La vida de las personas transcurre cotidianamente en tres esferas, a saber; pública, privada e íntima. Siempre estamos expuestos a que los demás sepan nuestra esfera pública y en esa convivencia estamos expuestos a los elogios, las criticas y en ocasiones a la intranscendencia. En la esfera privada no nos exponemos al escrutinio social, salvo que con nuestra vida privada afectemos el entorno de los demás ya sea voluntaria o involuntariamente. Nuestra esfera intimas es solo para nosotros como individuos y abarca desde la intimidad hasta nuestro comportamiento individual en modo yocentrismo.



A qué viene la explicación axiomática de las esferas de la convivencia, pues a que todos tenemos derecho a vivir nuestra conducta apegados a las normas sociales y a las circunstancias coyunturales determinadas por el espacio, tiempo y contexto, tal como lo sostiene Lucas W. Lee quien es un crítico reflexivo de lo que el llama “la idiotez del móvil” al cuestionar la inteligencia artificial y el “empoderamiento” que genera el tener consigo un teléfono celular.

Los móviles acabaron con el teléfono convencional y con las cámaras fotográficas. Están a un paso de acabar con las cámaras de video y pronto lo harán con las cámaras cinematográficas. Al periodismo tradicional lo han superado en cuanto a tendencia y accesibilidad aunque más del 95 por ciento de los medios virtuales no sigan normas éticas ni formales de contenido, de tal manera que el 90 por ciento o más de su contenido sea “fake news”.



La reflexión anterior sirve de contexto para explicar el caso de Antonio Díaz, el gerente de una de las sucursales en San Miguel de un restaurante de comida rápida cien por ciento salvadoreño. Díaz fue captado en video por un cliente abusivo que le exigía que el pedido de comida lo llevara una empleada que supuestamente se había portado mal con ellos, a efecto que la empleada se disculpara con ellos. El gerente con la debida paciencia y los rasgos de liderazgo que su cargo requiere, soportó el reclamo abusivo de la persona que en apariencia es un “hermano lejano” retornado al país en plan de vacaciones.

No se sabe si el sujeto que hace el video tiene dinero y si su comportamiento es parte de su esfera pública y privada, acostumbrado a maltratar a las personas que se ganan honradamente su salario, pero su comportamiento no es la de un ciudadano ejemplar. Si la empleada lo trató mal tuvo que poner la queja siguiendo los protocolos y las formas convenidas, nunca hacerlo de manera airada o con intenciones de supremacía o “salveque” como decimos en buen salvadoreño.

Lo peor que esa persona malcriada hizo fue grabar al gerente y luego difundir el video en redes sociales. En primer lugar el establecimiento es privado al igual que el trabajo de Díaz, en segundo lugar al subir a redes sociales el video solo demuestra su necesidad de reconocimiento público o su sed de grandeza a costa de los que sea. Según dicha persona subiendo el video iba a obtener reconocimiento de héroe, cuando en realidad ha sido reconocido como abusivo, prepotente y con una serie de epítetos que lo descalifican como una persona buena o como un ciudadano ejemplar.

Antonio Díaz solo cumplió con su rol de gerente y asumió su papel al atender a los clientes porque probablemente su empleada tuvo algún tipo de roce, con ella evitaba malos entendidos y garantizaba la mejor atención para los comensales, pero fue recibido por un tipo que sin pedirle permiso comenzó a grabarlo. ¿Qué hubiera pasado si la empleada llega? Es probable que el tipo la denigrara u ofendiera.

La empresa y un grupo de empleados, como un gesto de reconocimiento, le rindió un homenaje a Antonio Díaz, al valorarlo como un trabajador ejemplar y motivo de orgullo para la cadena de restaurantes para la cual labora; mientras que en las redes sociales el autor del video y del reclamo abusivo ha sido descalificado con términos peyorativos indignantes.

La gran lección es que debemos respetar las esferas de connivencia social. Tener dinero o un celular en la mano no debe ser motivo para envalentonarnos. Hacerle videos en establecimientos privados a personas es abusivo si no se cuenta con su consentimiento. Si alguien se expone en la vida pública no puede luego reclamar. Un video en la esfera privada, simplemente es un delito.

Conozco a dos jóvenes universitarios que en San Jacinto abordaban las rutas de buses que los llevaban a la universidad. Uno de ellos pagaba el pasaje solo con monedas de $0.01. Un muchacho se subía y se sentaba en los asientos delanteros y comenzaba a grabar al conductor, luego subía el que pagaba con centavos. El sueño de ambos era que el conductor tirara las monedas o les reclamara fuertemente y así tener el video perfecto para subirlos a las redes. Para su mala suerte eso nunca sucedió.

Y es que hay personas que graban todo y todos sin importar si hacen o no daño. Quien grabó a Antonio Díaz solo demostró su bajeza. Respetemos a las personas, su privacidad e intimidad son su derecho. A los móviles hay que darles un buen uso, ser pedantes u ocasionarles problemas a la gente trabajadora no es humanamente correcto.