Según la información recopilada por la Comisión de la Verdad para El Salvador, creada por Naciones Unidas en 1991, la operación que buscaba eliminar al jesuita Ignacio Ellacuría sin dejar testigos, ordenada por el Estado Mayor de la Fuerza Armada, y transmitida por el coronel Guillermo Benavides -director de la escuela militar- a la tropa, fue organizada por el entonces mayor Carlos Camilo Hernández Barahona, la noche del 15 de noviembre de 1989.
Hernández, reunió a un grupo de soldados del Batallón Atlacatl y dejó al mando al teniente José Ricardo Espinoza Guerra y el subteniente Gonzalo Guevara Cerritos. El operativo también fue acompañado por el teniente Yusshy René Mendoza Vallecillos.
El comando acordó que las muertes debían ser encubiertas como resultado de un enfrentamiento con el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Con este fin, decidieron no utilizar las armas de reglamento sino un fusil AK – 47 que fue encargado al soldado Mariano Grimaldi. También se acordó dejar pintas alusivas al FMLN en la escena.
Ignacio Ellacuría había regresado el 13 de noviembre de Barcelona, España, donde había recibido el premio Alfonso Comín. En la madrugada del 16 de noviembre dormía en la habitación número 13 de la residencia del Centro Monseñor Romero, donde aún resguardaba en una maleta la recompensa en metálico que acompañaba el premio Alfonso Comín.
Junto al cuarto de Ellacuría, en la habitación número 11, dormía Segundo Montes, director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA). Dos cuartos después, al inicio del pasillo, dormía Juan Ramón Moreno en la habitación número cinco.
Segundo “Zeus” Montes, el buscador de justicia
Segundo Montes nació en Valladolid, el 15 de mayo de 1933. El 21 de agosto de 1950, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús de Orduña, España. Al año siguiente se trasladó a El Salvador para continuar su preparación en el noviciado de Santa Tecla. Miguel Elizondo, jesuita de la provincia centroamericana, relata en sus memorias como Montes jugaba diariamente al fútbol en el patio del noviciado de Santa Tecla.
Según la biografía oficial del jesuita publicada por la UCA, en 1952 viajó a Ecuador para estudiar humanidades clásicas, y volvió a San Salvador en 1957 para enseñar en el Colegio Externado de San José durante tres años, donde en 1968 realizaría su profesión solemne a la Compañía de Jesús, lo que lo confirmaba como sacerdote jesuita. Fue de los primeros jesuitas de la UCA en adoptar la nacionalidad salvadoreña.
En el Externado de San José estuvo dos temporadas, entre 1957 y 1976. Ahí enseñó física y fue responsable de los laboratorios durante muchos años. Entre 1973 y 1976 fue rector de la institución. En todos estos años, se planteó la necesidad de abrir una oficina que brindara asistencia jurídica gratuita en el colegio.
Su iniciativa empezó a tomar forma a partir de 1970, cuando comenzó a ser profesor de visiones científicas y sociología en la UCA, donde además se convirtió en decano de la Facultad de Ciencias del Hombre y de la Naturaleza. En el ámbito académico era conocido como “Zeus”, por su altura, frondosa barba, su gran sabiduría, paciencia y habilidad para explicar teorías complejas a sus estudiantes.
Con el tiempo, Segundo Montes regresó a su idea de iniciar una oficina que brindara asistencia jurídica, ahora en la UCA. Aquel proyecto no sólo se concretaría, sino que en 1985, se convertiría en el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA). De esto da cuenta Roberto López, actual director del instituto.
“Al integrarse en la vida universitaria, y al ver que aún era necesaria una oficina de asistencia legal humanitaria, gratuita, cercana a la gente, decidió empezar el IDHUCA como una pequeña oficina, nada parecido al instituto que somos hoy en día”.
Roberto López, director del IDHUCA.
Durante sus años como director del IDHUCA, Montes se enfocó en investigar sobre la migración de salvadoreños y su influencia en la economía del país. Montes estaba interesado en descubrir el ingreso que representaban las remesas enviadas por la diáspora en la economía.
Además de los migrantes, Jaime Sotelo, exalumno de Montes, asegura que el trabajo del sacerdote “siempre puso al centro a los seres humanos”, lo que lo motivaba a garantizar el cumplimiento de los derechos humanos de comunidades exiliadas o desplazadas por el conflicto armado interno.
Por estas inquietudes es que Montes acompañó a las comunidades de Meanguera, Morazán, que se desplazaron hacia Honduras para establecer un campamento que los alejara de las campañas bélicas que se desarrollaban en El Salvador.
Celina Vásquez es miembro de esa comunidad que se asentó en Colomancagua, Honduras durante aquellos años. En entrevista con Audiovisuales UCA para la producción del documental “Más que mártires, amigos”, Vásquez destaca las múltiples visitas que Segundo Montes realizó al campamento, atraído por “organización comunal” que los desplazados practicaban.
“(Montes) Fue muy bueno con nosotros esos días que estuvo allá. Nos dijo que iba a trabajar mucho por la repatriación (de las comunidades), para que viviéramos aquí en El Salvador y tuviéramos oportunidades”.
Celina Vázquez, habitante de la comunidad Segundo Montes
Según Roberto López, este interés en los migrantes motivó a que el instituto abriera una oficina especializada en la atención migratoria. A esta oficina le siguieron la coordinación de memoria histórica, la oficina de asistencia psicológica y protocolos destinados a la asistencia humanitaria en diversas zonas del país.
