El libro de Alberto Masferrer “Leer y escribir” nos hace reflexionar que después de más de cien años de su publicación, leer y escribir debe ser la punta de lanza para que un país se desarrolle. Aun en El Salvador, existen programas de alfabetización, eso es un indicador de que muchas personas no pueden leer y no saben plasmar sus ideas. Por esas condiciones, y entre tantas cátedras que he impartido, en una de ellas, específicamente en Comunicación Escrita I, fue que tuve la idea que mis alumnos escribiesen un libro. Cátedra en la que se enseña redacción y ortografía, lingüística, sintaxis, etc. El 15 de noviembre es un gran día para felicitar a los nuevos escritores.



Es la décima ocasión en donde los nuevos escritores plasman en cinco meses: cuentos, poesías y novelas. Muchos narran sus vidas y, es lo que más impacta. Es sorprendente saber que cada alumno construye su historia de la nada. Una cuestión es la nota y otra es saber que a través de la escritura se puede alcanzar el éxito. Días de desvelo, correcciones y yendo a talleres literarios, se aprende.

Al principio, se enseña sobre escritores ganadores de premios Nobel; además, se les instruye que lean a Roque Dalton, Francisco Gavidia, Alfredo Espino, Salarrué, Claudia Lars entre otros. Cada libro lleva implícito las aventuras de la niñez, historias de amor, pobreza, deseos de superación, depresión y otros relatos. Además, las historias de sobrevivientes en guerras, historias de ficción, lugares fantásticos al estilo de Narnia, vampiros, etc. Invito a los docentes a incentivar con este tipo de concursos a que los discentes lean, lean y lean, y luego, escriban.



El hecho de escribir e imprimir un libro, es un aliciente, es sentirse ganador, es un paso hasta para traspasar fronteras. Cada vez que los escritores, en Cada cabeza, un libro, presentan sus escritos, se visten de gala e invitan a sus familiares, como en una graduación. Para escribir no hay edad, lo importante es plasmar una idea, sentimientos, una historia.
Los jurados hacen su trabajo, entre ellos están: Tatiana Baca, Alejandra Mejía, Carolina de Castillo, Alexandra Calixto, Karina Zelaya, Kimberly Palacios, María José Tovar, Concepción Rodas y Santiago Leiva.

Con el libro en una mano y una vela encendida, presentan su majestuoso libro. La vela representa que estarán iluminados para continuar puliendo la pluma. Leer hace a las personas más cultas y por lo tanto, el vocabulario se verifica cuando un lector exhorta sus ideas. Los 48 libros, son un reflejo de que cada ser humano tiene una o muchas historias que escribir.

Como docente enfrento un reto, revisar desde una coma hasta el hilo conductor de una novela. De enseñar a hacer un prólogo hasta cómo vende un buen título o nombre del libro. Cada cabeza, un libro, deja huellas en cada historia contada. Los alumnos son protagonistas y descubren que cada ser humano puede escribir un libro.

Los títulos de los libros son variados: Voces de un corazón desesperado, El desafío de las sombras, Abrazando la vida a través de la muerte, Rosas muertas, viviendo con TDH, Evilmore, Encuéntrame, Ecos del alma, Comprendiendo la vida, La sonrisa de la vida, El peso de la corona, Amelie, El amuleto, La calma después de la tormenta, En abstinencia, La vida con un amor incondicional, La mente de un fotógrafo, el sueño que me despertó, etc.

Este concurso, el cual nace en un aula en el año 2014, es el que logró quedarse como un ejemplo para otros docentes y cátedras. El apoyar a los talentos y abrirles oportunidades como escritores, es una oportunidad para que desarrollen sus habilidades y competencias. Muchas gracias a todos los que colaboran para que los alumnos sigan escribiendo. Enhorabuena, que los nuevos talentos mantengan encendidas esas velas y sigan puliendo la pluma.

• Fidel López Eguizábal, Docente investigador Universidad Francisco Gavidia
flopez@ufg.edu.sv