Los que predican las buenas nuevas de salvación de nuestro glorioso Señor Jesucristo, enfrentan muchos desafíos, la exclusión, la burla, la persecución, pero una de las armas que ahora esta utilizando Satanás es la depresión que conduce el suicidio. Sin embargo, el predicador tiene una capacidad única para sembrar la esperanza del evangelio y preparar a los corazones afligidos que sufren depresión. Para hacerlo, los predicadores necesitan la ayuda y la intervención de Dios Espíritu Santo para comprender los desafíos y las oportunidades que se presentan al abordar el tema del suicidio, lo cual no significa que algunos predicadores sean inmunes a la depresión y el suicidio, ya que no se puede ignorar que satanás es padre de toda mentira y les hace creer a las personas que al suicidarse ahí se acaba todo, lo cierto es que no es así, esto lo podemos constatar con algunos personajes bíblicos que atentaron en contra de su propia vida.



Así que el suicidio no es una epidemia del siglo XXI, a lo largo de la historia ha habido personas que se quitaron la vida por depresión, honor o vergüenza. La diferencia es que ahora existe más ayuda espiritual para las personas que están lidiando con pensamientos suicidas.

Por ejemplo, Abimelec, hijo de Gedeón, fue rey de Israel durante tres años, sin embargo, experimentó el rechazo de las personas, y después de varios intentos por controlar la situación, fue a la ciudad de Tebes. Dentro de la ciudad había una torre muy bien protegida. Todos los hombres y las mujeres de la ciudad se refugiaron allí. Abimelec se acercó a la puerta de la torre para atacarla, pero cuando se preparaba para incendiarla una mujer le arrojó una piedra de molino. La piedra le cayó en la cabeza y le rompió el cráneo. Abimelec no quiso que quedara registrada en la historia su muerte a manos de una mujer.



Por esa razón le pidió a su ayudante de armas que lo matara. (Jueces 9:54), lo mismo ocurrió con el Rey Saúl, otro personaje bíblico que eligió quitarse la vida y cuando su escudero vio que el rey había muerto, también él se arrojó sobre su espada y murió con Saúl. (1 Samuel 31:5-6). Otro caso emblemático de suicidio fue el de Ahitofel, en el contexto que el príncipe Absalón se había revelado contra su padre el Rey David. Buscó consejo y Ahitofel le dijo que tuviera relaciones sexuales con las concubinas de su padre. Absalón le hizo caso.

Pero en la segunda ocasión que le pidió consejo, Ahitofel se ofreció perseguir y matar al Rey David, en esa oportunidad, Absalón rechazó su consejo y esto provoco una tristeza insuperable por parte de Ahitofel, es por ello que regresó a su pueblo, ordenó sus asuntos familiares y se ahorcó. (2 Samuel 17:23). Luego tenemos a Judas quien probablemente, es el personaje bíblico más famoso que cometió suicidio. Tras haber traicionado a Jesús, quiso arreglar la situación al devolver el dinero que los principales sacerdotes y los ancianos le habían pagado (30 piezas de plata).

Consumido por la culpa, compró un terreno en donde se ahorcó, el Apóstol Pedro lo describe así: Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación. Y no haya quien more en ella; (Hechos 1:18-20). De modo que el suicidio, por culpa, por vergüenza o depresión tiene solución.

Y el Señor Jesucristo es el único que puede cambiar la historia de una persona que ha entrado en un proceso de depresión y piensa que la solución a sus problemas es quitarse la vida, cuando esa acción es justamente todo lo contrario. Por ello dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30). Piensa por un momento y atrévete a confiar en el Señor Jesucristo, quien dará descanso para tu alma.