El anuncio de la Cámara Salvadoreña de la Construcción (Casalco) sobre el crecimiento histórico del sector marca un hito en la economía nacional. Con una proyección de inversión que podría alcanzar entre $2,800 y $3,000 millones al cierre del año, el país se encuentra ante una de las etapas de mayor dinamismo productivo de las últimas décadas. Pero detrás de las cifras, hay también un cambio estructural más profundo: la consolidación de la confianza y el resurgir del capital privado como protagonista del desarrollo.

El crecimiento de más del 30 % en la industria —sostenido incluso tras la recuperación postpandemia— no solo refleja una mejora coyuntural. Representa el resultado de un entorno más estable, donde factores como la reducción de la violencia y la agilización de trámites han creado condiciones más favorables para invertir. Casalco lo ha dicho con claridad: el 80 % de la inversión proviene del sector privado, una señal contundente de que los empresarios vuelven a ver en El Salvador un terreno fértil para el crecimiento.

No obstante, el optimismo debe ir acompañado de una mirada crítica y responsable. La expansión acelerada del sector de la construcción genera efectos colaterales que no pueden ignorarse: el impacto ambiental, la planificación urbana y el acceso equitativo a la vivienda son temas que requieren una política pública coherente y de largo plazo. Crecer no debe ser sinónimo de construir más, sino de construir mejor.

Asimismo, la concentración del auge en el Área Metropolitana de San Salvador plantea un desafío de descentralización económica. Si el país aspira a un desarrollo sostenible, es indispensable que la inversión en infraestructura y vivienda se extienda hacia las regiones, generando oportunidades más allá del eje capitalino.

Las proyecciones de Casalco —un aporte del 16 % al PIB en 2025 y 167,000 empleos generados— son alentadoras, pero también demandan compromiso: fortalecer la capacitación técnica, garantizar condiciones laborales dignas y preservar el equilibrio ambiental serán claves para que este auge se traduzca en bienestar real.

El Salvador vive un momento económico singular. El desafío es que esta bonanza no sea un episodio pasajero, sino el inicio de una etapa de crecimiento inclusivo, donde la construcción no solo levante edificios, sino también esperanza, equidad y futuro.