A menos de una semana para que los estadounidenses elijan a su nuevo presidente, las más de 250 encuestas certificadas estatales y de alcance nacional no se decantan por republicanos o demócratas. Será un final de “foto finish” donde tanto ganador como perdedor deben aceptar los resultados y no gritar al mundo que hubo fraude. Por cierto, se termina el período presidencial de Joe Biden y Donald Trump, sin pruebas más que su ego herido, sigue sosteniendo que hubo fraude y que le arrebataron el triunfo.



Donald Trump y Kamala Harris llegan como favoritos para sus seguidores y como perdedores para sus opositores. Al final quien gane será el político más influyente en el mundo en la medida que esa nación, la más poderosa del mundo, se atribuye el derecho de intervenir en las políticas regionales del planeta y en las naciones mismas.

La democracia es tal en Estados Unidos que otorga la factibilidad que un candidato gane la presidencia con cientos de miles o millones de votos menos, debido a su sistema de elección. El que gana la mayoría, aunque sea solo por un voto, se gana el Estado y con ello el total de los compromisarios al Colegio Electoral. Por ejemplo, Arizona otorga siete compromisarios, los cuales representan al candidato ganador, sin importar si el triunfador solo obtuvo uno o dos votos más que su rival.



En total los votantes nominan a 538 compromisarios para el Colegio Electoral y el futuro presidente solo requiere un mínimo de 270 de esos votos para ser designados. Hasta ahora ningún compromisario ha votado en contra del partido que confió en él, pues aunque no está legislada esa lealtad u obligación, se entiende que son personas responsables y claramente identificadas con la corriente política que les proporciona esa responsabilidad de elección.

Ya los estadounidenses han hecho intentos para enmendar su Constitución, con la finalidad de abolir el Colegio Electoral y que el presidente sea electo por mayoría popular, pero las mismas garantías constitucionales son una barrera difícil de flanquear, pues tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado dicha enmienda debe ser votada por las dos terceras partes de sus miembros, respectivamente.

A todo el globo terráqueo le interesa o afecta las elecciones en Estados Unidos, pues siendo la nación más poderosa del mundo, muchas de sus políticas llegan hacer transversales para todos los países. Desde la Casa Blancas y el Pentágono, se toman decisiones que pueden impulsar procesos de paz o de guerras, estabilidad o inestabilidad económica, fortaleza o debilidad democrática. Las naciones o son amigas o enemigas de Estados Unidos. Pocos son los países que pueden trascender en cualquier rumbo sin el beneplácito estadounidenses. En otras palabras ellos eligen presidente para su país y para los intereses de los demás.

A estas alturas no hay favorito. Técnicamente están siendo unas elecciones reñidas, dignas de un guion hollywoodesco o de un best seller. No sabemos si el republicano Donald Trump, de 78 años de edad, y su compañero de fórmula Jame D. Vance o si la actual vicepresidenta la demócrata Kamala Harris, de 60 años, y su compañero Tim Walz ganarán las elecciones. Ojalá que gane quien gane sepa guiar a esa gran nación y que su incidencia en el resto del planeta sea cada vez menor.

Los estadounidenses están a las puertas de elegir a un expresidente que ha caído muchas veces en exabruptos que lo han llevado a comparecer ante la Corte o a una aspirante, que de ganar sería la primera mujer de ascendencia de raza negra en el cargo. El o la nueva mandataria enfrentará retos que desde hace varias administraciones vienen enfrentando sin dar soluciones.

Durante la campaña los candidatos, por normativa o tradición, tuvieron que debatir de cara a la nación, demostrando sus virtudes y falencias, para que los electores conocieran las intenciones de los aspirantes. A algunos les sirvió para consolidar su apoyo hacia determinado aspirante y para los indecisos reafirmar esa indecisión o decantarse por alguno de ello. Habrá quien decidió no votar por ninguno.

Los temas cruciales en la campaña “curiosamente” son los mismos cinco de las campañas anteriores, a saber: Inmigración, clima, economía, aborto y relaciones internacionales. Todos, tema de relevancia mundial. Per cápita Estados Unidos es el país con más inmigración, especialmente de los personas provenientes del mismo continente y de otras latitudes; en cuanto al clima se tiene la certeza que los efectos del cambio climatológico están ligado a varios factores entre ellos a la industrialización y siendo una de las naciones más industrializadas, pues es una de las que más abona a ese cambio peligrosos de las condiciones climáticas en la Tierra: el aborto, al igual que la eutanasia, es una de las circunstancias más ligadas a la conciencia humana y Estados Unidos a la vanguardia democrática debe tener una postura clara y definida; en el plano de la economía, por su papel de la nación más poderosa del mundo en ese ámbito, es lógico pensar que el saneamiento y la proyección económica arrastra por magnetismo a los otros países y a su sociedad interna.

De las relaciones internacionales, como ya se dijo, Estados Unidos es capaz de generar paz o guerras en la aldea global y con sus políticas es capaz de trascender las entrañas de otros países. Popularmente decimos que Estados Unidos estornuda y a otros países les da gripa o los gringos fuman y los latinos padecemos de sinusitis.

Todos estamos a la expectativa del resultado de las elecciones en Estados Unidos. Donald Trump o Kamala Harris, no hay más para elegir para el futuro estadounidense, uno de ellos conducirá a la nación de las franjas y las banderas y será influyente para el mundo entero. Que Dios ilumine a cada ciudadano de ese país para que vote con conciencia y respetando el sistema democrático establecido, que para muchos salvadoreños se ha convertido en un ejemplo de democracia y en el “sueño americano”. ¡Dios bendiga a América...!