Hay personas que en la oscuridad más profunda y desesperada guían a sus conciudadanos, labor que cumplió a plenitud, Juan Manuel Salvat, un hombre de familia que mezcló con extrema grandeza la intimidad del hogar con sus deberes cívicos.



Conocí al “Gordo” en ediciones Universal en la primera navidad que pasé en esta ciudad. Afable, cariñoso y cordial como pocos. Fue en uno de los inolvidables encuentros a los que convocaba en los días más cercano a la Nochebuena. Me lo presento otro roble del exilio, Enrique Ross, durante la conversación, le dije su nombre y me respondió no Pedrito, “El Gordo”, aquel hombre desde el primer contacto regalaba confianza y amistad.

Como siempre, lo confirmé durante los muchos años que asistí estos encuentros y a las conferencia y presentaciones de libros que organizaba en la librería. El ambiente que creaba Manolo con el irrestricto respaldo de su familia era fabuloso. Nos sentíamos muy bien en aquellas tertulias que hoy son parte importante de las historias del exilio.



Su continuado trabajo a favor de nuestra cultura y la conservación de nuestras más trascendentes tradiciones, lo convirtió en vida en el símbolo más egregio de la cultura cubana.

Fue y será por siempre una de las figuras más representativas de la cubania, logró sintetizar la creación con el activismo político hasta los últimos días de su vida. Un luchador incansable por la democracia y la libertad de Cuba y de todo el continente.

Aunque conspiramos en la misma organización, Directorio Revolucionario Estudiantil, no le conocí en esos tiempos. No obstante, en la Isla, se hablaba de su “librería; así le decíamos, y sabíamos de su intensa y extensa participación en la lucha contra el régimen totalitario castrista.

Salvat fue uno de los pinos nuevos de José Martí que más prometió y cumplió. Su entrega a la causa que defendió siempre fue excepcional, por eso en vida y después de esta, será un símbolo de compromiso patrio para todo cubano orgulloso de su gentilicio.

La primera vez que lo entrevisté fue en su oficina. Charlamos largo rato y conocí de primera mano su historia. Su activismo en la Universidad de La Habana junto a una pléyade de jóvenes entre los que figuraban, entre otros, Alberto Muller y Joaquín Pérez Rodríguez, otro cubano ejemplar que lucho siempre por Cuba y Venezuela, fallecido recientemente.

Salvat fue uno de los organizadores, en los albores del totalitarismo insular, de la protesta contra la presencia del viceprimer ministro soviético Anastas Mikoyan en La Habana. Él, junto a sus compañeros, aquel 5 de febrero de 1960, fueron los pioneros en oponerse a la influencia soviética en Cuba y en rechazar el creciente lacayismo de Fidel y Raúl Castro de la extinta Unión Soviética.

Expulsado de la Universidad de La Habana partió para Estados Unidos de donde regresó clandestinamente a Cuba para participar en la lucha contra la dictadura, detectado y apresado en los días de Playa Girón, logro engañar a sus carceleros partiendo nuevamente al exilio, donde continuó cumpliendo con su deber participando en numerosas actividades, entre ellas, el ataque con dos lanchas rápidas en la costa norte de La Habana, en agosto de 1962, contra el hotel Rosita Hornedo, que albergaba a funcionarios soviéticos y de otros países del orbe socialistas.

La generación de la que “El Gordo” fue una personalidad notable, no tembló ante el paredón de fusilamiento, tampoco se frustro por la falta de aliados, ni por la desidia de un notable sector de sus compatriotas que sirvieron a la dictadura, recorrió su vida consciente del camino que les correspondía, venció la adversidad gracias a la fortaleza de sus convicciones.

La más reciente muestra de su compromiso permanente en la lucha contra la dictadura fue la reactivación del periódico “Trinchera”, órgano del DRE, organización que ayudara a fundar en el ya lejano 1960.

“El Gordo” y Muller nos citaron, asistimos muchos de los sobrevivientes a su llamado, Kemel Jamis, Jose Antonio Albertini y otros. Fuimos con arrugas, artritis, bastones, canas y la calvicie, no obstante, no faltamos a un llamado de un grande como Juan Manuel Salvat ni a nuestro deber de seguir aportando a la libertad de Cuba.