Numerosos estudios demuestran que cuando un país impulsa una apertura comercial agresiva y elimina sus políticas sectoriales en un contexto de ingresos extraordinarios de divisas, se produce inevitablemente una pérdida de competitividad y una merma en la capacidad para generar empleos. Este fenómeno, conocido en la literatura económica como la enfermedad holandesa, se originó en los Países Bajos tras el descubrimiento y explotación de gas natural, lo que encareció la moneda nacional y perjudicó a los sectores exportadores y alentó las importaciones.



En El Salvador se ha observado un proceso similar con el binomio migraciones-remesas y el modelo neoliberal implementado desde finales de los años 1980, dando lugar a un círculo vicioso de lo que podría llamarse una "enfermedad de remesas". En este círculo vicioso, el aumento de las migraciones eleva anualmente las remesas, lo que, antes de la dolarización, generó una inflación interna superior a la internacional y un incremento más pronunciado de los precios de los bienes no transables frente a los transables, sin que el tipo de cambio corrigiera estas diferencias. Esta situación derivó en una apreciación de la moneda que, lamentablemente, no se corrigió con la dolarización.

La apreciación cambiaria, combinada con la fuerte apertura comercial que se materializo principalmente en una fuerte reducción de los impuestos a las importaciones, disminuyó la competitividad de la producción agropecuaria e industrial. Esto se tradujo en un aumento de las importaciones de ese tipo de bienes, una menor inversión privada, una capacidad reducida para generar empleo y en bajas tasas de crecimiento económico. Finalmente, la escasez de oportunidades laborales, junto con el efecto demostración de los migrantes, percibidos como símbolo de éxito, han estado impulsando nuevas migraciones, perpetuando así el círculo vicioso.



Desde hace mucho tiempo se ha planteado la necesidad de romper este círculo vicioso, ya que ha dividido a las familias, propició el auge de pandillas y ha hecho que el país pierda permanentemente casi una cuarta parte de su mayor riqueza: su gente. Sin embargo, parecía que la mayoría se acomodó a un modelo perverso en el que muchos jóvenes arriesgan su vida en busca de mejores oportunidades para, luego, enviar remesas que sostienen la economía nacional. En consecuencia, ni se modificó el modelo neoliberal ni se le hicieron los ajustes necesarios para transformar las migraciones en una oportunidad temporal que permitiera construir una economía competitiva y generadora de empleos decentes.

Empero, inesperadamente este ciclo podría romperse de manera abrupta debido a la agresiva política migratoria impulsada por el presidente Trump, que está reforzando las fronteras, imponiendo restricciones severas—incluidas prohibiciones de viaje y limitaciones a refugiados—y endureciendo la seguridad fronteriza mediante mayor vigilancia. Además, su administración ha adoptado una postura de cero tolerancia que incrementa la detención y deportación de inmigrantes, dificulta la regularización de su estatus y utiliza una retórica disuasoria que enfatiza la seguridad nacional y la protección de los empleos para los ciudadanos estadounidenses.

En el caso concreto de El Salvador, estos cambios en la política migratoria de los Estados Unidos podrían provocar: a) la deportación de más de 200,000 personas, entre las cuales se encuentran cerca de 20,000 con antecedentes penales; b) una disminución sustancial del número anual de emigrantes; y c) una fuerte reducción del flujo de remesas. Esto, a su vez, podría disminuir las reservas internacionales, obligando a la adopción temporal de medidas de salvaguardia por balanza de pagos o incluso al abandono del régimen de libre comercio vigente en los últimos 35 años.

Ante la posible reducción de las remesas, para mantener un crecimiento económico, aunque sea moderado, El Salvador solo dispondría de tres alternativas: impulsar sostenidamente las exportaciones mediante políticas de promoción, disminuir el peso relativo de las importaciones a través de estrategias de sustitución o aumentar los flujos de inversión extranjera directa con políticas de atracción de inversiones. En definitiva, así como el proteccionismo está resurgiendo a nivel mundial, es probable que en El Salvador se produzca un giro similar en las políticas sectoriales.

• William Pleites, director del Programa FLACSO El Salvador