Las elecciones generales celebradas este domingo en Honduras dejaron un mensaje político imposible de ignorar. La ciudadanía acudió masivamente a las urnas para expresar, con una contundencia pocas veces vista, su rechazo al proyecto político impulsado por la presidenta Xiomara Castro, Mel Zelaya y su candidata Rixi Moncada.
El resultado preliminar —con Moncada relegada a un lejano tercer lugar— parece reflejar un agotamiento ante la deriva ideológica del gobierno, particularmente por sus afinidades con regímenes como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, una comparación que para gran parte del electorado hondureño evoca autoritarismo, deterioro institucional y crisis económicas profundas.
Más que un simple viraje electoral, lo ocurrido puede interpretarse como una defensa explícita del modelo democrático hondureño. La alta participación parece indicar que los votantes no solo acudieron a elegir a un nuevo presidente, sino a proteger un sistema político que perciben bajo presión. En un país donde las instituciones aún enfrentan grandes desafíos, el ciudadano común demostró que no está dispuesto a renunciar al pluralismo ni a tolerar experimentos de concentración de poder.
El sorprendente posicionamiento de Nasry “Tito” Asfura, del Partido Nacional, al frente de los primeros cómputos, así como el avance de Salvador Nasralla, del Partido Liberal, evidencia un reacomodo del mapa político hondureño. Más allá de las simpatías ideológicas, el electorado pareció privilegiar opciones que considera más estables o moderadas frente a un oficialismo desgastado. El apoyo público del presidente estadounidense Donald Trump a Asfura añade un matiz geopolítico que, aunque no determinante, subraya el interés internacional por la dirección futura de Honduras.
Para la izquierda gobernante, este resultado provisional constituye una llamada de atención severa. La retórica de confrontación, el acercamiento a regímenes poco democráticos y la percepción de ineficiencia gubernamental parecen haber pasado factura. El descarado nepotismo de la familia Castro-Zelaya que llevó a ser conocido como "El Familión" fue sin duda otro efecto que marcó el repudio en las urnas.
A la espera del cómputo definitivo, lo ocurrido ya es un hito político. Honduras habla fuerte cuando vota, y esta vez lo ha hecho con una claridad que redefine el panorama nacional: la democracia se defiende en las urnas, y el pueblo hondureño así lo ha demostrado.
