La declaración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre el fin de la guerra en Gaza, tras la firma del acuerdo de Sharm el Sheij, ha generado un alivio generalizado en un mundo exhausto por los conflictos. Cualquier paso hacia la paz merece ser celebrado. El fin de los bombardeos, la liberación de rehenes y la apertura a la ayuda humanitaria son señales esperanzadoras de que, al menos por ahora, el sufrimiento podría empezar a disminuir.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que la paz se decreta con una firma. El conflicto en Medio Oriente es el resultado de más de siete décadas de heridas, desplazamientos y resentimientos. La reconstrucción de Gaza —sus hogares, sus escuelas, su tejido social— será tan urgente como ardua. Y más allá de la infraestructura, está el desafío de reconstruir la confianza, esa materia prima escasa que sostiene cualquier convivencia duradera.
Trump calificó la etapa que se abre como “tal vez la más fácil”. Pero lo cierto es que lo más difícil empieza ahora. Desmilitarizar la región, contener los extremismos y garantizar justicia para todos los pueblos implicados serán tareas que pondrán a prueba no solo a los gobiernos, sino también a la comunidad internacional.
La paz en Medio Oriente no debe hacernos olvidar que el planeta sigue temblando en otros frentes. En Ucrania, la agresión rusa continúa dejando miles de víctimas y desplazados. Vladimir Putin es un tirano cruel y despiadado con los civiles ucranianos que además, amenaza a Europa irresponsablemente.
Las guerras no son episodios aislados, sino síntomas de un orden global que sigue privilegiando la fuerza sobre el diálogo. Mientras haya líderes dispuestos a atropellar a sus vecinos o a usar a los civiles como escudos, la paz seguirá siendo frágil.
Ojalá este acuerdo sea más que una tregua temporal. Que marque el comienzo de una era en la que la diplomacia prevalezca sobre el rencor, y en la que la reconstrucción no solo sea material, sino también moral. La verdadera victoria será cuando las futuras generaciones puedan mirar hacia atrás y ver que esta vez, por fin, el mundo aprendió.
