El mercado laboral salvadoreño, caracterizado por altos niveles de informalidad, baja productividad y una marcada dependencia de sectores tradicionales, se verá inevitablemente transformado una diversidad de cambios que están reconfigurando el mundo del trabajo. Entre ellos destacan la profundización de la era digital y la automatización, el neoproteccionismo, los cambios demográficos y la transición verde.

Profundización de la era digital y la automatización. La expansión del acceso digital, los avances de la inteligencia artificial y el despliegue de la robótica y los sistemas autónomos transformarán de manera acelerada las ocupaciones. A nivel global, se prevé que estos cambios generen millones de nuevos empleos, pero también que provoquen una fuerte reducción de trabajos rutinarios y administrativos. Para El Salvador, donde la digitalización empresarial aún es incipiente y la conectividad presenta desigualdades significativas entre zonas urbanas y rurales, el riesgo de quedar rezagados frente a esta transición es alto. No obstante, la digitalización abre oportunidades para ampliar la oferta de servicios basados en conocimiento, dinamizar el sector tecnológico emergente y facilitar la inserción en cadenas globales de valor mediante el teletrabajo y la exportación de servicios digitales. El desafío será preparar a la fuerza laboral con competencias digitales y tecnológicas que hoy son escasas.

Neoproteccionismo. El comercio internacional, que en las últimas décadas ofreció oportunidades para países pequeños a través de tratados como el CAFTA-DR, enfrenta crecientes restricciones comerciales, subsidios internos y disputas entre grandes potencias. En este escenario, El Salvador corre el riesgo de ver limitadas sus posibilidades de diversificación exportadora, particularmente en sectores como el textil y la maquila, que dependen fuertemente de mercados como Estados Unidos. Sin embargo, esta misma dinámica puede abrir espacios para el nearshoring: empresas que buscan relocalizar parte de su producción más cerca de los grandes mercados. Para aprovechar esta ventana, será imprescindible mejorar la infraestructura, elevar la calificación de la mano de obra y asegurar un entorno institucional atractivo y confiable para la inversión.

Cambios demográficos. Mientras en las economías avanzadas predomina el envejecimiento y la reducción de la población en edad de trabajar, en países como El Salvador la fuerza laboral continúa creciendo, aunque a un ritmo más lento por la emigración sostenida de jóvenes y el el peso creciente de la población de 65 años y más. Esta paradoja plantea un doble reto: por un lado, aprovechar el bono demográfico que aún persiste mediante la generación de empleos de calidad; y por otro, gestionar los efectos del envejecimiento poblacional en el acceso a pensiones, salud y cuidados. El sector del cuidado, que ya muestra señales de expansión a nivel global, puede convertirse en un campo prometedor para la creación de empleo en el país, especialmente si se articula con políticas públicas que reconozcan y profesionalicen estas tareas.

Finalmente, la transición verde constituye una de las fuerzas más transformadoras. Los compromisos internacionales de reducción de emisiones y adaptación al cambio climático demandan nuevas competencias y empleos en sectores como las energías renovables, la gestión ambiental y la construcción sostenible. Para El Salvador, particularmente vulnerable a los efectos climáticos, esta transición no es solo una oportunidad, sino una necesidad. La agricultura, que sigue siendo un pilar del empleo nacional, enfrentará presiones por la variabilidad climática, pero también puede beneficiarse de inversiones en prácticas sostenibles. A nivel urbano, se abrirán oportunidades en energías renovables, eficiencia energética, movilidad eléctrica y gestión de residuos.

En conjunto, estos cuatro cambios o tendencias redefinirán el mercado laboral salvadoreño en la próxima década. Si bien presentan riesgos evidentes —como el desplazamiento de empleos rutinarios, la vulnerabilidad ante choques externos y la persistencia de desigualdades en el acceso a la digitalización—, también ofrecen la posibilidad de impulsar transformaciones largamente postergadas: mejorar la educación técnica, fortalecer la capacidad productiva de las MYPE, diversificar la economía y fomentar sectores emergentes con alto potencial de crecimiento.

El futuro del trabajo en El Salvador no está escrito de antemano. Dependerá de la capacidad del país para anticiparse, invertir en su capital humano y diseñar políticas que acompañen los procesos de cambio en lugar de resistirlos. La profundización de la era digital, la transición verde, la gestión de los cambios demográficos y la adaptación al nuevo entorno geoeconómico al que se está configurando con el neoproteccionismo serán pruebas decisivas para construir un mercado laboral más inclusivo, resiliente y capaz de sostener el desarrollo en las próximas décadas.

*William Pleites es director de FLACSO El Salvador