La denuncia del fiscal general de El Salvador, Rodolfo Delgado, sobre el desmantelamiento parcial de una red internacional de crimen organizado —bautizada como Escudo Virtual— deja al descubierto una realidad preocupante: la fragilidad de nuestro sistema frente a delitos modernos que no solo cruzan fronteras, sino que penetran los vacíos legales, tecnológicos y sociales de nuestra región.

El anuncio de 114 capturas y 130 órdenes emitidas por delitos como estafa, hurto informático y lavado de dinero, es sin duda una acción significativa, que refleja capacidad operativa y coordinación internacional. También nos hace preocuparnos de cómo una estructura criminal de esta magnitud afectó a miles de víctimas con tácticas que parecen rudimentarias, como ofertas de empleo falsas o supuestas maletas retenidas en aduanas.

La cifra de 6 millones de dólares movidos ilícitamente es alarmante, pero quizás más lo sea la implicación de cientos de ciudadanos salvadoreños que, según la Fiscalía, prestaron sus cuentas bancarias para facilitar estas operaciones. ¿Estamos frente a una red que encontró cómplices por necesidad económica, desconocimiento o corrupción? En cualquiera de los casos, la responsabilidad no solo recae en los ejecutores, sino también en el entorno que los vuelve vulnerables o cómplices.

La criminalidad transnacional no opera sin eslabones locales, y el hecho de que la mayoría de capturados sean salvadoreños debería forzar una reflexión sobre las debilidades institucionales, la falta de educación digital y el impacto de la precariedad económica.

El país necesita fortalecer ciberseguridad, la regulación financiera y educación digital, porque sino el fenómeno podría repetirse con nuevas caras y nuevas víctimas. Y también los ciudadanos debemos entender que toda oferta de "regalo", "inversión" u "oferta" que viene de desconocidos jamás puede ser gratuita y siempre debemos verlas como sospechosas.

Este caso es un espejo incómodo que nos obliga a mirar nuestras propias fallas. Aplaudir las capturas es legítimo; pero aún más urgente es preguntarse: ¿qué cambiaremos para que esto no vuelva a pasar?