Diciembre es un mes que se presta para muchas cosas, hasta para las estafas. Magdalena T. es una mujer de 68 años y propietaria de una tienda bien surtida, que el 30 de noviembre pasado recibió una llamada de un supuesto vecino en el barrio San Jacinto, que desde hace 25 años supuestamente reside en Nueva York, Estados Unidos. Ella no se recordaba del supuesto vecino que le dijo llamarse Alberto y quien le contó que vendría a pasar la navidad a El Salvador y que por adelantado había mandado dos maletas que contenían ropa, zapatos, teléfonos celulares, dinero en efectivo y joyas. Cada maleta traía $3 mil en efectivo y producto valorado en $10 mil.



Las maletas iban a estar en el aeropuerto internacional de El Salvador el 3 de diciembre, pero para poder retirarlas se tenía que pagar $4 mil dólares en impuestos, cuyo pago debía hacerse desde Nueva York. Por lo tanto, Alberto le mandó un número de cuenta a Magdalena para que ella deposita o hiciera la transferencia y pagar los impuestos desde la ciudad neoyorquina.

A cambio del “inmenso favor” Magdalena podía quedarse con los $6 mil en efectivo y escoger dos teléfonos celulares. La mujer, quien asiste con regularidad a una iglesia evangélica, se la pasó toda la noche pensando en la posibilidad de “ganarse” esos $2 mil en cuestión de horas, pero no le cuadraba el hecho de no recordar a Alberto, quien en la plática de unos diez minutos le preguntó por su esposo ya fallecido, por sus dos hijos, por sus nietos, por el barrio y por otros aspectos familiares, lo cual le generaba confianza.



La mañana del lunes, decidida a ir a realizar el depósito, le habló a su hijo abogado para contarle lo ocurrido y lo que pensaba hacer. Fue su hijo quien le dijo que se trataba de una estafa y que todo lo familiar que el “tal Alberto” le había preguntado ella misma lo había hecho público al subirlo a sus redes sociales. Magdalena volvió a recibir una llamada a través de sus redes y esta vez fue una persona de nombre diferente y que fingía hablar con tono cubano, quien le dijo que estaba llamando del servicio de aduanas estadounidense interesado en comprobar si iba a efectuar la transferencia o depósito y que tenía que hacerlo antes del mediodía. Magdalena le dijo que ya sabía que todo era parte de un ardid e inmediatamente le cortaron la llamada y la bloquearon de las redes sociales. Magdalena, como muchos salvadoreños estuvo a punto de caer en una estafa.

No todas las posibles víctimas tienen la suerte de tener un hijo abogado o a alguien que los haga recapacitar. Hay personas que caen simplemente por ingenuidad o anonadados por las estrategias de los malhechores que a través de las redes sociales o con la complicidad de otros investigan el entorno de sus probables víctimas.

Nadie manda maletas sin pagar impuestos, mucho menos nos mandan paquetes porque fuimos los escogidos por obra divina. Quienes piden dinero para pagar los aranceles son estafadores e inmediatamente debemos denunciar el caso ante las autoridades respectivas. Por gracia de la suerte no salimos sorteados para que un desconocido nos envíe algo de valor. No debemos caer en el ser avaro o ingenuo para ser víctimas. Si nos dicen que un pariente nos manda algo, pues hablemos con el susodicho y verifiquemos que eso es cierto.Recordemos que por muchos años que el dizque pariente tenga de vivir en Estados Unidos u otras partes del mundo es muy difícil no recordarnos de ellos.

Hace un par de años conocí el caso de una joven que se hizo novia de un “canadiense” a través de las redes sociales. “Creció tanto el amor” que la joven la envió más de 30 mil dólares para que él viniera a casarse con ella. Al final resultó estafada y desilusionada porque el supuesto novio canadiense la bloqueó de las redes y el dinero fue retirado en Colombia.

Los salvadoreños tenemos que estar alertas y no caer en las garras de los estafadores que cada vez más se están innovando y mejorando sus estrategias. Apenas el sábado pasado la Fiscalía General de la República (FGR) giró 35 órdenes de captura contra igual cantidad de personas sospechosas de estafar mediante la farsa del envío de paquetes desde el exterior. Ellos al parece exigían envíos que oscilaban entre $200 y $3 mil.

Cuando los delincuentes y sus cómplices operan desde el territorio nacional es posible dar con ellos, por lo que estos casos se deben denunciar. Cuando las redes operan desde el exterior es más difícil dar con los delincuentes, pero siempre hay que denunciar o sencillamente ignorar o bloquear.

Las redes sociales bien utilizadas son una excelente afectiva y efectiva forma directa e indirecta comunicacional, por eso hay que saberla utilizar y no divulgar información de nuestra esfera intima o privada. No hay razón para dar a conocernuestro número de teléfono o de WhatsApp, datos sobre nuestra familia, preferencias o circunstancias que nos describan casi con exactitud, pues los delincuentes están al acecho de nuestro entorno y luego utilizan lo que saben de nosotros para tratar de hacernos sus víctimas. Magdalena aprendió la lección, todos los salvadoreños debemos aprenderlas: Cuidado con las estafas.

Jaime Ulises Marinero es periodista