Raquel, es una mujer de la costa oriental de El Salvador. Se paso su vida cuidando sus siete hijos, mientras su marido pescaba.Tulio se llamaba. Un buen hombre que finalmente murió de insuficiencia renal, después de muchos años de padecimiento.Pasaron hambre y sufrimientos, me cuenta, pero ella y sus hijos lograron sobrevivir. Ahora a sus 65 años, vive de las remesas que dos de sus hijos que emigraron a los Estados Unidos le mandan mes a mes. Sufre diabetes, hipertensión arterial y depresión.
Aunque esté bajo control médico en una clínica particular en Santa Rosa de Lima y tomando medicamentos para sus males, al menos una vez por año se descompensa requiriendo muchas veces hospitalización. Durante el ultimo episodio grave tuvo que ser llevada de emergencia a un hospital privado de Santa Rosa de Lima. El médico tratante después de examinarla sugirió a sus familiares que la acompañaban, que doña Raquel necesitaba ser ingresada en el hospital. Siete días sugirió el galeno. Tres días de estancia en el hospital y 4 mil dólares de gastos médicos -según me cuenta ella- sus familiares decidieron que no podrían mantenerla por 4 días más, por lo que solicitaron el alta. Doña Raquel regresó a su casa, junto al mar, y lentamente se recuperó.
En El Salvador, los hogares asumen una parte significativa de los gastos en salud, el llamado “gasto de bolsillo”. Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicado en octubre de 2024, los salvadoreños cubren el 26.7% del gasto total en salud con recursos propios. En otras palabras, por cada $100 dólares de gasto médico, casi $27 dólares son cubiertos por el paciente y su familia.
El gasto de bolsillo en salud se refiere a los pagos directos que los hogares realizan para acceder a servicios, medicamentos y tecnologías sanitarias, sin reembolso posterior. En El Salvador, este gasto sigue siendo una de las principales fuentes de financiamiento del sector salud, especialmente en la adquisición de medicamentos y otros insumos esenciales. Es por todos conocido la ausencia crónica de medicamentos en el sector publico de salud. Ausencia crónica digo, pues es un problema de años y años, de gobiernos de izquierdas y derechas, centristas y extremistas. Y cada año electoral se promete, con slogans bonitos y sofisticados, que esto va a mejorar, que no seremos los mismos de siempre. Que finalmente tendremos un sistema de salud del primer mundo. Pero, llegamos a la clínica y nos llenamos de esperanza al verla toda bonita y pintadita. A lo mejor y es cierto, piensa uno. Pronto nos damos cuenta, que la clínica está llena, que el periodo de espera es superior a las dos horas, y que luego de una rápida entrevista, donde medio me pasaron el estetoscopio, el medicamento recetado tendría que comprarlo en la farmacia del pueblo.
Al final, el ciudadano salvadoreño sigue financiando, además de con sus impuestos, con el gasto de bolsillo, el funcionamiento del sector salud. Lo interesante es que el sector pobre (4to y 5to quintil) desembolsa más del 70% de su gasto del hogar en salud en medicamentos, mientras que los sectores que percibe mayores ingresos únicamente desembolsan el 41% de su gasto del hogar en salud en medicamentos. Esto puede llevar a que familias pobres, ante una enfermedad, caigan en situación de pobreza o profundicen su condición, ya que deben destinar recursos que normalmente serían para alimentación u otras necesidades básicas.
En cuanto a la inflación médica, los precios relacionados con la salud en El Salvador han aumentado a un ritmo mas acelerado que el promedio de otros productos desde agosto de 2023. Por ejemplo, en febrero de 2024, la inflación interanual en el sector salud fue del 2.62%, mientras que la inflación general se situó en 0.8%. Este incremento se observa en áreas como consultas médicas, procedimientos en el sector privado u costos de hospitalización.
El gasto de bolsillo sigue siendo una pesada carga para las familias salvadoreñas, especialmente para las más vulnerables, como lo ilustra la historia de doña Raquel. A pesar de los esfuerzos y promesas de los distintos gobiernos, la ausencia crónica de medicamentos y la insuficiencia de los servicios públicos obligan a muchos a recurrir al sector privado, asumiendo costos que pueden ser catastróficos. La experiencia de doña Raquel es un reflejo de la realidad de miles de salvadoreños: la salud, lejos de ser un derecho garantizado, sigue siendo un privilegio condicionado por la capacidad de pago y la solidaridad familiar.