Al caer la tarde y mientras la luz del sol se desvanecía, Nejapa comenzaba a encender su tradición más emblemática. Las calles que conducen al parque central se abarrotaban de comercios y visitantes; en el recorrido se ofrecían comidas, bebidas y fotografías conmemorativas, así como murales que recordaban la devastadora erupción del volcán de San Salvador en 1917. El ambiente se impregnaba de expectativa, preludio de una de las celebraciones más vibrantes del país.

A las 7:30 de la noche, los tradicionales toritos dieron inicio al espectáculo. Con sus chispas y fuegos artificiales cruzando entre la multitud, la adrenalina comenzó a apoderarse de los presentes. Apenas una hora más tarde, a las 8:40 de la noche, rodaron las primeras bolas de fuego, iluminando los extremos de la calle frente al parque central. Con este gesto se daba inicio a la esperada “guerra de bolas de fuego”. Los encargados de lanzarlas, preparados con pañoletas húmedas en el rostro y la ropa empapada en agua, aguardaban en cada extremo listos para la batalla.

Las esferas ardientes comenzaron a cruzar la calle, arrancando gritos y emociones entre lugareños y visitantes. Las llamas rozaron zapatos, pantalones y camisas de quienes se encontraban demasiado cerca, mientras el clamor colectivo mezclaba euforia con un toque de riesgo. Nejapenses, turistas nacionales e internacionales vivieron la conmemoración con un entusiasmo desbordante, envueltos en un espectáculo de fuego, tradición y valentía.

Más allá de la adrenalina que despierta el enfrentamiento, las bolas de fuego representan un símbolo profundo para Nejapa. Su origen se remonta a la erupción de 1917, cuando la lava obligó a los habitantes a abandonar sus hogares. Con el tiempo, aquella tragedia se transformó en una fiesta de resiliencia y memoria, que cada 31 de agosto honra a San Jerónimo, patrono del municipio, y refuerza la identidad cultural de la comunidad, hoy reconocida internacionalmente por esta tradición única.

La celebración, sin embargo, también supone un desafío en materia de seguridad. Cada año se despliegan equipos de socorristas, Cruz Roja, Cruz Verde  y Protección Civil para atender emergencias y garantizar el orden, mientras los participantes se protegen empapando sus cuerpos con agua y cubriéndose el rostro con pañoletas húmedas.

Aun así, los riesgos son inevitables: cerca de las 10:00 de la noche, cuando la actividad estaba a punto de concluir, uno de los jugadores fue alcanzado por las llamas. El joven, que presentaba quemaduras en la espalda, cuello y algunas más leves en el rostro, se desplomó y tuvo que ser auxiliado de inmediato por los cuerpos de emergencia. Tras este incidente, las autoridades confirmaron que en total fueron 25 las personas atendidas, una cifra menor a las 30 registradas el año anterior, lo que refleja una ligera reducción en los casos pese a la intensidad de la jornada.

Con todo, la noche volvió a mostrar la fuerza de una tradición centenaria, en la que el fuego y la memoria se entrelazan para iluminar la historia y la identidad de Nejapa, un pueblo que convirtió la tragedia en celebración y que cada año arde con la misma pasión.

Un joven posa con una bola de fuego una tradición nejapense. Alexander Montes
Bolas de fuego de Nejapa, edición 2025. Alexander Montes
La guerra de las bolas de fuego tiene más de cien años. Alexander Montes
La batalla de las bolas de fuego conmemora la erupción del volcán de San Salvador de 1917.
Los bandos se protegen y visten ropa mojada para evitar quemaduras en una batalla única y llena de adrenalina. Alexander Montes