Hacía diez años que no lo veía. Lo encontré frágil y notablemente avejentado, pero su rostro se iluminó de alegría al reconocerme.

—Desde hace más de un año vivo solo en mi castillo —me confesó—.

Mi reina se mudó a otro plano. Un cáncer de páncreas se la llevó, dejándome solo. Al decírmelo, sus ojos se inundaron y su mirada se apagó. Contemplando el vacío, su rostro se ocultó por un instante, y resurgió marcado por la tristeza. Era evidente: la soledad pesaba sobre aquel médico retirado y olvidado, que ahora habitaba únicamente en compañía de sus recuerdos.

La soledad se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial, reconocida incluso por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en noviembre de 2023 creó una comisión internacional para abordarla. La soledad es un estado subjetivo de distrés, asociado con la angustia y ansiedad que generan síntomas físicos y psicológicos como dolor de cabeza, tensión, insomnio, entre otros, los cuales experimentan las personas adultas mayores cuando hay una discrepancia entre las relaciones sociales que establecen, con la percepción de su entorno.



En la actualidad, promover la inclusión e integración resulta apremiante, dado que, cada vez más personas mayores se encuentran en situación de aislamiento social y con sentimientos de soledad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2021), la prevalencia del sentimiento de soledad en personas mayores de América Latina es del 25% al 32%, y se estima que una de cuatro personas vive en situación de aislamiento social. La soledad y el aislamiento social aumentan el riesgo de muerte prematura en un 25%, el riesgo de enfermedad cardiovascular en un 30% y el de demencia en un 50%. Se asocia también con deterioro en la salud mental y física, y un mayor riesgo de mortalidad en pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer.

El Salvador atraviesa un proceso acelerado de envejecimiento poblacional. Según el Censo de 2024, el índice de envejecimiento alcanzó 49.0, es decir, hay 49 personas de 65 años o más por cada 100 niños y jóvenes de 0 a 14 años, mientras que en 2007 era de 19.3, reflejando un aumento significativo en la proporción de adultos mayores respecto a la población joven. El envejecimiento es más avanzado en los tres departamentos más poblados del país: San Salvador (63.3), La Libertad (67.6) y Santa Ana (57.7). Para 2025, se estima que hay 800,000 personas de 60 años o más, lo que representará el 12.3% de la población total. De acuerdo con la CEPAL, en 2037 la proporción de personas de 60 años y más igualará a la de menores de 15 años, marcando un cambio demográfico histórico. El Salvador es ya el país más envejecido de Centroamérica, con una tasa de fecundidad que ha caído a 1.7 hijos por mujer y una edad media proyectada de 50.5 años para el año 2100. Sin embargo, en El Salvador, la prevalencia de la soledad entre la población adulta mayor no cuenta con una cifra oficial única y reciente publicada a nivel nacional. El adulto mayor y sus características epidemiológicas de salud y enfermedad no parecieran ser en una prioridad para el presente liderazgo de salud.

¿Qué medidas está tomando el MINSAL para afrontar este problema creciente y urgente?
A finales del gobierno del FMNL, en año 2018, se publicó un documento titulado: Modelo de atención Integral en Salud para la Persona Adulta Mayor. Un modelo específico que busca garantizar el derecho a la salud de las personas mayores, promoviendo un envejecimiento activo y saludable. Este modelo incluye la ampliación de la accesibilidad a los servicios de salud, acercando la atención a las comunidades, fortaleciendo la red de servicios, la capacitación del personal en geriatría, y la promoción de la participación y contraloría social de las personas mayores.

El Plan Estratégico Institucional 2021-2025 del MINSAL contempla metas alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluyendo la reducción de la mortalidad por enfermedades no transmisibles prevalentes en adultos mayores y el fortalecimiento de la infraestructura sanitaria y de recursos humanos para atender la transición demográfica.

En nuestro país, existen una serie de leyes y planes pintorescos y con una abrumadora cantidad de palabras y oraciones bonitas y esperanzadoras que pretenden llenar a la ciudadanía de tranquilidad. Hacemos, pero no hacemos, o lo que hacemos no lo hace nadie. Las leyes y planes de gobierno se cubren con un velo.

El velo ofrece la ventaja de que se ve y no se ve, o se ve mal si uno quiere, basta con hacerle un pliegue para duplicar su espesor cuando conviene, dos para cuadriplicarlo y no ver nada. La realidad: la cobertura del sistema de pensiones, la tasa de cobertura de la población en edad legal de jubilación (60 años y más para hombres, 55 años y más para mujeres) era de solo el 19% en 2018. El adulto mayor en nuestro país en su gran mayoría es una persona ignorada, pobre, mujer, viviendo en un castillo de soledad.