Sonaba la famosa canción "Sous le ciel de Paris", en la íntima voz de la joven francesa Zaho de Sagazan, cuando apareció en el Jardín de las Tullerías el héroe francés de París-2024, Léon Marchand, ganador de cuatro oros individuales en París, el nadador de 22 años fue el encargado de apagar el pebetero y de iniciar el fin de estos Juegos que han sido también los suyos.
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Sonaron clásicos franceses, también "Freed from desire" o "We're the champions" y el estadio se convirtió en una alegre discoteca antes de que las medallistas de la maratón femenina, que por primera vez cerraron unos Juegos, recibieran las últimas preseas de París-2024.
Se oscureció el estadio mientras un personaje dorado se descolgaba por el techo entre una música apocalíptica. La llegada de este personaje venido del futuro, interpretado por el breakdancer francés Arhur Cadre, iniciaba un viaje distópico a una era en la que los Juegos Olímpicos habían desaparecido.
El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, antes de que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo le pasara la bandera olímpica a su homóloga de Los Ángeles, Karen Bass. Junto a ella estaba la estrella de la gimnasta Simone Biles, que se quedaría la bandera mientras desde el cielo venían a buscarla. Una luz iluminó entonces una figura en el techo del Estadio de Francia y desde ahí se descolgó Tom Cruise como en una de sus películas de "Misión Imposible".
Aclamado por los fans, el actor estadounidense llegó hasta el escenario y recibió la bandera de manos de Biles antes de marcharse en moto a iniciar un viaje que acabaría conectando con Los Ángeles, donde los Red Hot Chili Peppers, Billie Elish y Snoop Dogg –estrella viral en París-2024– daban un concierto en la playa.
De la noche parisina de unos Juegos que se acaban al sol ardiente de California y una olimpiada que amanece.
Solo quedaba la entrada triunfal de Marchand en el Estadio de Francia para apagar la llama y que Bach cerrara oficialmente estos Juegos que mostraron un París más amable, que quiso abrirse a la gente y sacó por primera de un estadio la ceremonia de apertura y llevó sus polémicas pruebas de aguas abiertas -no para gusto de todos- al Sena.
El público respondió y 9,5 millones de espectadores acudieron a ver las competiciones, superando el récord de 8,3 millones de Atlanta-1996. París puso su exuberancia al servicio de sus terceros Juegos, y funcionó. Dentro de cuatro años esperan Los Ángeles y sus estrellas.