El Salvador está de luto. Uno de sus mejores hijos ha partido al cielo. Mi amigo y ex mundialista de España 82 Jaime Alberto “Chelona” Rodríguez Jiménez partió al cielo el domingo pasado a los 66 años de edad. Jaime, a pesar de su grandeza deportiva y su nobleza como ser humano, siempre fue un tipo humilde, amigable, inteligentes y muy bonancible.
Ha sido, según yo y muchos aficionados, el mejor defensa central que alguna vez nació en tierras guanacas. Una vez le pregunté a Jaime quién era el mejor defensa central histórico de El Salvador y con esa su humildad que resaltaba en el trato a los demás, me dijo que Francisco Jovel. Le repliqué que para mí y la mayoría de aficionados el mejor era él y riéndose me insistió en que Salvador Mariona, Ramón Fagoaga y él, eran los suplentes de Jovel.
Supe de Jaime Rodríguez cuando yo era un niño y él parte de aquella selección de excepcionales y talentosos futbolistas que nos llevó a España 82. Todos esos jugadores se convirtieron en mis ídolos a quienes jamás pensé en llegar a conocer. Atesoro gratos recuerdos de cuando mi padre me llevaba al estadio a ver los juegos de la Selecta. En junio de 1989 tuve el privilegio de estar en el monumental Estadio Cuscatlán, cuando “La Chelona” le anotó un golazo a Luis Gabelo Conejo, el portero de la selección costarricense. Ese ha sido uno de los mejores goles que he visto en mi vida.
Jaime ha sido hasta ahora el único futbolista salvadoreño que ha jugado siendo estrella en tres continentes diferentes poniendo en alto el nombre de El Salvador. Alemania, Finlandia, Japón, México y El Salvador conocieron de la entrega total y la alta capacidad de “La Chelona” que incluso en clubes como Atlas y León de México y el Yokohama Flugels de Japón (donde jugó con la superestrella Zico de Brasil) se le designó capitán por sus méritos de liderazgo. Jaime era un defensa central con un potente disparo y un cabeceo digno de los mejores. Para nosotros era “Chelona”, pero en Finlandia y Alemania era el “moreno”.
El periodismo a veces nos da privilegios y yo, allá por 2000, tuve el privilegio de conocerlo en persona y hasta hacerme su amigo. Iván Miranda, entonces jefe de Deportes de un matutino donde ambos trabajábamos, me propuso escribir la biografía de Jaime Rodríguez con quien entablamos una cita en la oficina de su academia de fútbol, donde “la Chelona” en un tono de humildad nos propuso que mejor escribiéramos la biografía de Jorge “Mágico” González y que él se encargaría de convencer al “Mágico”. Jorge aceptó y dimos paso al proyecto.
Grabadora en mano nos reuníamos en la oficina de la Academia y nos pasábamos horas enteras tertuliando y escuchando de viva voz del “Mágico” sus vivencias desde su niñez y adolescencia hasta su vida en Cádiz, España, donde lo idolatran y aman. A veces nos acompañaba Norberto “Pajarito” Huezo (QEPD) e íbamos a la casa de Jaime en la Santa Elena, donde llegábamos hasta la medianoche. Era un placer escuchar a “Mágico”, “Chelona” y “Pajarito” porque con sus historias nos hacían vivir el pasado. Ahí conocí a su esposa doña Rina y a sus hijos Kevin, Diego y Gabriela, el verdadero orgullo de Jaime.
Hubo veces en las que de la oficina de la Academia nos íbamos a cenar a Plaza Merliot, porque a “Magico” le encantaban unas pizzas de hongos y camarones que de manera exclusiva hacían para él y sus invitados. Con mi compadre Iván nos sentíamos privilegiados de acompañar a aquel tridente de estrellas (Rodríguez, Huezo y González).
Comenzamos a escribir el libro y de cada avance le entregamos copia a Jorge y Jaime. Luego por razones ajenas a nuestra voluntad ya no terminamos la biografía. De aquella experiencia me quedó la amistad con Jaime, Jorge y Norberto, a tal punto que a veces íbamos a desayunar a la casa de “Mágico” en el Reparto Los Héroes, frente al estadio Cuscatlán. Ser amigo de ellos era mi sueño cumplido.
Cuando Jaime tomó las riendas de naciente San Salvador F. C. el equipo entrenaba al mediodía en la Cancha San Luis y con Iván nos hicimos asiduos observadores. Jorge, inscrito como futbolista no entrenaba y se dedicaba a hacer “malabares” y disparar a la portería. “Basta con su presencia para inspirar al resto de jugadores”, me dijo en respuesta cuando le señalé a Jaime que “Mágico” no entrenaba.
En octubre de 20o6 vino al país Diego Armando Maradona acompañado de grandes exfutbolistas mundiales para un juego de “showbol” contra un equipo de “Mágico” y sus amigos, entre los que estaba Jaime y Norberto. Ese día Jaime le habló a Iván para que me llevara al hotel donde después del partido iba a estar Maradona para que lo saludáramos en persona. Fuimos y cuando Diego saludó a Jaime le dijo: “Te veo y ya me duelen los tobillos” en referencia a que Jaime fue el marcador de Maradona en el duelo El Salvador-Argentina en España 82. La respuesta con carcajada incluida de Jaime fue: “solo dos veces te pegué”. En aquella visita de menos de diez minutos, Maradona nos autografió su libro biográfico “Yo soy El Diego”.
Cuando en 2009 lo nombraron presidente del Instituto Nacional de los Deportes de El Salvador (INDES), cargo que ostentó hasta 2014, Jaime se prometió hacer una labor de masificación y democratización del deporte, amén de manejar la institución con transparencia y con carácter de apoliticidad. Y así lo hizo, pero al final hubo intereses políticos que sin ser uno de ellos lo alcanzaron e intentaron hacerle daño por la vía legal. Sus amigos siempre supimos de su inocencia e intachable trayectoria, por lo que ninguna mala intención iba a dañar su reputación de hombre y ciudadano correcto. Nuestra gloria deportiva.
Cuando en marzo pasado Norberto Huezo falleció me llamó y fue él quien me confirmó la noticia. Lloraba mientras me decía que “Pajarito” Huezo había volado al nido celestial. Cuando Iván Miranda falleció en mayo de 2010, me llamó para que le confirmara la noticia. Entonces me contó que estaba haciendo las gestiones para que Iván asumiera como gerente de comunicaciones del INDES y que yo era su segunda alternativa, pero que el mismo Presidente de la República había rechazado su propuesta al considerarnos periodistas “no alineados”.
Jaime se fue a vivir a Houston, Texas, Estados Unidos y en ocasiones, vía redes sociales nos comunicábamos. Siempre me preguntaba por mi familia y yo por la suya. Tanto él como yo tenemos, respectivamente, un hijo llamado Kevin y casualmente ellos se conocen. Jaime formó un hogar ejemplar y sus hijos son destacados ciudadanos, quienes tienen motivos de sobra y muy valederos para sentirse plenamente orgullosos de su padre, un hombre trascendental del cual los salvadoreños nos ufanamos.
Gracias al periodismo conocí a mis ídolos de infancia, adolescencia y de toda la vida. No solo los conocí, sino también me hice amigos de ellos. Descansa en Paz amigo Jaime, en el cielo me saludas a Norberto y a mis padres. Hoy y siempre serás mi ídolo. Mi héroe.
*Jaime Ulises Marinero es periodista