Cuando alguien no tiene ni los estudios suficientes ni conocimientos sólidos o al menos la debida información básica en relación con determinado asunto, si desea o debe emitir un juicio al respecto lo más conveniente y prudente es investigar un poco o buscar una buena asesoría para hablar sobre el mismo con cierta propiedad. Y como yo no soy ducho en temas económicos, para meter mi cuchara ahora eché mano de lo opinado por una profesional sumamente conocedora de la materia y hasta me animé a escarbar por primera vez en la llamada inteligencia artificial. Lo hice porque no quiero pasar por ignorante natural, opinando sobre la deflación. Porque si me quedo únicamente con su definición incluida en el Diccionario de la lengua española, contribuiría a confundir o desinformar a quien amablemente me lea o escuche.
En dicho amansaburros se lee que la deflación es el descenso del nivel general de precios. No más. Pero al buscar en ChatGPT –publicitado como "el asistente de inteligencia artificial más popular"– me enteré con mayor amplitud de qué se trata: es "una disminución general y sostenida de los precios de bienes y servicios en una economía durante un período prolongado de tiempo". Luego se plantea si la deflación es mala y la respuesta es afirmativa, pues "puede provocar una espiral deflacionaria"; esta se traduce en reducción de precios, sí, pero también en bajón de compras, despidos de personal en las empresas y reducción de ingresos, entre otras afectaciones.
Nayib Bukele aseguró hace poco que en el país "hay deflación". Y lo dijo como algo bueno porque están "resolviendo cuellos de botella, aumentando productividad, bajando aranceles" y "eliminando intermediarios"; además, agregó, por haber acabado "con la extorsión". Tras ello comenzaron a escucharse voces como la de la economista feminista Julia Evelyn Martínez, quien además es investigadora y docente. No quiso reaccionar inmediatamente; le dio "pereza", expresó, así que lo hizo hasta el siguiente día sosteniendo que la deflación "no siempre es un síntoma de que una economía está mal". Pero añadió que cuando se combina con otros factores no es "buena noticia", que es el caso de la salvadoreña.
La deflación que padecemos ‒afirmó‒ "está acompañada de un ajuste fiscal recesivo que se basa en la disminución del gasto público corriente"; léase "despidos de empleados públicos" así como "recortes en presupuestos sociales y en las transferencias a gobiernos municipales", por ejemplo. Agréguese a lo anterior el crecimiento del costo de la vida para las familias de las mayorías populares, "la caída sostenida en las principales exportaciones" como las textiles y de la confección, el incremento porcentual de la deuda pública frente al Producto Interno Bruto (PIB), "el endeudamiento de las familias para financiar su consumo, el aumento en el empleo informal y la caída sostenida de la Inversión Extranjera Directa debido a las condiciones de inseguridad jurídica y de corrupción en las contrataciones públicas".
En semejante escenario, declaró, "la deflación no es una buena noticia sino una señal de alerta de una posible recesión económica". Esta es la conclusión de Julia Evelyn. Y por recesión económica ‒vuelta a consultar al "asistente de inteligencia artificial más popular"‒ debe entenderse "una disminución significativa de la actividad económica en un país o región que se extiende durante un periodo prolongado, generalmente dos trimestres consecutivos o más". Se caracteriza por la caída del PIB, la reducción del consumo y de la inversión, el alza del desempleo y una menor producción industrial.
Con ese cuadro, no queda más que reconocer que está jodida la situación actual y lo estará la venidera. "Medicina amarga", le dicen... Eso se corrobora con los resultados de la última encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública. Al preguntarle a la población consultada acerca del principal problema con el que le toca lidiar cotidianamente, son cuatro los que se ubican por encima del resto; estos están relacionados con su diario y penoso sufrir.
En orden descendente, el 70 % de las personas los ubica así: economía, desempleo, alto costo de la vida y pobreza. Lo relativo a la vivienda es el espejo en el cual se refleja la profunda desigualdad que, a lo largo de su historia, ha caracterizado penosamente a nuestra sociedad; conseguir una propia o alquilada le resulta fácil y muy fácil al 8 %, pero casi el 90 % lo ve como algo difícil y muy difícil.
Así las cosas, el panorama nacional no pinta nada bien para la economía de las referidas mayorías populares; eso es así por más que inflen, inflen e inflen la propaganda oficialista engañosa tendiente a presentar una realidad diferente.