En El Salvador, el cáncer de mama sigue siendo el más diagnosticado entre las mujeres, pero el silencio, la vergüenza y el machismo siguen enfermando tanto como el propio tumor. Detrás del miedo a la mamografía o del permiso de la pareja, hay vidas que se ponen en riesgo.

El machismo como barrera

Más allá de los desafíos médicos, los especialistas coinciden en que existen barreras culturales profundamente arraigadas —entre ellas el machismo— que retrasan la detección y ponen vidas en riesgo.

“Las mujeres consultan tardíamente porque su esposo o pareja no les dio permiso. Parece tonto, parece una película de terror, pero es la realidad”, advirtió el doctor Víctor Caceros, oncólogo radioterapeuta del Centro Internacional de Cáncer.

Según la ginecóloga y mastóloga Irma Portales, muchas mujeres aún tienen miedo de hacerse una mamografía o un chequeo general. “La desinformación es una barrera bastante grande… muchas veces parte de que si la mamá no se hace los estudios, la hija tampoco lo hace”, explica.

El desconocimiento no solo se debe a la falta de educación sanitaria, sino también a patrones culturales que asocian la enfermedad con vergüenza o debilidad.

“Las mujeres piensan que hasta para esto necesitarían un permiso para ir a consultar con un médico. Es una actitud extremadamente sumisa ante una situación de salud”, lamenta el Dr. Cáceros.

El machismo también mata

El machismo no solo afecta a las mujeres. En el caso de los hombres con cáncer —incluso de mama—, la resistencia a consultar o someterse a exámenes médicos también puede ser fatal.

Aunque los casos masculinos representan menos del 3 % del total, su tasa de mortalidad es alarmante: hasta el 95 %, según el propio Dr. Caceros. La principal causa es el diagnóstico tardío, producto de la vergüenza o el desconocimiento de que también pueden padecerlo.

William acompaña a su esposa, Reyna a su tratamiento por cáncer y reciben apoyo del albergue Misericordia. /Alex Montes.

El acompañamiento como medicina

En el Albergue Misericordia, ubicado a pocos pasos del hospital Rosales, se brinda apoyo a pacientes con cáncer provenientes del interior del país. Allí, médicos y voluntarios no solo acompañan los tratamientos, sino también las emociones.

La doctora Regina Ramos enfatiza la importancia del acompañamiento psicológico y familiar. “Hemos tenido familiares que nos dicen: ‘no le hemos dicho que tiene cáncer, sólo que tiene un tumor’. Hay miedo a hablar del tema”, relata.
“Aceptar la enfermedad también significa aceptar el tratamiento”, agrega.

Ese acompañamiento se refleja en historias como la de William Campos y su esposa, Reyna Esperanza Chávez, diagnosticada con cáncer de mama en enero de 2025.

La pareja viajó desde San Miguel hasta San Salvador para recibir radioterapia. “Nos informaron unos ciudadanos que por acá se encontraba este albergue y por eso nos hemos hecho presentes”, cuenta William.

Para ellos, el albergue se convirtió en una oportunidad para acceder de manera efectiva a los tratamientos y encontrar contención. “Nos sentimos felices por estar acá; nos han acogido grandemente”, dice.

La experiencia de esta pareja subraya la relevancia de que instituciones como el Albergue Misericordia consideren la asistencia que los familiares de pacientes requieren durante todo el proceso de tratamiento y adaptación.

Romper el silencio

El cáncer de mama, cuando se detecta a tiempo, es curable en la mayoría de los casos. Sin embargo, los médicos coinciden en que la detección temprana depende tanto de la tecnología como de un cambio cultural.

“La información salva más vidas que los tratamientos mismos”, resume el Dr. Caceros.
Pero en un país donde aún pesan el control de pareja, la desconfianza y la falta de educación médica, el desafío sigue siendo romper el silencio.

Porque, más allá del diagnóstico, cuidarse también es un acto de valentía.