Apuñaladas, violadas, golpeadas, acosadas: El pasado miércoles 30 de octubre ocurrió un hecho de violencia en contra de dos mujeres en las instalaciones de la Universidad de El Salvador que ha logrado finalmente llamar la atención de las autoridades obligándolas a dar una respuesta al público ante la alarma social que este hecho ha generado.



El rector informó, como si se tratará de un hecho único y aislado, que colaborarán con las autoridadespara la investigación de este hecho de violencia en contra de dos alumnas.

Muchas mujeres quisiéramos podernos alegar y celebrar esta actuación oportuna y colegiada de las autoridades académicas y administrativas de la Universidad de El Salvador (UES), pero el problema es que desde hace años, sino décadas, las mujeres y adolescentes han vivido hechos de violencia dentro de las instalaciones de la UES sin recibir el acompañamiento que el artículo 21 de la Ley Especial para una Vida Libre de Violencia hacia las Mujeres (LEIV) establece específicamente como una obligación para los centros educativos.



Antes de recorrer algunos ejemplos para ilustrar la gravedad del problema de la violencia que padecen las mujeres y adolescentes en la UES y de mostrar que es un problema estructural que hace años requiere atención, pero ante el cual, por los motivos que sean, las autoridades correspondientes han preferido mirar hacia otro lado, es necesario refrescar la memoria sobre varias situaciones comenzando por algunos esfuerzos que las estudiantes han intentado realizar para enfrentar solas un problema que dista de ser un secreto a voces. Es vox populi que en la UES se acosa y se agrede a las adolescente y mujeres impunemente.

Ante la indiferencia o resistencia de las autoridades, las estudiantes han intentado protegerse colectivamente a través de iniciativas como la “Mesa Interuniversitaria de Mujeres”, las “Majes Emputadas”, la “Colectiva Amorales” por nombrar algunas, pero también han recurrido a mecanismos propios de esta generación con la creación de hashtags para llamar la atención; por ejemplo “PasoEnLaU” u “OjosEnLaUES”. También han intentado llevar a cabo acciones de denuncia o activismo colectivo o escraches, pero los mismos han recibido poca respuesta de la universidad y más bien ha resultado en la criminalización de algunas de las alumnas que han alzado la voz en contra de algunos de los más conocidos acosadores de este centro educativo como en el caso de la alumna XXX condenada por haber denunciado el acoso sexual cometido reiteradamente por un profesor de teatro universitario. Increíble, pero cierto. Varios de estos movimientos de jóvenes mujeres están ilustrados en el documental de la periodista Mónica Campos, denominado “Hijas de la Furia”, disponible en redes sociales, mientras que la problemática específica con el teatro universitario puede leerse en el artículo de un periódico de circulación nacional, intitulado “Los abusos que esconde el escenario” así como en el artículo del medio digital, La Brújula, intitulado “Tres mujeres declaran contra Ricardo Mendoza por acoso y abuso sexual en la UES”.

Las autoridades universitarias en lugar de hacerse cargo, de cumplir con la LEIV y de crear mecanismos de prevención, investigación y sanción adecuados y confiables, han intentadomaquillar el problema con la creación de un Centro de Estudios de Género, la apertura de una maestría en estudios de género, la realización de charlas sobre la problemática, la creación de una mesa interinstitucional, entre otras medidas que no han contribuido prácticamente para nada a reducir la frecuencia ni la indolencia generalizada que existe ante la violencia que sufren alumnas y mujeres que forman parte del personal de la universidad.

A través de entrevistas que personalmente realicé el año pasado y a inicios de este año con diversas mujeres y adolescentes de la UES, como vicedecanas, alumnas, exalumnas y catedráticas que han sufrido o presenciado alguna forma de violencia, todas coinciden en que existe un grave problema de violencia dentro de las instalaciones universitarias que afecta mayoritariamente a las alumnas, en función de su vulnerabilidad frente a profesores o autoridades administrativas, pero también afecta a mujeres que forman parte del personal administrativo. Cabe recordar que la UES es la única universidad pública en El Salvador y que muchas niñas y mujeres no tienen la posibilidad económica de estudiar en otra universidad. Eso las vuelve todavía más vulnerables.

