La trama de corrupción destapada ya de forma amplia en España y que implica, entre otros, al No. 3 (el secretario de organización) del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Santos Cedrán, constituye un buen ejemplo de lo que ocurre en la administración pública de España y, sin duda, en otras partes del mundo.
En las declaraciones de la vocera del gobierno español y en la reciente carta de Pedro Sánchez ―el presidente del gobierno― a la militancia del PSOE se rechaza y se encapsula y se restringe este caso de corrupción en los tres personajes señalados, y en algunos momentos se usa un lenguaje "clínico’, sugiriendo que la corrupción es un "mal" (como una enfermedad), y no lo que es, una conducta política. Y a eso no hay que darle muchas vueltas.
Esa carta de Sánchez intenta aplacar inquietudes entre propios y aliados, y desvincula de ese caso a la gestión política que encabeza, y de cualquier otro. Sin embargo, resulta que dos de los señalados, Cedrán y Ábalos no eran personajes marginales en el PSOE. Ábalos fue ministro de Fomento (de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana) y además secretario de organización del PSOE. Y Cedrán era, hasta ayer, el secretario de organización del PSOE. Esto es, se trata de elementos clave dentro de la estructura de poder político que el PSOE comporta. Y se hallaban bajo la sombrilla política de Pedro Sánchez.
Podría ser que el señalamiento de Sánchez sea cierto, en cuanto a que se trata solo de estos tres personajes. Pero resulta increíble que el No. 3 del PSOE (Cedrán), sin ser parte de la administración pública, haya podido incidir como lo hizo. Para eso se necesita la complicidad de una cadena de actores sin la que es imposible concretar este tipo de hechos delictivos.
Este no es el fin de la investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, sino el inicio. El informe correspondiente de la UCO así lo deja establecido. De ahí que exista la posibilidad de que vayan apareciendo los eslabones necesarios para esclarecer lo de "las mordidas" de que se acusa a Cedrán. Es cuestión de esperar.
En la carta a la militancia del PSOE, el secretario general (Sánchez) tira dardos ―sin nombrar― al Partido Popular (PP). Y, eso, es un recurso un tanto demagógico porque los implicados en esto son dos sucesivos secretarios de organización del PSOE. El PP, en su afán un tanto desquiciado por aprovechar cualquier resquicio ha exigido la dimisión de Sánchez y la convocatoria inmediata a elecciones. Lo cierto es que esta trama en la que están involucrados altos cargos del PSOE no es una invención del PP. Esto se ha hecho desde las propias entrañas del PSOE. Lo que no quiere decir que el PP no tenga sus cruces que cargar.
En esa carta a Sánchez le falta un "sinceramiento" político de la realidad del PSOE. Este partido ha pasado desde su fundación, el 2 de mayo de 1879, por varias etapas. Ya no es el mismo PSOE de la guerra civil. Ni es tampoco el PSOE de la transición posfranquista.
Este gobierno que Pedro Sánchez encabeza se suponía que venía a combatir y corregir la herencia corrupta dejada por varios gobiernos del PP, de los que hay causas judiciales concretadas.
Que el No. 3 del PSOE aparezca enlodado en esto de lo que se le acusa es un indicio de que el dispositivo anticorrupción diseñado (si es que hubo algo así; por cierto, Sánchez no lo declara) dejó abierto varios flancos.
Es obvio que los aliados del PSOE estén inquietos y preocupados, porque este destape podría, a su vez, destapar más cosas que destapen otras más... O sea, una matrioska de la red de corrupción dentro de la administración pública podría salir a la luz.
Si un señor (Cedrán) que no era titular dentro de la administración pública ha podido hacer esto que le señalan del cobro de "mordidas" por la asignación de obras públicas (entre otras incriminaciones), habría que pensar qué cosas pueden hacerse (y se hacen) siendo figuras clave de la administración pública.
Pedro Sánchez es claro que día a día está ganando tiempo, mientras se prepara dentro del PSOE y dentro del Gobierno, para intentar pasar a la ofensiva, porque en este momento está contra las cuerdas.
En principio ha dicho que no renunciará y que no adelantará las elecciones previstas para 2027. El PP, acechante, por su lado, no se anima a impulsar una moción de censura, no porque esté fuera de sus planes sino porque no le cuadran los números. Por ahora.
En este momento hay una calma chicha, como antes de un huracán. Y también hay mucho bla bla bla.