Todo comenzó el 9 de noviembre de 1989 y culminó un 25 de diciembre de 1991; es decir, dos años después de la caída del muro de Berlín, cuando se disolvió la Unión Soviética, y las 15 repúblicas que la integraban, declaraban su independencia.
No fue tan sencillo así, como comprar un ticket para ver un filme laureado en cualquier sala de cine de moda; hoy en vía de extinción ante los embates de Netflix, Hulu o PrimeVideo donde se puede ver cómodamente sentados en nuestras butacas, infinidad de series o películas con nuestras más admiradas actrices o actores, de hoy y del pasado.
Fue un proceso de descomposición interna de un modelo económico y social, tan rígido como cualquier religión existente de las provenientes del Medio Oriente y el Mediterráneo. Con el agravante que este modelo estatista en lo económico, cultural y convivencia social producía tristeza, decepción y desgano. Y los dioses no eran los dioses griegos, romanos, cristianos o islamitas, sino simples hombres y mujeres con bajezas, envidias, limitaciones, pasiones, complejos y desviaciones psiquiátricas.
Por supuesto obviaban un factor consubstancial al homínido cuando decidió caminar erguido: el sentido de la libertad. Y luego, cuando optó por vivir en comunidad con tantas libertades como cuantos humanos constituían la constituían; y decidieron crear normas comunes para todos y lograr vivir en convivencia, sin atropellarse unos a otros ni perder su libertad.
Normas tan antiguas como las dadas por Moisés a su pueblo cuando salió de Egipto en busca de la tierra prometida, o las del rey Hammurabi de Babilonia, escritas unos 1700 años de nuestra era.
La batalla ha sido interminable, paso a paso, a medida que el hombre (en sentido universal) fue adquiriendo conocimientos. La Carta Magna inglesa firmada por el rey inglés Juan sin Tierra en 1215 bajo presión de los Barones, lo convirtió en "el primero entre los pares" colocándole límites a su autoridad. Y así, pasando por la Ilustración, la Constitución escrita de los Estados Unidos, la Revolución francesa, los Derechos Humanos y un sin número de avances en el mundo occidental que se extiende hacia otros continentes, tendientes todos a salvaguardar la libertad individual, los derechos humanos y la protección de la naturaleza, hasta el presente.
Al derrumbarse la concepción marxista de la sociedad, el estatismo, comunismo, socialismo científico en 1991, lo que quedó de ello fue una multitud de viudas y huérfanos en un erial espiritual sin retorno.
En lo económico no había cómo mirar hacia atrás, dado que el estatismo pretendió sustituir la libertad individual, su inventiva, aspiraciones y limitaciones en un túnel interminable e inescapable. Mientras afuera los valores humanos, la libertad de comercio, la libertades individuales avanzaban con tropiezos, incomprensiones y privilegios indebidos, pero avanzaba con resultados concretos en todas las expresiones humanas.
De modo que ese ejército sin alternativas lo que generó fue un vacío moral, conceptual y reivindicativo que hoy, se podría conceptualizar como el wokismo (progresismo sin alma), dirigido consciente o inconscientemente a derrumbar el modelo de economía de mercado y la llamada moral burguesa, en una búsqueda del poder desde donde se pudiere, de nuevo, imponer desde el estado, el control total de la ciudadanía.
Así surgió o se mimetizó una vulgar y tradicional rebelión militar como la dirigida por Hugo Chávez en Venezuela, a la cual Fidel Castro le dio sentido político continental el llamado Socialismo del Siglo XXI, que arropaba todas las posturas antiestadounidenses, capitalistas, de libre mercado y electorales democráticas.
Podemos de España con Pablo Iglesias a la cabeza, el PSOE de Zapatero y Pedro Sánchez, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Mujica en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua, Salvador Sánchez Cerén y Mauricio Funes en El Salvador, Zelaya de Honduras, Martín Torrijos de Panamá, Fernando Lugo en Paraguay, Umala en Perú, Bachelet en Chile, Lula en Brasil. Y por supuesto todo el Medio Oriente y africano contrario al modelo democrático de libre mercado, desde Libia hasta Siria. Y por supuesto Rusia, China y Turquía, por otros motivos.
Al final, como la interpretación de Raphael, "Todo se derrumbó".
Lo que quedó fue un reguero de inadaptados, delincuentes y malvivientes saqueadores del erario espiritual y material. Perseguidores sanguinarios de quienes les impiden el libre disfrute del poder mal habido o mal utilizado.
Lo que se observa en Venezuela no tiene referencia histórica. No ha existido en la historia de la gobernanza un caso cuyo gobierno se haya dedicado a destruir su propia nación en lo material, territorial e histórica como la banda criminal que oprime y dispersa a sus ciudadanos, en propio interés y en el de intereses extranjeros.
En España, Pedro Sánchez y sus aliados disociados ha auspiciado al fragmentación nacional, como el caso de Cataluña, han dividido la nación regresando al pasado, introduciendo y valorizando los movimientos Lgbt, feminazis, transexualidad, aborto libre, el islamismo radical y la inmigración descontrolada. Los escándalos de sobornos, cargos inexistentes remunerados, coimas, contrabando, asociaciones ilícitas desde el gobierno, amenaza en convertir a España en un país paria dentro de la Unión Europea.
En Argentina el triunfo de un liberal en lo económico y libertario en lo conceptual como Javier Milei, la rama más corrupta nacida del otrora peronismo, hoy conocida como el Kirchnerismo, conspira libremente todos los días contra un gobierno atento a devolver al ciudadano su libertad, entre ellas, el retiro paulatino del Estado en todas las actividades personales y nacionales, para substraerle al ciudadano el tutelaje estatal.
Hoy, desde su prisión domiciliaria, Cristina Kirchner, luego de un juicio por malversación y desviación de dinero público a su favor, iniciado en el 2008, finalmente recibió una condena que por su edad, pudo optar a la prisión domiciliaria, y la obligación de devolver al estado más de 1.300 millones de dólares mal habidos. Queda pendiente otra de traición a la patria, por su componenda con Irán, en el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994 donde murieron 85 personas.
Es claro que el siglo XXI, se inició con un proceso político planetario, que nos conduce directamente no al fin de la historia, sino a una guerra cultural abierta y sin reservas que no debemos evadir, por el contrario, debemos asumir sin complejos.