Dios me dio el privilegio y la bendición de tener a un padre a todo dar. Mi papá, Julio Antonio Marinero, fue mi héroe y el hombre más honesto y honorable que he conocido. El 13 de diciembre de 2006 Dios se lo llevó al cielo y desde entonces lo extraño todos los días. A veces quisiera tenerlo a mi lado para que me siguiera aconsejando y para darle fuertes abrazos y decirle cuán orgulloso estoy de él y cuánto lo amo y lo respeto.
En nuestro país cada 17 de junio se celebra el Día del Padre, para rendir homenaje a esos hombres responsables y amorosos que se convierten en una guía de luz para conducir a sus hijos y que por amor a su familia se esmeran en cada día en ser mejores seres humanos y seres valiosos para la sociedad.
El mejor consejo que alguna vez me dio mi padre fue cuando comencé la universidad y él con esa su sapiencia que da el amor, la fe y la experiencia, me dijo que estudiara a conciencia por amor a mis hijos que todavía no conocía, porque cuando yo fuera papá me iba a dar cuenta del verdadero amor. Era una forma de expresarme cuanto me amaba y prepararme para mi futura familia. Yo así lo entendí.
Mi papá era un tipo muy humano. Por cada uno de sus hijos estaba dispuesto a dar la vida. Un día, cuando los tiempos fueron críticos en el hogar, lo vi llorar, pero nunca bajó los brazos y por amor a la familia se mostró valiente y decidido a salir adelante. Ninguna crisis o mal tiempo iba a impedir que él se esforzara para sacar adelante a su familia. Y lo logró.
Lo volví a ver llorar cuando junto a mi madre me abrazaron fuerte y ufanos el día que me recibí de licenciado en Periodismo de la Universidad de El Salvador. Estaban felices y orgullosos por un triunfo mío que en realidad era producto del sacrificio y la responsabilidad de ellos. Fueron lágrimas de felicidad producto de su fe y apoyo incondicional.
Mi papá era muy servicial, siempre procuraba ayudar a los demás porque tenía claro que en la vida debemos ser seres útiles a la familia, a la sociedad y a la patria. Le encantaba leer y a cada hijo nos inculcaba a ser buenos lectores. “La gente que lee no es manipulable” solía decir, mientras leía en una hamaca. Mi papá solía ser muy jovial, bromista, de buen sentido del humor y buen amigo, muchos de sus amigos los conservo y los respeto. Algunos de los que fueron amigos de mi papá, todos de la tercera edad, saben congraciarse conmigo cuando me dicen que me parezco mucho a mi padre. Me siento honrado.
Definitivamente gracias Dios por el padre que me diste, porque me siento un privilegiado y anhelo ser, aunque sea, un poco como él. Mi papá es mi ejemplo a seguir, fue mi mejor consejero, mi protector, mi héroe, el hombre que amó a mi madre, mi apoyo... el hombre más bueno que jamás conocí. Te amo papá.
Mi papa fue mi gran maestro en la vida y sus enseñanzas me sirven para valorar la vida, al igual que todos los conocimientos que me brindaron cada uno de los maestros que tuve en mi formación académica, desde mis profesores de kínder hasta los que me formaron en mi educación profesional.
En nuestro país cada 22 de junio se celebra el Día del Maestro Salvadoreño como una manera de honrar a los educadores y reconocer su dedicación en la formación de las futuras generaciones. Esa fecha se escogió para rendir homenaje al general Francisco Menéndez, quien falleció el 22 de junio de 1890 y es reconocido como el principal impulsor de la educación en El Salvador.
En la víspera de la magna fecha quiero agradecer y felicitar a todos aquellos maestros que tuvieron la paciencia y la vocación suficiente para ser parte trascendental en mi formación y la de mis compañeros con quienes compartimos aulas, juegos, experiencias, travesuras y sueños de niños, adolescentes y jóvenes.
En el Kindergarten Nacional de Olocuilta tuve como profesoras a una jovencita Mabel Canizalez y a Gladys Mira, quienes me enseñaron a jugar y compartir con otros niños y me inculcaron valores que con la inocencia de la edad asimilé porque eran reforzados por mi madre y mi padre. En mi educación primaria en la Escuela Urbana Mixta Alberto Masferrer, de Olocuilta, fueron mis profesores Marilú Esperanza, Florencia Morales, Margarita Espinoza, Helen Rivera Piche, Otilia Romero de López, Morena García, Bernarda Ayala, Franco Armando Choto, Salvador Pérez, Luis Claros, Humberto De Jesús y Gregorio García Torres.
Cada uno de ellos era especial. Choto nos generaba confianza y nos permitía que lo tratáramos de vos, García Torres era celoso de la enseñanza y me advirtió que yo sería periodista, Salvador Pérez era el profesor correcto y disciplinado que nos orientaba con sentido paternal, Otilia de López era la elegante profesora y una excelente orientadora y amiga de cada alumno, Helen Rivera era la hermosa maestra disciplinada y amiga que se la pasaba aconsejándonos. En fin, todos fueron valiosos en nuestra formación.
En el Colegio Divino Salvador tuve destacados maestros, así como en mis estudios superiores. Con todos ellos vivo eternamente agradecidos y los recuerdo con mucho cariño. Espero que mis alumnos universitarios algún día me recuerden con regocijo y que lo poco que les he enseñado les sirve de mucho en su vida profesional.
Recientemente los estudiantes que en 1981 cursamos noveno grado en la Escuela Urbana Mixta Unificada Alberto Masferrer de Olocuilta, quienes formamos lazos de amistad sempiternas ligadas por las experiencias cargadas de inocentadas y travesuras en las aulas y las vivencias e ilusiones de nuestra niñez y adolescencia, nos hemos dado a la tarea de reunirnos y reencontrarnos con nuestros maestros inolvidables. Algunos ya partieron hacia el cielo y a otros los hemos encontrados sintiendo por ellos un profundo cariño y una nostalgia por nuestros años maravillosos.
Cada maestro (a) que nos inculcó amor por el saber vive en nuestros corazones y de cada uno de ellos tenemos gratos recuerdos. Su sacrificio, su vocación, su empeño, sus consejos, su fortaleza espiritual, su orientación y sus principios fueron y son parte de nuestra esencia como seres humanos.
Gracias maestros por sus enseñanzas y porque ustedes son parte vital en la sociedad. Gracias al pan del saber que nos brindaron junto a nuestros padres, hoy somos ciudadanos procurando el bien común y el bienestar de nuestras familias, tratando de ser valiosos aportes para la patria. ¡Gracias papá y mamá, gracias maestros!
• Jaime Ulises Marinero es periodista