La prensa independiente tuvo un papel destacado en la oposición al impopular empréstito promovido por Araujo, quien fuera el primer presidente salvadoreño electo democráticamente en el siglo XX. El periódico “Opinión Estudiantil” caracterizó a la Asamblea como un campo de batalla entre una minoría de diputados íntegros y capaces frente a una mayoría que, por ignorancia, perpetuaba la corrupción heredada de gobiernos previos.



Pero la revista universitaria fue más allá: en un artículo titulado “El empréstito y el decoro de la Fuerza Armada”, publicado el 4 de julio los universitarios aseguraron que la Fuerza Armada era la única institución que podía evitar el descalabro del país a manos del presidente Arturo Araujo. Los editores exhortaron a los militares a impedir la celebración del empréstito por considerarlo un acto lesivo para la soberanía nacional. La respuesta del gobierno y los diputados afines fue la suspensión de la libertad de imprenta.

En su libro "La caída del presidente Araujo. 1931. Autoritarismo y crisis de endeudamiento interno" (UEES, 2024), Roberto Valdés Valle también ahonda en las tensiones que se produjeron entre Araujo y la Fuerza Armada. En el contexto de la crisis, Hernández Martínez encabezó una protesta del ejército contra una ley, conocida como el "código rojo", que le permitió al presidente Pío Romero Bosque juzgar y ejecutar de manera expedita a los militares que intentaron derrocarlo en 1927. Las diferencias entre ambos llegaron a tal punto que Araujo removió a Martínez del Ministerio de Guerra.



A partir de los elementos expuestos, para Valdés Valle resulta razonable considerar que el grave descontento social, unido al retraso en el pago de sus salarios, se convirtieron en detonantes para que un grupo de militares jóvenes emprendieran el 2 de diciembre la acción que puso fin al mandato de Araujo. Más allá del debate que pueda derivarse de esta afirmación, hay un asunto inobjetable: el éxito de la asonada acrecentó la popularidad de los militares entre sectores de la opinión pública tan distantes entre sí, como el reformista diario Patria y el periódico La Estrella Roja, vinculado al Grupo Marxista de la Universidad de El Salvador. Ambas publicaciones consideraron la sublevación militar como un movimiento generoso y legítimo.

Convencionalmente, suele considerarse a Patria como "el diario de Masferrer". Ciertamente, Masferrer fue su fundador e inspirador, pero quien en verdad sostuvo la publicación y su ideario original, desde 1931 hasta su cierre en 1938, fue el escritor Alberto Guerra Trigueros y su equipo de redacción, compuesto, principalmente, por Salvador Salazar Arrué (Salarrué) y Jacinto Castellanos Rivas.

El diario pagó caro su apoyo a las protestas contra el empréstito y su adhesión a las demandas de libertad para el líder comunista Agustín Farabundo Martí, que guardaba cárcel acusado de haber proferido ofensas contra Araujo. Para los partidarios del presidente, el diario era una extensión de la propaganda comunista y un enemigo jurado del Gobierno. A principios de julio de 1931, en medio del creciente malestar contra el Gobierno, fuerzas de Caballería y la Policía tuvieron que impedir el paso de una manifestación convocada por los partidarios de Araujo por las calles donde se ubicaban las imprentas de Opinión Estudiantil y Patria, con el fin de evitar posibles actos de venganza contra estas publicaciones.

El libro de Valdés Valle vendrá a renovar la atención de los especialistas sobre los sucesos ocurridos entre julio y diciembre de 1931, particularmente, sobre la figura de Arturo Araujo, un personaje que suele ser presentado como una víctima y no como el principal agente del descalabro del débil experimento democrático iniciado en 1927. A contra corriente de las explicaciones que se han ofrecido hasta ahora, no fue el golpe militar del 2 de diciembre, sino las acciones del propio Araujo las que erosionaron las promesas de la incipiente democracia y prestaron condiciones para la entronización del militarismo en el Estado y en la cultura salvadoreña.