Ser ucraniano hoy significa elegir entre una supervivencia precaria lejos de casa o volver a zonas cercanas al frente, arriesgando la vida. En algunos casos, los desplazados incluso regresan a territorios ocupados por Rusia, renunciando a su identidad nacional para sobrevivir.

Ucrania continúa siendo una de las mayores crisis de desplazamiento en el mundo. Desde febrero de 2022, 6.8 millones de personas huyeron del país y otras 3.6 millones permanecen desplazadas internamente. Según organismos internacionales, el 40 % de la población necesita ayuda humanitaria urgente.

Más del 80 % de los desplazados dependen de asistencia externa, pero el acceso a servicios se redujo drásticamente: de 2.5 millones de beneficiados en 2023 a solo 1 millón en agosto de 2024. Además, más de 200,000 personas tuvieron que huir de sus hogares en la segunda mitad de 2024 debido a la intensificación de los combates.

El panorama económico agrava la crisis. Nueve millones de ucranianos viven en la pobreza y en regiones cercanas al frente, como Jersón, Járkov, Mikolaiv, Sumi y Donetsk, el desempleo registrado llega al 22 %. La falta de empleo y el alza en los precios dificultan la alimentación adecuada: un 15 % de la población necesita ayuda inmediata para comer.

Los ataques a la infraestructura energética afectan hospitales, acceso a medicamentos, agua y calefacción. Los más vulnerables son los adultos mayores, enfermos crónicos y personas con discapacidad. La educación también colapsó: escuelas destruidas, centros convertidos en refugios y clases virtuales interrumpidas por cortes de electricidad dejaron a miles de niños sin acceso a la enseñanza.

El impacto psicológico es devastador. La Organización Mundial de la Salud estima que 10 millones de personas podrían sufrir trastornos mentales a corto y mediano plazo.

“La atención a la salud mental, especialmente de niños y adolescentes, es una prioridad”, indicó Acción contra el Hambre, que desde 2022 brinda apoyo en salud, seguridad alimentaria, agua y saneamiento en regiones como Dnipro, Donetsk, Zaporiia, Járkov y Sumi, llegando en 2023 a más de 675,000 personas.

Sin embargo, la reducción de fondos internacionales amenaza la asistencia. La suspensión de $2,600 millones en financiamiento estadounidense podría empeorar la crisis.

A pesar de los riesgos de ataques, drones, minas terrestres y restos explosivos, trabajadores humanitarios continúan arriesgando sus vidas para llevar ayuda, pero advierten que solo podrán hacerlo si cuentan con el respaldo de la comunidad internacional.