En marzo de 2023, participé en un foro para denunciar el problema y ofrecer buenas prácticas adoptadas en otras latitudes, pero no hubo eco por parte de la universidad. También me reuní con algunas autoridades que no nombraré porque me pidieron hablar de forma anónima por miedo a represalias. A inicios de2024, solicité una reunión con la Vicerrectora Académica, por motivos relacionados a una iniciativa en la que yo participaba en ese momento, vinculada a un proyecto para mejorar el acceso a la justicia de mujeres, niñas y adolescentes víctimas de violencia, pero tampoco hubo respuesta.

La UES cuenta con una Defensoría de los Derechos Universitarios y con una Fiscalía Universitaria y desde años, existe un esfuerzo o mesa creada para redactar un protocolo para la presentación de denuncias e investigación de los casos de acoso y violencia, pero por más que se acumulen instancias y documentos, la realidad en la que todas las personas entrevistadas coinciden es que no hay voluntad por resolver el problema; por ejemplo, según entrevistas con varias alumnas de diversas carreras, las autoridades universitarias se resisten ante las peticiones para que las entidades o personas que investiguen y tramiten las denuncias sean independientes. Y, mientras tanto, las alumnas y las mujeres que trabajan en la UES siguen siendo altamente vulnerables al acoso y a las agresiones sexuales. Hay tesis de las alumnas de la licenciatura en Trabajo Social de la UES que se enfocan en el problema del acoso universitario y sus efectos. Hasta hace poco el texto íntegro se encontraba en línea en el repositorio de tesis de dicha universidad.

Abundan los artículos de prensa que han informado por años queen el interior de las instalaciones se han violado, golpeado y han acosado sistemáticamente a alumnas de varias carreras de forma pública e impune. También hay casos de empleadas y funcionarias que han sufrido diversas formas de acoso, pero que han recibido menos publicidad porque ellas mismas prefieren callar por miedo a represalias. En 2021 la Red de Colectivas Feministas realizó un estudio que concluyó que más del 80 % de los casos de acoso sexual contra mujeres en la Universidad de El Salvador sucedió dentro del salón de clases. Según dicho estudio, solo un 10% de las estudiantes acosadas, se animó a denunciar, pero la mayoría expresó temor a hacerlo o desconocimiento sobre los procedimientos, pero, sobre todo, temor. El estudio preguntó a las encuestadas, si acudieron a alguna instancia universitaria para denunciar y solo un 10 % aseveró haberlo hecho; el otro 90 % prefirió no hacerlo porque no conocen el procedimiento o por miedo a represalias. El informe reveló que 55.6 % de los casos los agresores fueron absueltos e incluso vuelven a ser sus profesores en otra materia porque continúan dando clases, un 22.2 % fueron condenados. El Mundo publicó un artículo al respecto.

Agregando a la casuística con el propósito de visibilizar la gravedad del problema, en 2018, un vigilante de la UES fue capturado y juzgado por violar a una menor de edad dentro de las instalaciones de la universidad. Ese mismo año, también fue pública y notoria la captura del docente de José BoanergesOsorto, por los delitos de lesiones, amenazas y expresiones de violencia en contra de una alumna con la que supuestamente sostenía una relación sentimental; sin embargo, luego fue absuelto.

En marzo de 2022, una alumna de medicina se suicidó porque no soportaba el acoso y el maltrato al que era sometida en diversos espacios relacionados con su carrera. La prensa dio una amplia cobertura a este caso en su momento y varias organizaciones feministas y de derechos humanos emitieron un comunicado exigiendo a la UES la toma de acciones para evitar situaciones como esta, pero según informan organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres y las mismas alumnas de la carrera de medicina, las prácticas de acoso en esa carrera son especialmente frecuentes y en total impunidad, tal como hace algunos años la periodista Valeria Escobar intentó visibilizar en su artículo “Los casos de acoso ignorados en El Salvador”, también disponible en línea.

Llegamos a 2024 y en el interior de la UES dos estudiantes fueron apuñaladas. La casuística de agresiones a lo largo de los años es lamentablemente abundante. El problema es estructuraly conocido de todos y todas, pero por razones que como mujer, madre y abogada no logro comprender, estamos en presencia de una problemática que lástima a las adolescentes y jóvenes mujeres que estudian y trabajan en la UES, pero ante la cual parece que las autoridades universitarias prefieren mirar hacia otro lado en lugar de brindar ya, aquí y ahora, de forma inmediata, soluciones contundentes.

¿Cuánta violencia más tienen que sufrir las mujeres en la UES para que las autoridades se hagan cargo?