La emergencia de protestas sociales en diferentes puntos del planeta es ahora posible aprehenderlas casi al instante mismo que ocurren. Y eso permite analizar, comparar, contrastar, establecer y pergeñar hipótesis.

Pues, bien, lo que ahora está aconteciendo y que se está difundiendo con una viñeta que no hace justicia a lo que significa y contiene, es decir, la ‘Generación Z’, tiene las características de una respuesta generacional de época, sí, pero también es indicativo de nuevas respuestas a los vacíos de los instrumentos políticos tradicionales.

El capitalismo abarca todo el orbe, sus sacudidas, sus giros, sus contorsiones afectan procesos internos, desanudan parálisis sociales que han estado ‘dormidas’, enmohecen proyectos políticos que se presentaron en su momento como prometedores y hasta esperanzadores.

A su vez, los capitalismos locales, acres o edulcorados apenas, también hacen lo suyo: troquelan, expolian, transgreden y juntan sus aguas con los grilletes internacionales. Basta ver las economías renqueantes del subdesarrollo, para caer en la cuenta que el endeudamiento externo es un denominador común que explica muchos procederes.

En los países donde están teniendo lugar estos hechos disruptivos y donde los más jóvenes llevan la batuta, las condiciones de reproducción material y el clima de libertades se encuentran cuarteados.

Nepal, de pronto, a América Latina le ha estallado en la cara, pero aquello viene de lejos. Y el hecho de que la gestión política de un Partido Comunista (el de Nepal) sea la cuestionada y, de algún modo, derribada, introduce una nota distintiva al asunto. La presencia activa de los intereses chinos, indios y estadounidenses en todo el entramado económico y político es cuestión que debe observarse con mucho cuidado. Para no hacer generalizaciones abusivas y también para no escamotear detalles ilustrativos.

En Perú, después de la ‘caída’ (a finales de diciembre de 2022) del gobierno de Pedro Castillo (que había ganado las elecciones en buena lid), las protestas no han cesado. Sin embargo, ahora, pareciera que el filón juvenil ha adquirido un protagonismo decisivo, en un país donde el descrédito político de la presidenta Boluarte ronda el 90%. La ‘muchachada’ peruana (secundaria y universitaria)está construyendo una agenda político-social que las tradicionales formaciones partidarias son incapaces de hacer. Este vacío es el que están llenando los contingentes juveniles sin rigideces organizativas. Y su canasta de argumentos es variada: crítica al sistema de pensiones, rechazo a la incapacidad gubernamental para enfrentar el crimen organizado, repudio a la galopante y descarada corrupción. Y aunque no son ‘movimientos’ con pretensiones electorales, se verán enfrentados a tomar postura enla próxima elección presidencial que está programada para el 12 de abril de 2026. Y esto último quizá no se traduzca en respaldo o rechazo a las candidaturas ‘tradicionales’, sino, y esa podría ser la novedad, en una suerte de contraloría social a los poderes establecidos.

No es necesario profetizar nada, pero debería haber claridad de que en países donde persiste el endeudamiento externo galopante, la baja inversión, la deprimente productividad, la depredación ambiental, un tejido social frágil … es casi imposible evitar, que tarde o temprano, se produzcan estas disrupciones sociales.

Las incomprensibles acciones persecutorias para millones de inmigrantes por parte del gobierno de Trump están haciendo mucho daño a familias y a segmentos de la actividad económica norteamericana receptores de la fuerza laboral migrante. Pero están también contribuyendo a gestar expresiones de protesta social que no estaban antes en la escena norteamericana. Y donde la juventud también está siendo parte activa.

Este gobierno republicano Trump-segundo período está impregnado de un conservadurismo revulsivo que puede ‘incendiar’ sectores de los Estados Unidos y hasta romper la institucionalidad política de la potencia militar más importante del mundo. Lo que ya de por sí es muy peligroso para todos.

El tema de los movimientos sociales es un asunto que no siempre es comprendido, ¡a tiempo!, por los distintos ámbitos de poder, y por eso con frecuencia son sorprendidos cuando ya están a las puertas. Y no hay reglas pétreas en la gestación de los movimientos sociales. Un estallido social puede ser su alumbramiento. Una pausada maduración de tentativas, también. Una coyuntura económica adversa inesperada, igual. Una crisis política mal manejada, lo mismo.

Ahora se dice, quizá para insuflar ánimos porque las cifras económicas no los proporcionan, que Centroamérica es la cuarta economía latinoamericana. Y se oye bien, el problema es que cuando se ve la situación desarticulada de sus siete parcelas (hay que incluir a Belice) aquella ‘fantasía económica’ se desvanece. De ahí que lo que está sucediendo en otras latitudes desde Centroamérica debe apreciarse y estudiarse con atención, porque Nepal (147 182 kilómetros cuadrados; es decir, más o menos como Nicaragua) no es Centroamérica, algunos de sus problemas se parecen. Perú (1 285 216 kilómetros cuadrados; o sea, dos veces Centroamérica) no es Centroamérica, pero su descomposición política no es ajena a la historia centroamericana.

Así las cosas, cuando el río suena… piedras trae.

* Jaime Barba. REGIÓN Centro de Investigaciones