Don Lisandro Benavides tenía 27 años cuando un trágico accidente cambió por completo su vida. Aquella tarde, un bus irrespetó una señal de alto y lo atropelló mientras se desplazaba en bicicleta. Desde entonces, su historia ha sido una batalla constante contra el dolor, la discriminación y las adversidades.
Originario de Sesori, San Miguel, don Lisandro decidió migrar a la capital siendo joven, huyendo del conflicto armado en busca de un futuro mejor. En San Salvador aprendió a instalar cielo falso, tabla roca y a pintar, oficios con los que sostenía a su familia.
“Fue por la guerra que me vine a San Salvador, porque yo soy de oriente, de Sesori. Aprendí esos oficios y de eso trabajaba cuando me pasó el accidente”, recuerda.
Era un lunes por la mañana de 2002 cuando el destino le cambió la vida. Tras salir temprano de su trabajo, pedaleaba por la zona de Mariona, en Mejicanos. Al llegar al desvío hacia Ayutuxtepeque, un bus no respetó el alto y lo embistió.
“El motorista me vio, pero no se detuvo. Yo le saqué la mano para que me diera el paso, porque venía otro carro, pero él no respetó el alto y me pasó llevando. La bicicleta quedó hecha pedazos”, relata.
Gravemente herido, fue trasladado al Hospital Zacamil, donde permaneció dos meses. Durante su ingreso, su estado empeoró hasta que los médicos le informaron que sus piernas no podían ser salvadas debido a una gangrena avanzada.
“Lloré como un niño. Soy hombre, pero lloré como niño. No fue fácil aceptar que me amputaran las dos piernas. Fue como volver a nacer”, dice con voz pausada.
A partir de ese momento, su vida dio un giro total. Ya no podía ejercer su oficio ni sostenerse como antes, pero su fe y su deseo de superarse lo mantuvieron firme.
“Tuve que resignarme y pensar cómo salir adelante. No ha sido fácil, pero con la fuerza del Señor todo se puede. Ya llevo más de 20 años así, y he superado muchas barreras”, expresa con serenidad.
Una de esas barreras —confiesa— no fue solo aprender a vivir sin sus piernas, sino enfrentar la discriminación.
“La gente lo ve a uno y hace mala cara. Creen que uno no es capaz, y luego se sorprenden. Pero Dios me ha dado fuerza, y aquí sigo, con una nueva vida, sin quejarme”, afirma.
A su lado ha estado siempre su compañera de vida, Blanca Delmy Rivera, quien lo acompañó en los momentos más difíciles y continúa apoyándolo día a día.
Hoy, don Lisandro dedica su tiempo a la carpintería, oficio que aprendió después del accidente. Sin embargo, enfrenta limitaciones económicas para hacer crecer su taller en Ciudad Delgado.
“Necesito una cepilladora de madera que cuesta unos $350, pero no puedo comprarla. Espero que alguien me ayude para poder seguir trabajando”, comenta con esperanza.
Su historia es la de un hombre que, pese al dolor y la pérdida, encontró en la fe, el trabajo y la perseverancia la fuerza para no rendirse. Para ayudar a don Lisandro puede comunicarse al número de teléfono 6130-0445.
“Mi Dios ha sido bueno y me ha bendecido. No me ha dejado vencerme a pesar de las adversidades. Con la fe puesta en Él, seguiré luchando hasta que el Señor me llame a descansar”, concluye con una sonrisa.