“Nosotros atendemos hasta 20 personas diarias en los distintos servicios que ofrecemos. La asistencia legal es ahora la unidad de acceso a la justicia, que atiende procesos legales de la ciudadanía sin costo o con un costo simbólico”, explicó López en entrevista con Diario El Mundo.
El IDHUCA cuenta además con un equipo de memoria histórica, coordinado por Ana María Mata. Según Mata, para el instituto, la memoria histórica son “aquellas acciones conscientes que realizamos para recordar hechos del pasado”. En el caso de su equipo, se centran en los hechos sucedidos durante el conflicto armado interno “y que se vinculan a graves violaciones de derechos humanos”, explica Mata.
“Para algunas personas estos sucesos son solo hechos históricos. Sin embargo, la memoria histórica es actual para muchas víctimas del conflicto que aún no tienen respuestas para lo que les ocurrió a ellos y a sus familiares. Es actual en el sentido que es algo que viven, porque siguen luchando para obtener justicia”.
Ana María Mata, coordinadora de memoria histórica IDHUCA.
Desde el IDHUCA se impulsan varios proyectos que dan seguimiento a la situación de los derechos humanos en El Salvador. Uno de estas iniciativas, el Observatorio Universitario de Derechos Humanos (ONUDH), entrega informes trimestrales y uno anual, donde se mapea la realidad sociopolítica “imparcialmente”, asegura Roberto López.
Los hermanos del mártir
Segundo Montes forma parte de una familia de activistas y estudiosos españoles que han enfocado sus esfuerzos a trabajar en pro de la sociedad salvadoreña, esa que acogió a su pariente hace algunos años.
De sus tres hermanos, Santiago Montes es el único varón. Era sacerdote, igual que él. También fue antropólogo y artista. Murió el mismo año que Segundo, en un accidente de tránsito.
Por su parte, Catalina Montes era catedrática del departamento de Lengua y Literatura Norteamericana de la Universidad de Salamanca, España y era hablante de sajón antiguo.
Toda la información disponible sobre los hermanos del jesuita mártir está disponible gracias a la Fundación Santiago y Segundo Montes, fundada por Catalina junto a la última de los cuatro hermanos, Cristina. La fundación ha trabajado desde hace varios años en el desarrollo de proyectos en zonas remotas de Morazán, así como en el resguardo de la memoria académica de Segundo y el trabajo intelectual, pictórico y literario de Santiago.
Los tres hermanos de Segundo quedan fuera del relato biográfico del sacerdote en estas fechas conmemorativas. Esto responde a la tradición existente entre las órdenes de la iglesia católica, como la Compañía de Jesús, de que los miembros vean a sus compañeros de congregación como familia, como sus hermanos. Entre esos hermanos, los biológicos y los espirituales, debe contarse a Juan Ramón Moreno, que también fue asesinado aquella noche donde Catalina, Cristina y Santiago perdieron a su hermano Segundo, el llamado “Zeus”.
Juan Ramón, el de los libros
Juan Ramón Moreno, originario de Villatuerta, Navarra, había llegado a El Salvador en 1951. Poco después se mudó a Nicaragua, donde enseñó química y biología. Aprovechaba sus ratos libres para aprender informática de forma autodidacta.
A su regreso a El Salvador, utilizó sus conocimientos en computación para catalogar la biblioteca del Centro de Reflexión Teológica. Hoy esa biblioteca lleva su nombre.
En 1985, Juan Ramón Moreno era un sacerdote experimentado. Había sido maestro de novicios, había fundado y dirigido el Centro Ignaciano en Panamá y Nicaragua, y era un reconocido director espiritual.
En cada nuevo destino, se dedicaba a establecer y enriquecer bibliotecas ahí donde faltaban. Siempre incluía en las colecciones libros de teología, su pasión más grande.
Esa misma pasión motivó a los superiores de la Compañía de Jesús a trasladarlo de manera definitiva desde Managua, Nicaragua a San Salvador con la misión de impartir clases de teología en la UCA.
Aún era profesor de teología en noviembre de 1989 y en la noche del 15 de noviembre trataba de descansar después de una jornada de clases, en la habitación número 5 de la residencia del Centro Monseñor Romero de la UCA. Horas más tarde, estaría en la habitación número 3. Los soldados del Batallón Atlacatl, después de ejecutarlo, arrastrarían su cuerpo inerte hasta la entrada de esa habitación, ocupada generalmente por Jon Sobrino
Mientras lo arrastraban, su cuerpo golpeó un estante e hizo caer un libro titulado: “El Dios crucificado”, que se empapó de su sangre.
Segundo Montes y Juan Ramón Moreno fueron asesinados en la madrugada de aquel 16 de noviembre, pero sus pasiones en vida se tradujeron a proyectos que aún persisten como una apuesta de la UCA por la educación, la preparación teológica, la conservación de la memoria histórica y la garantía de los derechos humanos en El Salvador.
Después de que pintaran en su automóvil "Muerte a los comunistas de la UCA", se le preguntó a Segundo Montes sobre su seguridad. Simplemente dijo: "Si me matan, me matan". Y sí, los mataron, pero los hechos de aquella noche, los que llevaron a su muerte, iniciaron con la intempestiva llegada de los soldados del Batallón Atlacatl a la residencia universitaria…
Lea nuestra siguiente entrega – Mártires del 16N: Los López, misioneros de fe, alegría y fraternidad centroamericana
Lea la primera entrega – Mártires del 16N: Elba y Celina, las mujeres asesinadas por "Diosidencia" en la masacre de la UCA
