin que los maestros nos detectaran y muchas “maldades” mas, como golpear las colmenas adyacentes para que las abejas invadieran la escuela o esconder las pertenencias de los profesores y sumarnos a la búsqueda o hurtar frutas de los terrenos colindantes.

Todos recordamos a Franco Armando Choto, el profesor que nos permitía vocearlo; a Morena García, la joven maestra que nos hacía fácil su clase; Gregorio García Torres, el estricto profesor coqueto que murió en su natal Conchagua; a Otilia Osorio, la elegante maestra que solía adoptar un posición maternal para aconsejarnos; a Humberto de Jesús, quien fue nuestro maestro de música desde la preparatoria y maestro, incluso de nuestros nietos; a Salvador Pérez, el profesor al que todos respetábamos por ser un maestro íntegro y honesto; a Helen Rivera Piche, la maestra con alta vocación que se esmeró siempre por cultivar en cada uno de nosotros el deseo de aprender; y a muchos más que aportaron a nuestra formación. Parte de lo que somos como buenos ciudadanos se lo debemos a nuestros maestros que tuvieron la vocación y las agallas para soportarnos cuando éramos los amos del universo o los rebeldes sin causa y genios incomprendidos.

En el segundo reencuentro apareció la compañera a quien la mayoría no había vuelto a ver desde aquella despedida. Parecía la más emocionada y todos coincidimos que nada o poco había cambiado en 43 años. Ella estuvo con nosotros a pesar que su tía había fallecido ese mismo día. También estuvo el excompañero que casualmente ese día cumplía años y pues hubo que cantarle y desearle muchos años más de vida. Hubo un reclamo justo y necesario porque en nuestro tiempo no hubo graduación de noveno grado. Ese diploma falta en nuestros hogares, donde seguramente seria uno de los más apreciados y nostálgicos.

Se aprovechó la ocasión para bailar la música de nuestra época con el protocolo de aquellos años maravillosos, cuando los bailes escolares demandaban que los varones “sacaran” a las señoritas para bailar. Fue un baño de felicidad y sano compartimiento. Hablamos de nuestras respectivas familias, de nuestros logros y fracasos, de nuestras aventuras en nuestra niñez y adolescencia. Nos mostramos solidarios, recordamos con cariño a los cinco excompañeros que ya se nos adelantaron En el “viaje sin retorno” e hicimos videollamadas con aquellos que residen el exterior para manifestarles y compartir nuestra alegría.

A cada uno de aquellos casi 60 compañeros a vida le condujo por distintos derroteros, pero todos estamos felices por haber coincidido en una faceta de nuestra vida y por haber cultivado una amistad repleta de un anecdotario que perdura para siempre.

En el segundo reencuentro estuvimos: Margarita Chinchilla, Guadalupe Paniagua, Martha Gladys Meléndez, Irma De la Cruz, Doris Escobar, Betty Crespín, Morena Méndez, Bruna Girón, Xenia Escobar, Roxana Serrano, Guadalupe Vásquez, Blanca Ayala, Cruz María De la Cruz, Teresa Méndez, Mario Sánchez, Tulio Chávez, Vidal Cortez, Carlos Pichinte, Atonalt Montes, Elías Guzmán, Roberto Beltrán, Samael Meléndez, Manuel Pérez, Gerardo Zacarías, Antonio Ramírez, Joaquín Salvador, David Gallegos, Oscar Miranda y yo. Para todos una feliz navidad y un próspero año nuevo.

Jaime Ulises Marinero/Periodista